EL ÚLTIMO VATTIMO.

¿PUEDE UN FILÓSOFO SER HOMOSEXUAL, DE IZQUIERDAS, POSMODERNO Y, A LA VEZ, CATÓLICO?

Gianni Vattimo es conocido por ser el «padre» del llamado “Pensamiento débil” y uno de los filósofos de la Postmodernidad. Como sabemos, fue discípulo de Hans-Georg Gadamer y es un gran conocedor de la filosofía de F. Nietzsche y M. Heidegger. Ejerció varios años como eurodiputado sumergiéndose en los entresijos de las políticas europeas y sus reivindicaciones sociales como crítico comunista y anticapitalista han sido más que evidentes en las redes sociales.

Aunque se le den todos estos calificativos, es oportuno observar que no es Vattimo un autor que se deje atrapar fácilmente por clichés simplistas. Las cosas siempre son tan complejas que cuestan dejarse encerrar por definiciones excluyentes. Admirado por muchas personas con distintas sensibilidades e ideologías, se le ha querido encorsetar bajo el palio de un pensamiento arquetípico, por ejemplo, como un simple autor ateo, marxista, excluyendo otras posibilidades que, a priori, parecen contradictorias… No han faltado quienes han intentado mediante preguntas insidiosas dejar en evidencia y atrapar al filósofo cuando éste ha comunicado algo difícil de aceptar para una mente estereotipada y cerrada, especialmente cuando ofrecía interpretaciones occidentalizadas y cristianizadas. Pero hábilmente ha logrado escabullirse una y otra vez dando respuestas abiertas para que el que tenga oídos interprete, sin huir, pero tampoco dejándose reducir a meros esquemas preconcebidos.

Ahora bien, ¿cuál, dentro de su trayectoria como pensador, podríamos decir es el “último Vattimo”? Lo que muchos desconocen (y otros olvidan) es que Vattimo, que por supuesto incluye al comunista, al posmoderno, al debolista y hermeneuta y al activista por los derechos de los homosexuales fue un militante católico cristiano en su juventud. Llegó a ser presidente de Acción Católica, testigo que, curiosamente, recogió de un tal Umberto Eco. Curiosidades de la vida, por más que alguno se sorprenda… 

Gianni, siempre crítico ante toda estructura de poder y especialmente atento para desenmascarar cualquier restricción a una posible nueva pregunta que necesita ser respondida (lo que podríamos definir como “dogma”) fue distanciándose poco a poco de una praxis eclesial que proclamaba un mensaje institucional rancio, a base de adoctrinamientos huecos que no lograban ser buena noticia para el pueblo ni motivo de esperanza para los caídos. No comprendía la actitud no acogedora de la Iglesia hacia el diferente, especialmente hacia los homosexuales.

Pero ocurre que, tras unos años de separación y desconexión «religiosa», se produce un punto de inflexión en el pensamiento de nuestro autor: hacia el año dos mil, en concreto a finales de los años 90, la filosofía hermenéutica de Gianni Vattimo da un giro explícito hacia el cristianismo. Tal y como afirma Teresa Oñate en El retorno griego de lo divino en la Posmodernidad, a partir de Historia de salvación, historia de la interpretación Vattimo comienza a ir gestando «un paso que se opera sin titubeo- hacia un retorno de lo divino plural». A raíz de aquí, su posición será cada vez más sugerente y polémica, como se traduce en las mil y una discusiones filosófico-hermenéuticas que sostiene con teólogos y filósofos en gran parte de su obra.

Podemos afirmar que estamos en una de las épocas más ricas de su pensamiento aunque la historia aún no se lo haya reconocido: Credere di credere (Creer que se cree),   Después de la cristiandad y –El futuro de la religión, esta última escrita junto a Richard Rorty, son un legado inmejorable para la postmodernidad y una nueva interpretación religiosa para el siglo XXI que no cierra respuestas sino que más bien propone y suscita preguntas.

Desde entonces Vattimo supo escarbar en lo más hondo de la cristiandad: la kénosis. Esta, en cierto modo, le vale de punto de partida para una filosofía política debolista: expuesta pero activamente encarnada, hecha de pequeños gestos pero universalmente posible. Vattimo plantea que la kénosis de Dios en la encarnación es la única manera de hablar de Dios en la posmodernidad, en la edad de la comunidad del espíritu. 

