Signos de los tiempos

¿Qué significa la expresión “signos de los tiempos”?

Iniciado por el propio Jesús en el Evangelio, discernir los “signos de los tiempos” es responsabilidad de todo cristiano que quiera responder a las aspiraciones y expectativas de nuestros contemporáneos.

¿Cuál es el origen de esta fórmula?

Esta expresión está tomada de los Evangelios. Al ser interrogado por los fariseos y saduceos, que exigían una señal del cielo, Jesús respondió: “Al atardecer decís: ‘Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo’. Y a la mañana: ‘Hoy lloverá, porque el cielo está rojo oscuro’. ¿Sabéis distinguir el aspecto del cielo y no sois capaces de distinguir los signos de los tiempos?” (Mt 16,2-3). En Lucas (12,54-57), Jesús utiliza el ejemplo de una nube que se levanta por el “poniente”, anunciando lluvia; o el viento del sur, indicando la llegada de “bochorno”. Y concluye: “Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?”. Existe “desde el principio esta idea de una realidad que requiere un esfuerzo de interpretación por parte de los seres humanos, pero la expresión permaneció durante mucho tiempo vinculada a este contexto bíblico particular”, afirma Monique Baujard, antigua directora del Servicio Nacional Familia y Sociedad de la Conferencia Episcopal francesa. “Fue el papa Juan XXIII quien introdujo la expresión ‘los signos de los tiempos’ en el vocabulario del Magisterio”.

¿Cómo hablaron de ello el papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II?

Fue con el papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II cuando la expresión “signos de los tiempos”, utilizada explícitamente o no, adquirió un alcance sin precedentes. Inspirada en la obra del teólogo Marie-Dominique Chenu (1895-1990), expresa la visión positiva que la Iglesia quiere tener del mundo. Este no se reduce a un campo de ruinas, tinieblas y calamidades, habitado por el demonio. Jesucristo ha entrado en la historia, ha venido a habitar las realidades humanas. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Y es en este mundo donde todavía hoy lo encontramos, a condición de que escuchemos los acontecimientos del mundo y la palabra de Dios. La lectura de los “signos de los tiempos”, como afirman los textos del Concilio, implica un discernimiento colectivo y luego una respuesta, un compromiso de la Iglesia a través de sus miembros. “Con la lectura de los signos de los tiempos”, subraya Monique Baujard, “el Concilio saca a la Iglesia de un modo de funcionamiento vertical en el que unos pocos detentan un saber que transmiten a los demás. Esto responde al deseo de Juan XXIII de que el Concilio tenga un carácter pastoral, es decir, que la Iglesia se preocupe por la recepción de su palabra. El anuncio del Evangelio no es solo una cuestión de enseñanza magisterial: se sitúa en una relación, hecha de intercambios y de diálogo” con el mundo. El papa Pablo VI insistió en este aspecto: “La Iglesia se hace diálogo, (…) la Iglesia se hace conversación”, dijo en su primera encíclica, Ecclesiam suam (1964).

¿Qué ha pasado con esta fórmula?

Aunque la expresión “signos de los tiempos” aparece con menos frecuencia, alimenta la doctrina social de la Iglesia. Pacem in terris (Juan XIII, 1963) aborda la cuestión de la Guerra Fría; Populorum progressio (Pablo VI, 1967), la del desarrollo; Centesimus annus (Juan Pablo II, 1991), las consecuencias de la caída del Muro de Berlín; Caritas in veritate (Benedicto XVI, 2009), la de la globalización; Laudato si’ (Francisco, 2015), la de la emergencia ecológica. “Cada vez, los papas plantean las nuevas cuestiones que la evolución de la sociedad suscita en términos de respeto de la dignidad humana o del bien común”, resume Monique Baujard.

La expresión ha tenido “un gran éxito en los medios eclesiásticos abiertos al diálogo con el mundo y a la colaboración sincera con la sociedad para la instauración de un mundo más fraterno en la fidelidad a la misión recibida de Cristo”, señala Xavier Debilly, sacerdote y director del seminario de la Misión de Francia (Lettre aux communautés (de la Misión de Francia NDLR), n. 313, marzo-mayo de 2022, autor de La Théologie au creuset de l’histoire).

Los teólogos, comprometidos con esta misma apertura, han señalado sin embargo “la ambigüedad de la fórmula”, prosigue. Si Dios habla en los acontecimientos del mundo, se pregunta el jesuita Paul Valadier, ¿cómo podemos estar seguros de que la lectura que hacemos de ellos no es fruto de nuestras proyecciones o de nuestras opiniones personales? El dominico Claude Geffré cuestiona un enfoque basado en un optimismo desenfrenado, que concebiría la historia humana como un progreso continuo, a riesgo de dar de lado a los olvidados y a la miseria del mundo.

¿Sigue siendo pertinente hablar de “signos de los tiempos”?

«¿Qué diferencia hay entre alma y espíritu? ¿Quién muere y quién queda vivo? La conciencia ¿es el alma o el espíritu?», pregunta un internauta. Es lo que expresa Francisco cuando pide una Iglesia “en salida” hacia las “periferias geográficas y existenciales” de nuestro tiempo; una Iglesia sinodal, en diálogo auténtico y sincero con el mundo, a la escucha del “grito de la tierra y de los pobres”. En Alemania, la última asamblea del “camino sinodal” ha dado un gran paso al reconocer los “signos de los tiempos” como cuarta fuente teológica, además de la Escritura, la Tradición y el Magisterio. “La Historia, enfrentada al sinsentido del sufrimiento y del mal, es fundamentalmente trágica”, subraya Xavier Debilly. “Dios entra en la tragedia de nuestra existencia no para sacarnos de ella, sino para habitarla de forma misteriosa y hacer de ella el lugar de nuestro encuentro con Él”. Al final, añade, solo hay un signo “para los tiempos”: “Al pie de una cruz y ante una tumba vacía, los testigos del Crucificado-Resucitado nos dicen que Dios no abandona a nadie a la soledad y a la muerte“. “No existe una lista definitiva de los signos de los tiempos”, resume Xavier Debilly (que preferiría hablar de “llamamientos de los tiempos”), o más bien estos se disciernen en la familia, entre los vecinos, los compañeros de trabajo, en la comunidad, la parroquia o la diócesis, lo más cerca posible de las realidades cotidianas donde se sienten los efectos de las crisis sociales, migratorias y climáticas; donde se expresan las necesidades y las expectativas de los más vulnerables, de las mujeres, de las minorías sexuales.

Lo que dice el Concilio Vaticano II

De la Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual (7 de diciembre de 1965, n. 4-1 y 11-1): Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza.

El Pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la menta hacia soluciones plenamente humanas 

No hay que tener miedo del pluralismo religioso

Pluralismo religioso

«La competencia entre las religiones nos hace darnos cuenta de que ya no es obligatorio ser cristiano desde la cuna a la tumba. Hay otras alternativas a la vuelta de la esquina»

«Según el principio irénico de que «la Iglesia propone, pero no impone» (Juan Pablo II), los cristianos podrán contribuir a que Europa siga siendo cristiana bajo las condiciones de la modernidad (libertad religiosa y laicidad del Estado y de la sociedad)»

Por | Mariano Delgado*

Cuando mis hijas eran pequeñas, solía leerles el libro de Janosch «¡Oh, qué bonito es Panamá!» antes de acostarse. Los dos amigos Tigre y Oso pescan en el río, cerca de su casa, una caja de madera vacía con la inscripción «Panamá». El tigre siente curiosidad y ahora quiere saberlo todo sobre ese Panamá. Porque se supone que allí todo es más grande y más bonito que en casa. Al día siguiente, los dos parten hacia Panamá con su petate. Durante el viaje, se encuentran con todo tipo de animales que supuestamente les indican el camino, aunque no saben dónde está Panamá. Finalmente, regresan a su casa después de mucho tiempo y sólo ahora aprecian realmente su morada.

Muchos cristianos habrán tenido una experiencia similar ante el pluralismo religioso, pasando de la fascinación por lo extraño al redescubrimiento de lo propio. La competencia entre las religiones nos hace darnos cuenta de que ya no es obligatorio ser cristiano desde la cuna a la tumba. Hay otras alternativas a la vuelta de la esquina. El pluralismo religioso y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua no son un peligro, sino un hecho histórico que es «expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente».

Esto lo dijo el Papa Francisco en la Declaración de Abu Dabi (04.02.2019) junto con Ahmad Al-Tayyeb, el Gran Imán de Al-Azhar en El Cairo. Para los cristianos, el pluralismo religioso también puede ser una oportunidad para ser más conscientes de la «perla preciosa» que se les ha confiado, es decir, de seguir las huellas de Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29).

Según el principio irénico de que «la Iglesia propone, pero no impone» (Juan Pablo II), los cristianos podrán contribuir a que Europa siga siendo cristiana bajo las condiciones de la modernidad (libertad religiosa y laicidad del Estado y de la sociedad). Podrán lograrlo mejor si muestran en sus vidas el rostro del Dios en el que creen: el Dios que quiere la igualdad, la justicia y la libertad para todos, que se ocupa de los pobres y los débiles, de las viudas y los huérfanos, del forastero sufriente sin mirar de dónde viene, y que ha hecho posible así una cultura de la misericordia y la compasión universales. Sin estos rasgos «cristianos», que griegos, romanos y «bárbaros» no conocían, ¿podríamos seguir siendo hoy verdaderamente «europeos»?

*Mariano Delgado es catedrático de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de Friburgo (Suiza) y Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes (Salzburgo)

La nueva fase de recepción del Vat II

Rafael Luciani: “Francisco inicia una nueva fase en la recepción del Vaticano II”

El teólogo venezolano analiza las implicaciones eclesiológicas de la sinodalidad en el marco del encuentro online organizado por la Academia de Líderes Católicos con motivo de los diez años del pontificado de Bergoglio

Para el teólogo Rafael Luciani, “Francisco inicia una nueva fase en la recepción del Vaticano II y recupera la imagen conciliar de una Ecclesia semper reformanda”. Es la reflexión que lanzó esta tarde en el marco del encuentro online organizado por la Academia de Líderes Católicos con motivo del décimo aniversario del pontificado del primer Papa latinoamericano de la historia que se celebra el lunes 13 de marzo.

El profesor venezolano de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y docente extraordinario del Boston College defendió que la reforma de este Papa “no se trata de un acto puntual de revisión de ciertas estructuras, sino de un proceso permanente de conversión eclesial enraizado en la eclesiología del Pueblo de Dios”.

Sinodalidad con historia

Es ahí donde enmarcó el término sinodalidad, que está marcando este tiempo de pontificado: “La sinodalidad puede ser nueva para nosotros, pero no para la larga y rica tradición de la Iglesia”.

“La sinodalidad no es algo opcional”, aseveró el investigador, convencido de que “no podemos pretender domesticar al Espíritu y decirle por donde ha de hablar”. De hacerla realidad, tal y como pretende el Papa, “se recuperarían las relaciones horizontales que brotan de la dignidad bautismal, la participación en el sacerdocio común de todos los fieles y el ejercicio de la corresponsabilidad en la misión”.

Proceso de maduración

Por eso, para el miembro de la Comisión Teológica de la Secretaría General del Sínodo, “hablar de un proceso de reformas en clave sinodal va más allá de la celebración de Sínodos”. “Se trata de un proceso de maduración de la eclesiología”, añadió. El teólogo considera que “este pontificado ha iniciado un proceso de renovación eclesial que supone un cambio en la comprensión de la conciencia colectiva de lo que es ser Iglesia Pueblo de Dios”.

Con todas estas premisas, Luciani concluyó que “hoy, Francisco nos deja con este gran desafío para el tercer milenio: construir una Iglesia toda ella sinodal que viva la comunión desde la participación y la corresponsabilidad de todos los fieles”.

Grech, en los 10 años de Francisco:

“Está ayudándonos a redescubrir la belleza de la Iglesia como Pueblo de Dios”

“El Papa quiere trasladar a la vida cotidiana la enseñanza del Concilio Vaticano II”, dice el secretario general del Sínodo

“Lo que está haciendo el papa Francisco es ayudarnos a redescubrir la belleza de la Iglesia como Pueblo de Dios. Y este es el discurso del Concilio Vaticano II”. De esta manera se expresa el cardenal secretario general del Sínodo, Mario Grech, en entrevista con Vatican News con motivo del décimo aniversario del pontificado.

“Así pues –continúa–, si hoy, por invitación del Santo Padre, reflexionamos –y espero que también tomemos decisiones– para hacer que la Iglesia sea más sinodal, es porque el Santo Padre quiere trasladar a la vida cotidiana la enseñanza del Concilio Vaticano II, especialmente la enseñanza sobre la Iglesia, la eclesiología del Vaticano II”.