Jesús es la encarnación tan esperada del amor, porque como reza el título de mi artículo publicado en 2018 en Pensamiento al margen (Revista sobre las ideas políticas) y en la pág. 2 de mi obra de 2015 El amor es el límite, si Dios existe, es amor (1 Jn 4,8) y, si no, merece que lo matemos…

Para el turinés el secreto está en saber leer los signos de los tiempos y el proceso de secularización, no necesariamente como una negación y oposición al verdadero espíritu de Dios que se contrapone al mundo (como si el mundo siempre fuera el enemigo), sino más bien como parte del proceso de la pedagogía divina -a través de la tradición occidental cristiana.  

Es, precisamente, la oportunidad de la kénosis, de un Dios humano y débil y de una religión libre de dogmas que expone su máxima en el amor y servicio al hombre, la que se expresa como bandera en los nuevos tiempos como única y posible alternativa racional a la violencia metafísica. Sólo desde ahí tendrá futuro la religión. Sólo si es capaz de hacer de ella una verdadera historia de salvación humana.

Nuestro hábil pensador de izquierdas retoma, pues, la experiencia cristiana que andaba en él siempre  latente, pero incorporando una nueva perspectiva: la que proporciona interpretar y mirar desde el final de la metafísica y la caída de los grandes relatos. Esta pre comprensión, junto a su pasado en continua evolución como creyente, dan como resultado una interpretación del mundo y de la Palabra de Dios novedosa e impactante cuyos reflejos teológicos y políticos en el mundo actual mantienen una especial relación con el Concilio Vat. II, la teología de la liberación y, en los últimos años, con el nuevo e ilusionante Pontificado que ha abierto el Papa Francisco.      

Pero aunque nuestro filósofo ha aportado muchos datos respecto a su posición cristiana y ha mostrado desde el principio cierta curiosidad y simpatía por el nuevo Papa argentino, no es hasta hace muy poco que Vattimo está mostrando claramente una postura en su pensamiento que podríamos aceptar, creo, reconocidamente cercana a Francisco en su dimensión teológico-política, que, bajo mi criterio, es definitoria del último proceso existencial del filósofo. Bergoglio ha rescatado al Vattimo cristiano y ha dado respuesta a la mayoría de las dudas que la Iglesia suscitaba en el  maestro. Recuerdo que, aunque tuve el honor de contar con él en mi tribunal de tesis, era quizá algo precipitado allá por el año 2013-14 conectar a Gianni Vattimo con el recién llegado por aquellas fechas a la Cátedra de Pedro y, por supuesto, hilvanar conexiones interpretativas teológicas, filosóficas y políticas.

Fue un atrevimiento por mi parte tomar cartas en este asunto pero cada día veo más claramente que fue una sabia intuición. Mi único mérito fue dejar hablar a cada uno de ellos y unir los puntos. Sabía que un día haría oficial Gianni su cristianismo débil, que no su débil cristianismo. Sabía que algún día podría decir en un único y distinto sentido “gracias a Dios soy (puedo ser, si quisiera,) ateo” (¿qué otra «religión» que no sea la del amor, la de Jesús, es capaz de ofrecer tanta libertad como para poner a la persona por delante de la institución?). Sabía que haría explícito lo que andaba implícito en su manera de concebir el mundo, porque para Vattimo – no podemos decirnos no cristianos. Y así se atreve a proclamar que “Francisco es una gran ocasión para la renovación y transformación de la Iglesia (…) es una amenaza para la Iglesia tradicionalista”, como afirmó en 2019 en Religión Digital. Jorge Mª Bergoglio «es uno que recorta, que purifica un poco, que hace cosas no necesariamente placenteras». No, señores, Gianni Vattimo no es ateo, es cato-comunista... Se sale de nuestros clichés, de nuestros esquemas, pero hoy por hoy vuelve a sentirse «católico», a pesar de tantas cosas que no comprende o que haría de otro modo. Gianni Vattimo cree en una nueva Iglesia fuertemente débil que vuelva su mirada hacia la caridad y la misericordia. En gran medida, el mérito de Bergoglio está en dar respuesta a aquellos que andaban sin esperanza de encontrarla. Cuando ya parecía que los estamentos eclesiales se situaban en la estratosfera de Gianni Vattimo, de la teología de la liberación, y de tantos enfadados con la Institución, aparece el obispo argentino para tender una mano. Son muchos los que piensan que Francisco ha conseguido preservar a la Iglesia de su propio e imparable proceso de autoexclusión y desaparición.