Para Grech, “el Santo Padre quiere una Iglesia sinodal donde haya comunión, por tanto, donde nadie se sienta excluido; donde haya participación para todos, respetando los carismas y los ministerios; y luego para una misión, porque todo esto no es un discurso autorreferencial, es decir, no es introspección, sino que estamos reflexionando sobre la Iglesia para poder comunicar también hoy el Evangelio, para ayudar al encuentro entre el Señor resucitado y el hombre de hoy”.

De la periferia al centro

Según explica el purpurado maltés, “el Papa nos invita continuamente a reflexionar sobre la sinodalidad. Pero la sinodalidad no es solo un desafío para la Iglesia, es también un desafío para toda la humanidad. Con esto quiero decir que el Santo Padre nos invita a caminar juntos y a escuchar a todos, sin excluir a nadie, incluidas las personas que se encuentran en dificultades. Quizá podamos decir también que el Santo Padre está dando voz a los pobres, a los que sufren la injusticia, a los que se sienten marginados”.

En este sentido, añade: “El Papa nos recuerda a menudo que los cambios en la historia no empezaron desde el centro sino desde la periferia, porque los que están en la periferia pueden ver la realidad mucho más objetivamente que los que están en el centro. Con esta afirmación, el Papa reconoce en realidad la dignidad y el valor de cada persona”

La reforma litúrgica del Vat II

Francisco y Benedicto: dos decisiones enfrentadas para el mismo conflicto

Misas en latín, ¿el final?

«La figura del papa emérito Benedicto XVI se descubrió ante mí como un hombre de Dios. Digo esto de entrada; como se dice, para curarme en salud. Mi aprecio y admiración por él es indiscutible»

«Esta ha sido la actitud del papa Ratzinger frente a las pretensiones de los seguidores de Lefebvre y de otros grupos tradicionalistas, descontentos con la nueva liturgia. Una actitud complaciente y benévola, abierta al encuentro y al diálogo reconciliador; pero inoportuna y escasamente eficaz. Ahora vamos a tomar nota del tono discordante y decidido del Papa Francisco en su reacción ante el mismo problema»

«Las decisiones de “Traditionis custodes” representan  algo así como la contrapartida y la desautorización de las disposiciones de “Summorum Pontificum”»

 José Manuel Bernal

“Te amo, Señor”. Estas palabras las pronunció el papa emérito en el momento de expirar. Reconozco que me conmovieron. Me hicieron descubrir el alma de un cristiano profundo, que vivía con intensidad el contacto íntimo con Dios, que amaba a Cristo y vivía con cariño su amistad con él. La figura del papa emérito Benedicto XVI se descubrió ante mí como un hombre de Dios. Digo esto de entrada; como se dice, para curarme en salud. Mi aprecio y admiración por él es indiscutible.

El conflicto, al que me refiero, lo provocó el arzobispo Lefebvre. Su actitud discordante desencadenó en la Iglesia una ola de resentimiento despechado en contra del Concilio Vaticano II y de sus decisiones más significativas. Su enfrentamiento a los planteamientos renovadores conciliares polarizó de forma contundente en una aversión rabiosa al nuevo misal romano. Los seguidores de Lefebvre expresaron tercamente su nostalgia de la vieja liturgia tridentina, de sus usos y ceremonias, del canto gregoriano, optando por seguir usando el viejo misal tridentino editado por Juan XXIII en 1962 y rechazando el uso del nuevo misal de Pablo VI.

Marcel Lefebvre y Pío XII Agencias

Hay que dejar claro que, en el fondo, no se trataba de un problema de libros, ni de misales; en realidad, lo que se ventilaba era un problema de doctrina, de aceptación o no de la autoridad magisterial del Vaticano II. Las declaraciones de los líderes de estos grupos manifestaron sin titubeos su distanciamiento del Concilio y su disgusto frente a las declaraciones y decisiones del mismo. Esta postura quedó reflejada en su negativa a aceptar la nueva normativa litúrgica y en su discrepancia en lo referente a los temas de ecumenismo, libertad religiosa, magisterio, autoridad en la Iglesia y otros muchos temas. Los grupos de simpatizantes que siguieron al arzobispo Lefebvre adhiriéndose a su posición doctrinal y a su rechazo del Concilio, los debemos situar al margen de la ortodoxia católica y enmarcados en la discrepancia.

Expresado con crudeza, éste era el conflicto al que debieron enfrentarse tanto el papa Benedicto XVI como el papa Francisco. El papa Benedicto lo hizo siguiendo la línea complaciente iniciada por Juan Pablo II. Este ya había tomado cartas en el asunto, tanto a través de la circular “Quattuos abhinc annos”, emitida por la S. Congregación para el Culto (1984),  y del Motu Proprio “Ecclesia Dei afflicta”  (1988). En este documento se dio paso precisamente a la creación de la comisión “Ecclesia Dei”, que ha servido de escapatoria y receptáculo para numerosos grupos de nostálgicos.

La misa tridentina, en horas bajas

Ahora debo referirme al Motu Proprio “Summorum Pontificum” de Benedicto XVI  (2007). Este documento representó sin paliativos una mano tendida a los postores de la liturgia tridentina. Para dejar las cosas claras hay que señalar que, en este escrito, el papa declaraba abiertamente que el misal tridentino, reeditado por Juan XXIII en 1962, no había sido derogado y que, por tanto, seguía estando en vigor; y, además, que cualquier sacerdote podía usarlo para celebrar la misa.

En esa línea de acercamiento bondadoso a los disidentes, el papa Benedicto XVI afirmaba con contundencia que el rito romano seguía siendo uno e indivisible; pero, al mismo tiempo, disponía de un uso ordinario y otro extraordinario del mismo. De este modo se establecía un uso ordinario del misal de Pablo VI, el renovado por la reforma litúrgica conciliar; y un uso extraordinario del misal tridentino. Lo sacerdotes podían servirse indistintamente de uno u otro misal. Ambos seguían estando en vigor.

Se abría la mano con largueza inusitada para facilitar la existencia de grupos nostálgicos, de aficionados a la vieja liturgia tridentina; se daba la posibilidad de normalizar la celebración de misas con el viejo misal y se decidía que todos los libros litúrgicos anteriores a la reforma litúrgica seguían estando en vigor y podían ser considerados la expresión extraordinaria de la lex orandi de la Iglesia. Daba la impresión de que, con estas disposiciones, se estaba tomando en serio la sugerencia ocurrente del Cardenal Sarah de proceder a la “reforma de la reforma litúrgica”.

Esta ha sido la actitud del papa Ratzinger frente a las pretensiones de los seguidores de Lefebvre y de otros grupos tradicionalistas, descontentos con la nueva liturgia. Una actitud complaciente y benévola, abierta al encuentro y al diálogo reconciliador; pero inoportuna y escasamente eficaz. Ahora vamos a tomar nota del tono discordante y  decidido del Papa Francisco en su reacción ante el mismo problema.

Nos remitimos al Motu Proprio “Traditionis custodes” emitido por el papa Francisco en el mes de julio de 2021. No voy a extenderme. Solo voy a fijarme en los puntos más relevantes. Su decisión más contundente, a mi juicio, queda plasmada en su declaración de que la única expresión legítima de la lex orandi de la Iglesia romana está constituida por el misal romano de Pablo VI y por los libros litúrgicos editados a raíz de la reforma litúrgica conciliar. Los libros litúrgicos tridentinos no son hoy la expresión legítima de la lex orandi de la Iglesia, ni pueden ser considerados como libros litúrgicos autorizados.

La distinción entre uso ordinario y extraordinario del misal romano desaparece y queda deslegitimada. Ya no tiene sentido. Desaparece la comisión Ecclesia Dei como habitáculo de los nostálgicos. Por otra parte, a fin de evitar su incremento,  los grupos de cristianos tradicionalistas, enfrentados a la renovación conciliar,  quedan claramente desactivados y privados del anclaje estructural del que disponían.

Hay que reconocer, para terminar, que la postura del papa argentino se aparta sin titubeos de la adoptada por el papa Benedicto. Hasta el punto de que las decisiones de “Traditionis custodes” representan  algo así como la contrapartida y la desautorización de las disposiciones de “Summorum Pontificum”. Con todo, debemos recordar aquí con amargura el testimonio de Mons. Gänswein, cuando asegura que todo esto le provocó “dolor en el corazón” al papa emérito. Lo ocurrido aquí es el resultado de la bondad desmedida, de concesiones ingenuas y de gestión imprudente.

Nota. Sobre este asunto vengo escribiendo desde hace tiempo;  El Papa Francisco afianza la reforma litúrgica del Vaticano II,  «Phase», 361, 2021, 381-395; El indulto de Benedicto XVI a los nostálgicos de la liturgia tridentina, «Teología Espiritual», LVII/170, 2013, 165-202; Mano tendida a la vieja liturgia tridentina, «Vida Nueva», junio de 2011, n. 2.757, pp. 23-30.

De aquella magna asamblea (Concilio Vaticano II) al Sínodo presente

La finalidad del Sínodo al igual que el Concilio Vaticano II, sigue siendo “comunión participación y misión”. El Concilio Vaticano II se hizo a sí mismo. A eso hoy día, el moralista Marciano Vidal, lo llama “empoderamiento”. Se empoderó. Fue una “intuición”. “…Que entendí como voz de lo alto…” dijo Juan XXIII …Fue un toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los ojos y en el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se despertó repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del Concilio…”. Esa intuición era algo inaudito. No se comprendía. “Sentí por dentro una intuición que yo comprendí como voz del Espíritu Santo…” (Juan XXIII)

Necesidad de empoderamiento

Por empoderamiento se conoce el proceso por medio del cual se dota a un individuo, comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial, todo esto con el objetivo de que pueda mejorar.

La palabra, proviene del inglés, del verbo to empower, que en español se traduce como ‘empoderar’, del cual a su vez se forma el sustantivo empoderamiento.

Empoderar, significa desarrollar el potencial y la importancia de las acciones y decisiones para afectar su vida positivamente. El empoderamiento se refiere, al proceso de conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social. En el plano individual, el empoderamiento se refiere a la importancia de que las personas desarrollen capacidades y habilidades para que puedan hacer valer su rol y mejorar su situación.

En el discurso inaugural de Juan XXIII “Gaudet Mater Ecclesia” (11 de octubre de 1962, se dijo:
“…Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa estimación…La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos…Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral…”

Juan XXIII cambió la relación de la Iglesia con el mundo. Hay que ser amigos. El mundo es de verdad en donde tenemos que realizarnos. El Concilio hoy renace en el Camino Sinodal. El Camino Sinodal tiene que “empoderarse”. El Concilio fue Concilio Vaticano II ecuménico porque se empoderó. El Camino Sinodal será Camino Sinodal si se empodera.

De la teología del Vaticano II al Camino Sinodal. “Jerarquía de verdades”

Algunos ejemplos ilustrativos. En el decreto “Unitatis Redintegratio” , se dice en relación con “la forma de expresar y de exponer la doctrina de la fe“ (nº11) que “… finalmente, en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bien imbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden o «jerarquía» de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. De esta forma se preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las incalculables riquezas de Cristo (Cf. Ef., 3,8)”.

Creer en la divinidad de Cristo, no es lo mismo que creer en las prácticas de ayuno y abstinencia. Hay una “jerarquía de verdades”; por lo tanto cuando dialoguemos, sepamos tener en cuenta la jerarquía en los temas motivo de diálogo. Y lo mismo se puede decir en el modo y contenido de las predicaciones.

·…en el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación…”

En el campo de la moral, también hay jerarquía de verdades. Efectivamente. El Papa Francisco en el primer documento “Evangelium Gaudium”, plasma que eso que dijo el Concilio en el decreto “Unitatis Redintegratio” para la dogmática, también sirve para la moral.

En la exhortación “Evangelii Gaudium” nº 36, se dice “…Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.

En el nº 37. Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6).

En el nº 246. “…Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Los misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos divididos. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio…”

En el Decreto Optatam totius nº 16. “…Renuévense igualmente las demás disciplinas teológicas por un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la salvación. Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad…”

Crisis de los misiles en Cuba. El problema de la guerra. Mentalidad nueva

Si el Concilio Vaticano II coincidió su inauguración con la crisis de los misiles en Cuba, es decir, el conflicto diplomático entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba en octubre de 1962, generado a raíz de la toma de conocimiento por parte de Estados Unidos de la existencia de bases de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en Cuba.

En 1962 la Iglesia nos hacía estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer? ¿Queremos seguir pasando el tiempo en discusiones sobre los problemas internos de la Iglesia cuando los dos tercios de la humanidad mueren de hambre? ¿Qué podemos decir nosotros ante el problema del subdesarrollo? ¿Mostramos preocupación ante los grandes problemas de la humanidad?”.

Un tema importante y de máxima actualidad es el referente a la guerra. En el Concilio Vaticano II, en la Constitución “Gaudium set Spes” nº 80, es donde explica lo de la guerra y cómo ha cambiado la situación de la guerra.

Sobre la guerra total, dice el Concilio: “…Todo esto nos obliga a examinar la guerra con mentalidad totalmente nueva. Sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy seria cuanta de sus acciones bélicas. Pues de sus determinaciones presentes dependerá en gran parte el curso de los tiempos venideros…. Toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones…”

El Papa Francisco retoma en “Fratelli Tutti”, la idea de la “mentalidad nueva”. Así en una nota dice. “Ya no sirve la teoría de la guerra justa…”

En el nº 258 “….no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!. Fue san Agustín, quien forjó la idea de la “guerra justa” que hoy ya no sostenemos, dijo que «dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que darla a los hombres con la espada» (Epístola 229, 2: PL 33, 1020).)

Y el Papa Francisco dice también que el uso del arma nuclear es inmoral. Lo dijo el Concilio Vaticano II. Hay que pensar la guerra con mentalidad nueva. El Concilio Vaticano ii aceptó la disuasión nuclear y no dijo nada de la posesión de armas nucleares. Ahora el Papa Francisco, dice que no solo el uso de armas nucleares es inmoral, sino la posesión del arma nuclear es inmoral.

Crisis de Ucrania

En 2022 la sociedad vuelve a estar en peligro de una guerra nuclear (la crisis de Ucrania).

Estamos saliendo de una pandemia cuyos efectos devastadores perdurarán durante tiempo afectando sobre todo a los países más pobres y la guerra nuclear es una nueva amenaza real con su epicentro en Ucrania. Los bloques políticos acrecientan su enfrentamiento y el armamentismo parece  ser su única alternativa de seguridad.

El papa Francisco advirtió (9-10-22) que la humanidad «atraviesa momentos difíciles» y «corre un grave peligro”. Pidió aprender de la historia y no olvidar el peligro de guerra nuclear que amenazaba el mundo hace 60 años, durante el periodo en el que inició el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962. ”No podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia?», dijo Francisco en referencia a la crisis de los misiles entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Hoy 2022 la Iglesia nos vuelve a hacer estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer ante tantas víctimas de la pobreza, frente a  “un sistema económico que mata” y ante un mundo que camina hacia su “autodestrucción” conducido  por los explotadores de la naturaleza? En pleno siglo XXI, los problemas graves de la humanidad siguen vigentes. Y la Iglesia no puede permanecer indiferente; es necesario reexaminar la enseñanza cristiana.

Una cosa es el depósito de la Fe, es decir, las verdades contenidas en nuestra doctrina, y otra el modo de proclamarlas, pero siempre en el mismo sentido y significado. La Iglesia siempre ha condenado los errores. Y en la época actual, prefiere utilizar la medicina de la misericordia antes que tomar comportamientos severos; piensa que debe responder a las necesidades de hoy exponiendo el valor de su enseñanza más claramente que condenándola”. Hoy también se quiere un aggiornamento. Es preciso abrir la Iglesia al pluralismo y diálogo con el mundo. La Iglesia “en salida”. Y urge, asimismo, que la Iglesia continúe renovándose a la luz del Evangelio.

La Iglesia en sintonía con lo signos de los tiempos

Hoy la Iglesia maneja documentos (los del Papa Francisco), que responden a una evolución de iglesia y esos documentos (los nuevos), comenzando por el documento programático: la “Evangelii Gaudium”, no ofrece dificultad alguna al Concilio Vaticano II, sino todo lo contrario, lo hace más actual, lo concreta.

Así la exhortación “Amoris Laetitia” manifiesta una orientación nueva mirando a los intereses teológicos y las sensibilidades del pueblo cristiano. La encíclica sobre la casa común supone una revolución en la línea de las encíclicas sociales. Con el término revolución quiero indicar tema nuevo.

La encíclica “Fratelli tutti” que es un cuadro de lo que podría ser el mundo entero, si se dejara guiar por el principio de la fraternidad, principio que proviene de la Revelación cristiana, pero que es compartido por otras religiones. El Papa ha querido poner esto de relieve. Y además es un principio que proviene y es consonante con la cultura occidental de la modernidad. En los números en los que alude a la guerra, suponen un cambio cualitativo del paradigma de la guerra. Y es la concreción del Concilio Vaticano II cuando dice que “hay que pensar la guerra con mentalidad totalmente nueva”. El Concilio pensó con mentalidad totalmente nueva; ahora el Papa Francisco dice que hay que pensar con mentalidad nueva la totalidad de la guerra.

Muchos, por no decir todos los problemas de interpretación teológica que hoy tienen lugar, suceden por no atender y seguir el Magisterio del Papa Francisco

Pautas a seguir

1º.- La Iglesia, como pueblo de bautizados, es el sujeto capital para la misión.

2º.- Tener siempre presente, ante los signos de los tiempos, el aggiornamento hoy vigente y del que habló el Concilio Vaticano II.

3º.- Saber leer siempre esos signos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de manera que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. Los seres humanos se hallan en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Jamás el ser humano, tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria.

4º.- Del ‘extra ecclesiam, nulla salus’ (fuera de la Iglesia, no hay salvación) al ‘extra mundum, nulla salus’ (fuera del mundo, no hay salvación); es en este mundo  donde se realiza la salvación. Y hoy se insiste y urge añadir el ‘extra pauperes, nulla salus’ (fuera de los pobres, no hay salvación). 

5º.- Se quiere pasar de una Iglesia piramidal a una Iglesia circular: de una Iglesia cerrada en sí misma, a una orientada hacia el mundo y sus problemas más urgentes, hacia los pobres, es decir, una  “Iglesia en salida”.

6º.- De una Iglesia que se situaba como centro de la humanidad y referencia imprescindible, a cuyo criterio debía someterse la sociedad y sus formas de gobierno, se pasa a una Iglesia dialogante y que se deja interpelar; de una Iglesia eclesiocéntrica a una Iglesia circuncéntrica; de una Iglesia unicéntrica a una Iglesia policéntrica y plural.

7º.- De una Iglesia jerarquizada y clerical a una iglesia de hermanos bautizados donde todos son escuchados y donde la autoridad se entiende como servicio. De una Iglesia de las periferias y de los pobres frente a una Iglesia de las catedrales y curias. Una Iglesia siempre en diálogo y teniendo como espejo el Evangelio.

8º.-El proceso sinodal, propone la renovación a fondo de la Iglesia para que caminando juntos, como Pueblo de bautizados,  seamos capaces de ofrecer esperanza y respuestas eficaces. Tenemos que aceptar la diversidad en aquello que es discutible y mostrar unidad en los principios fundamentales de nuestra fe.

9º.-Habría que aterrizar en reformas concretas que afecten tanto a la estructura clerical (centralidad de la comunidad, respeto a los carismas y a la diversidad de ministerios, elección de responsables, celibato opcional, igualdad de la mujer…) como a la pastoral (reformas de los sacramentos, economía eclesial, consejo pastoral decisorio…).

10º.-Testimoniar el rostro de una Iglesia «madre amorosa de todos, benigna, paciente, llena de misericordia», capaz de cercanía y de ternura, capaz de acompañar a quien está en la oscuridad y en la necesidad. Una Iglesia que no confía en sí misma y que no persigue el poder mundano ni el protagonismo mediático, sino que permanece humildemente detrás de su Señor, confiando sólo en Él.

«Cristo es la luz de los pueblos”. La Iglesia no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo, («fulget Ecclesia non suo sed Christi lumine»), dice san Ambrosio. Existe, pues, solo una luz: en esta única luz resplandece también la Iglesia. Si es así, entonces el anuncio del Evangelio no puede hacerse más que en el diálogo y en la libertad, renunciando a cualquier medio de coerción, ya sea material o espiritual. La sinodalidad es ante todo una manera de ser y de operar de la Iglesia.

El laico (superar la concepción de ministerios ordenados y no ordenados) debe ser considerado como sujeto de la acción eclesial y no puede ser oyente pasivo. “No hago nada sin el consejo de los presbíteros y el consenso del pueblo”, decía San Cipriano, obispo de Cartago. Y así propiciar una Iglesia que no sea clerical; una Iglesia que salga de lo ritual para ser una Iglesia más humana y cercana a todos, involucrando al mayor número posible de bautizados, sin excepción, apuntando a cambios de mentalidad.

Por José Manuel Coviella Corripio

Renacimiento del Vat II en el camino sinodal

Marciano Vidal: “El Concilio Vaticano II renace en el camino sinodal”

Marciano Vidal, religioso redentorista y teólogo moralista

El moralista reflexiona sobre el “gran acontecimiento eclesial del siglo XX” en las jornadas ‘Acoger la sinodalidad, a los LX años del inicio del CVII’, impulsadas por el Instituto Superior de Pastoral

“El Concilio Vaticano II renace en el camino sinodal. Pero este debe empoderarse o no habrá camino sinodal, pues el Concilio lo fue porque se empoderó”. Así de rotundo se ha mostrado el moralista Marciano Vidal en las jornadas ‘Acoger la sinodalidad, a los LX años del inicio del CVII’.

El acto, impulsado por el Instituto Superior de Pastoral, adscrito a la Universidad Pontificia de Salamanca, y el Aula Rovirosa-Malagón, de la Fundación Guillermo Rovirosa-Tomás Malagón, ha contado también con la presencia del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro; la presidenta de la HOAC, Mª Dolores Megina; y el director del Instituto Superior de Pastoral, Lorenzo de Santos.

El sacerdote redentorista, ordenado solo una semana después del inicio del Concilio, ha reflexionado sobre el “gran acontecimiento eclesial del siglo XX”, un acontecimiento que, según él, “difícilmente se repetirá”, ha explicado tras ser presentado por Ignacio Mª Fernández, profesor del Instituto Superior Pastoral, que ha afirmado que “no se puede entender el Concilio sin el deseo de una Iglesia abierta de Juan XXIII”.

Centrándose en los tres primeros años del Vaticano II (1962-1965), Vidal ha señalado que el Concilio surgió de un “efecto personal” de Juan XXIII, fue “una intuición, mezcla de deseo y de inconsciencia” de un Papa que “apostó por el riesgo”. Por tanto, aunque lo culminara Pablo VI, “lleva la impronta” de Roncalli.

El empoderamiento del Concilio Vaticano II

En relación al “empoderamiento” del Vaticano II, el moralista ha señalado, para que se entienda, que se empoderó porque “se fue haciendo a sí mismo”, aunque “le costó mucho, pues vivió un “lento pero imparable empoderamiento”.

En cuanto a la preparación del Concilio, Vidal ha dicho sin tapujos que “la preparación fue un desastre, porque estaba dirigido por la Curia romana y ni siquiera la mejor, sino la más de acuerdo con el Santo Oficio”. Por ello existieron esas “tensiones iniciales y continuadas entre la Curia y la dirección del Concilio e, incluso, entre la dirección y Pablo VI”.

Asimismo, ha añadido que “la Curia romana siempre estuvo en contra del Concilio Vaticano II. Esperaban que pasara y el poder volviera a ellos, pero, gracias a Dios, no fue así y hubo un cambio en la Iglesia”.

El profesor se ha acercado también a los subrayados teológicos en los documentos del Concilio –decretos, constituciones, declaraciones, etc.–. En este sentido, ha apuntado la necesidad de “conocer las teologías progresistas previas para ponderar la teología del Concilio Vaticano II”.

El Concilio Vaticano II

60 años después, muchos no lo conocen

Concilio Vaticano II

«Hasta la fecha, hay personas que no aceptan de corazón los caminos marcados por este Concilio. Tras la defensa del latín, que muchos no comprenden, se esconden resistencias a cambiar su mentalidad sobre la vivencia del Evangelio»

«No aceptan que se insista en la dimensión social de la fe cristiana y quisieran que todo se redujera a un espiritualismo desencarnado, sin compromiso por la transformación de la sociedad. Por eso, no aceptan del todo a los Papa que nos hablan de esto, desde Juan XXIII hasta Francisco»

Por Felipe Arizmendi

MIRAR

El 11 de octubre de 1962, siendo San Juan XXIII el sumo pontífice, se inició este gran acontecimiento que marcaría la ruta de nuestra Iglesia en su renovación. Han pasado 60 años y muchos no lo conocen; ni siquiera lo han leído, mucho menos se han esforzado en llevarlo a la práctica. En atención a ellos, haré una brevísima descripción.

Participaron unos cuatro mil obispos de todo el mundo, con la asesoría de sacerdotes especialistas en diversos asuntos teológicos y pastorales; en aquellos tiempos no se resaltaba tanto la participación de los laicos. Se realizaron cuatro sesiones, pero cada sesión duraba entre uno y tres meses, con deliberaciones mañana y tarde en el interior de la basílica de San Pedro, casi siempre en la presencia del Papa. Cuando murió Juan XXIII, continuó el gran Pablo VI, con una sabiduría y prudencia exquisitas. El Espíritu Santo nunca nos deja. El Concilio se concluyó el 8 de diciembre de 1965.

Se aprobaron 16 documentos

Se aprobaron 16 documentos: 4 constituciones, que son las más importantes, 9 decretos y 3 declaraciones. Las constituciones son: sobre la Iglesia (Lumen Gentium), sobre la divina revelación (Dei Verbum), sobre la sagrada liturgia (Sacrosanctum Concilium) y sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes). El primer documento que se aprobó fue el de la liturgia, el 4 de diciembre de 1963. Uno de los últimos, fue el de la Iglesia en el mundo actual, aprobado el 7 de diciembre de 1965.

Los nueve decretos del Concilio son: sobre el oficio pastoral de los obispos (Christus Dominus), sobre el ministerio y vida de los presbíteros (Presbyterorum Ordinis), sobre la formación sacerdotal (Optatam totius), sobre la adecuada renovación de la vida religiosa (Perfectae caritatis), sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem), sobre las Iglesias orientales católicas (Orientalium Ecclesiarum), sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes), sobre el ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre los medios de comunicación social (Inter mirifica). 

Las tres declaraciones son: sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae), sobre la educación cristiana de la juventud (Gravissimum educationis) y sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (Nostra aetate). Ponerles un título en latín era una práctica común en la Iglesia para los documentos oficiales, pues el latín sigue siendo la lengua oficial; sin embargo, el Papa Francisco ha puesto títulos no latinos a algunos de sus documentos, como Laudato siFratelli tuttiQuerida Amazonia

Hasta la fecha, hay personas que no aceptan de corazón los caminos marcados por este Concilio. Tras la defensa del latín, que muchos no comprenden, se esconden resistencias a cambiar su mentalidad sobre la vivencia del Evangelio. No aceptan que se insista en la dimensión social de la fe cristiana y quisieran que todo se redujera a un espiritualismo desencarnado, sin compromiso por la transformación de la sociedad. Por eso, no aceptan del todo a los Papa que nos hablan de esto, desde Juan XXIII hasta Francisco.

DISCERNIR

Transcribo sólo algunos párrafos de las cuatro constituciones conciliares:

Constitución sobre la Iglesia: “Cristo es la luz de los pueblos. Por ello, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella se propone presentar a sus fieles y a todo el mundo con mayor precisión su naturaleza y su misión universal, abundando en la doctrina de los concilios precedentes. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales, técnicos y culturales, consigan también la unidad completa en Cristo” (LG 1).

Constitución sobre la divina revelación: “La Palabra de Dios la escucha con devoción y la proclama con valentía el Santo Concilio, obedeciendo a aquellas palabras de Juan: ‘Os anunciamos la vida eterna: que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros viváis en esta unión nuestra, que nos une con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Jn 1,2-3). Y así, siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, este Concilio quiere proponer la doctrina auténtica sobre la revelación y su transmisión, para que todo el mundo, escuchando el mensaje de salvación, crea, creyendo espere, esperando ame” (DV 1).

Constitución sobre la sagrada liturgia: “Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular promover la reforma y el fomento de la liturgia” (SC 1).

Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y ha recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1).

ACTUAR

Si quieres seguir el camino de Jesús, medita estos documentos, inspirados por el Espíritu Santo, ora con ellos y descubre qué senderos te propone la Iglesia para vivir con más profundidad la Palabra de Dios, y así colaborar a la vida plena de la humanidad.

El proyecto inacabado de Juan XXIII

Juan XXIII, el Papa

«Juan XXIII comprendió que la Iglesia no se estaba acompasando al mundo en el que vivía y decidió, a pesar de sus provectos años, convocar un concilio»

«El Papa diplomático murió antes de que se terminara su proyecto y desde entonces la Iglesia se ha dividido en dos bandos, ambos queriendo ser los auténticos defensores de las ideas del concilio»

Por Isabel Gómez Acebo

No creo que fue casualidad la vida diplomática que llevó Juan XXIII antes de su nombramiento como pontífice. Vivir en profundidad en países como Bulgaria y Francia le hicieron posar sus ojos ante otras realidades muy distintas de las que se viven en el Vaticano. Comprendió que la Iglesia no se estaba acompasando al mundo en el que vivía y decidió, a pesar de sus provectos años, convocar un concilio.

Fueron muchas sesiones, aunque nunca son suficientes, donde se plantearon distintos temas que merecían ser estudiados en profundidad. Por primera vez se admitieron algunas mujeres en el aula conciliar, sin voz ni voto, lo que abría la puerta a su protagonismo en años venideros. Se colocó el acento en el pueblo de Dios, se invitó a ver en otras personas y otros credos las semillas de Dios, se pidió que la Iglesia no se enfrentara a los signos positivos que pudiera mostrar el mundo moderno…

Papa Roncalli

El Papa diplomático murió antes de que se terminara su proyecto y desde entonces la Iglesia se ha dividido en dos bandos, ambos queriendo ser los auténticos defensores de las ideas del concilio. La facción liberal vio un comienzo al desmantelamiento del poder autoritario de las estructuras eclesiásticas para ser más cercana a la vida de los católicos inmersos en el mundo y prepararse al fin de la cristiandad de manera a ser más celosos en defensa de nuestra religión y sus valores. El ala tradicional no ve más solución, ante el mundo materialista, que ofrecer nuestra contracultura que se extiende a lo largo de dos mil años del cristianismo.

Vuelta al espíritu aperturista de Juan XXIII

Las ideas tradicionalistas triunfaron en los papados anteriores y con este Papa se ha derivado al espíritu aperturista de Juan XXIII. Ha quitado fuerza a la Congregación de la Doctrina de la Fe, se ha acercado a los líderes de otras religiones y ha convocado un sínodo en el que van a participar los cristianos del mundo entero, representantes indígenas… e incluso mujeres. Con la idea de que la misión de la Iglesia es acompañar a las personas con indiferencia de su cultura, estado civil o inclinación sexual, pues todos están llamados a ser cristianos y tienen que ser agentes en la evangelización de un mundo que se proclama ateo

Lo tenemos difícil, sobre todo, si dentro de nuestro seno hay discusiones cainitas ya que la unión hace la fuerza. Tenemos que aceptar la diversidad en aquello que es discutible y mostrar unidad en los principios fundamentales de nuestra fe. De que lo consigamos dependerá que consigamos algún éxito que otro, pues veo el triunfalismo muy lejano

Vox populi, vox Dei

Vox populi, vox Dei: La síntesis final del proceso sinodal español

Papa Francisco y la primavera
Papa Francisco y la primavera

«Ningún jerarca del mundo mundial por muy carca que sea puede oponerse a la voluntad expresada masivamente por lo que Francisco llama ‘el santo pueblo de Dios’. No en vano desde antiguo se sostiene en la Iglesia que ‘vox populi, vox Dei'»

«El pueblo de Dios, cuando le dejan hablar los curas, se pronuncia jaleado por el Espíritu Santo»

«Lo que pidieron básicamente es ‘descongelar el Concilio’, metido en el congelador del miedo por los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI»

«¿La jerarquía ha podado el sínodo español? Podado no, pero sí recortado, pulido y limado. No lo ha podado del todo, pero ha hecho todo lo posible para atemperar la parresía del pueblo santo de Dios»

Por José Manuel Vidal

Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, uno de los cardenales más libres y proféticos del colegio cardenalicio (por eso, desde la Curia quisieron ‘lincharle’ con falsas acusaciones de corrupción), sostiene que el Papa Francisco, tras años de lucha contra el poder curial enquistado en Roma, llegó a la conclusión de que, para remover su inmovilismo y vencerlo definitivamente, tenía que utilizar la palanca del ‘santo pueblo de Dios’.

Y es que ningún jerarca del mundo mundial por muy carca que sea puede oponerse a la voluntad expresada masivamente por lo que Francisco llama ‘el santo pueblo de Dios’. No en vano desde antiguo se sostiene en la Iglesia que ‘vox populi, vox Dei’. Y, por eso, lanzó un Sínodo de la sinodalidad (su Concilio, sin llamarlo Concilio) de dos años de duración, que va a involucrar a toda la cristiandad en tres etapas: diocesana, continental y universal.

vox populi, vox Dei

Y la estrategia dio resultado, porque el pueblo de Dios, cuando le dejan hablar los curas, se pronuncia jaleado por el Espíritu Santo. Como muestra, el botón español, con una Iglesia envejecida y mal vista por el resto de la sociedad, pero también con arrestos suficientes en sus bases, para seguir proponiendo el sentido evangélico a la gente y rompiéndole el espinazo al clericalismo omnipresente en nuestro país, con un clero convertido en casta funcionarial, que no quiere dejar sus privilegios ancestrales por nada del mundo.

Como la mayoría del clero (sobre todo el clero joven de menos de 45 años) no cree en el proceso sinodal, dejó el campo libre a los laicos más comprometidos. Y los obispos, incluso los más conservadores, no se atrevieron a decir no abiertamente al proceso. No lo promovieron, pero tampoco lo prohibieron.

En esos pequeños entresijos de libertad, más de 200.000 miembros del Sínodo se reunieron, se escucharon, compartieron, convivieron y hablaron de los cambios y reformas que quieren, para intentar conseguir esa Iglesia evangélica, samaritana y en salida con la que sueñan desde hace décadas, cuando se truncó aquella primera primavera del Concilio Vaticano II.

Y lo que pidieron básicamente es “descongelar el Concilio”, metido en el congelador del miedo por los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y en sus propuestas volvieron a rescatar la vieja corresponsabilidad conciliar apenas sin estrenar entre nosotros, pero también peticiones mucho más concretas, como el sacerdocio de la mujer, el celibato opcional para los sacerdotes, la acogida sincera y sin condiciones a las personas lgtbi o a las divorciados vueltos a casar e, incluso, la recuperación para el ministerio de los curas casados o la raparación integral de las víctimas de los abusos del clero.

Concilio Vaticano II

Por eso, los informes sinodales de muchas diócesis (tan dispares en términos eclesiales como Barcelona, Zaragoza, Madrid o San Sebastián) estaban redactados con un lenguaje profético y lleno de parresía, sin rodeos, sin circunloquios, con claridad, sencillez y transparencia. Una apuesta clara y radical por las reformas de Francisco para la Iglesia.

Pero todos estos informes diocesanos tuvieron que pasar por el filtro de la síntesis hecha por la Conferencia episcopal. Y llegaron las rebajas. Rebajas en el tono, en la forma y en el fondo. Y todo volvió a ser mucho más clerical.

En la síntesis nacional ya sólo se habla de codecisión de los laicos, acogida a divorciados y un pequeño guiño hacia el celibato opcional.

También pide la síntesis una mayor presencia de la mujer en la Iglesia, pero ya ha desaparecido la petición del ministerio sacerdotal femenino, la aceptación de todo tipo de familia o la acogida y ‘bendición’ del colectivo homosexual.

¿La jerarquía ha podado el sínodo español? Podado no, pero sí recortado, pulido y limado. No lo ha podado del todo, pero ha hecho todo lo posible para atemperar la parresía del pueblo santo de Dios. Y, por si caso, ha querido dejar bien claro que esas propuestas más avanzadas sobre el celibato opcional o el acceso de la mujer al altar “sólo se plantearon en algunas diócesis y por un número reducido de personas”.

Primavera de Francisco
Primavera de Francisco

Era tan de esperar esta maniobra de ‘afeitado’ que los mismos participantes en el proceso sinodal español ya planteaban su “desconfianza de que lleguen las aportaciones” al Papa. Porque conocen bien el paño clerical. Pero Francisco también lo sabe, conoce a la perfección la querencia a tablas del morlaco clerical y es perfectamente consciente de que el ‘santo pueblo de Dios’ ha hablado y le ha dado una aplastante aprobación a sus reformas. Porque nadie puede parar la primavera en primavera, sobre todo si viene en alas del Espíritu, que sopla y alienta en el corazón del pueblo santo de Dios: Vox populi, vox Dei.