Lo dije al comienzo, Vattimo no juega al despiste sino que no se deja fácilmente encasillar por estereotipos o clichés. Así pues, siendo consecuente con ello no puedo creer que mi conclusión sea definitiva y mucho menos que contente a tod@s. Pero, por ahora, hoy por hoy y hasta que alguien no muestre lo contrario, este es el “último Vattimo”. Este Vattimo no excluye a los anteriores pero propone un necesario andamiaje hermenéutico-cristiano que todo filósofo debe tener en cuenta, si quiere ser fiel en su acercamiento al maestro.

Así pues, si partimos de que cayeron los grandes relatos y decimos, con Nietzsche, que “no existen hechos, sólo interpretaciones”, ésta, la mía, será simple y débilmente eso: una interpretación. No esperes más. Como dice Vattimo, “nosotros somos únicamente intérpretes de un hilo conductor”.

Algunas fechas señaladas en la trayectoria de G. Vattimo: 

http://www.giannivattimo.es/crono/

Algunos datos y obras de Vattimo y sobre Vattimo: 

https://es.wikipedia.org/wiki/Gianni_Vattimo

Jesús Lozano Pino

Después de la cristiandad

Por un cristianismo no religioso

El libro de Vattimo

Con el anuncio de la muerte de Dios Nietzsche no está haciendo una profesión de ateísmo, sino mostrando que no hay un fundamento último. En realidad, no niega la existencia de Dios. Lo que ha muerto, para él, es el “Dios moral”, el Dios de la escolástica medieval y de la metafísica, el “Dios de los filósofos”, al que se refiriera Pascal

Después de la Cristiandad. Por un cristianismo no religioso (traducción de Carmen Revilla, Paidós, 2021, ahora en segunda edición)

Por Juan José Tamayo

En las cartas que el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer escribe a su amigo Eberhard Bethge en 1944 desde la sección militar de la cárcel de Berlín-Tegel donde estaba preso por haber atentado de pensamiento, palabra y obra contra el nazismo y el Führer, le anuncia la llegada de una “época totalmente irreligiosa” que ya no necesita de la hipótesis de Dios. En un clima así, aboga por una interpretación no religiosa del cristianismo, que renuncie a hablar de Dios de forma metafísica, a pensarlo en clave de absoluto e infinito y a situarlo fuera del mundo. Esa interpretación lleva a descubrir a Dios en la debilidad y la impotencia, en el sufrimiento y la cruz, no en los viejos atributos de la teodicea: omnipotencia, omnipresencia, y omnisciencia.                     

Casi ocho décadas después es el filósofo italiano Gianni Vattimo quien retoma la idea de Bonhoeffer y defiende en Después de la Cristiandad. Por un cristianismo no religioso (traducción de Carmen Revilla, Paidós, 2021, ahora en segunda edición), un cristianismo no religioso, si bien desde nuevas bases y desde tradiciones distintas. Vattimo, que en su época de estudiante aprendió del pensador neotomista Jacques Maritian a desconfiar de algunos dogmas de la modernidad, se reencuentra ahora con el cristianismo a través de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, los críticos más radicales de la modernidad.

¿No resulta esto paradójico tratándose de dos pensadores no cristianos, y en el caso de Nietzsche, anticristiano? En absoluto, cree el filósofo italiano. Con el anuncio de la muerte de Dios Nietzsche no está haciendo una profesión de ateísmo, sino mostrando que no hay un fundamento último. En realidad, no niega la existencia de Dios. Lo que ha muerto, para él, es el “Dios moral”, el Dios de la escolástica medieval y de la metafísica, el “Dios de los filósofos”, al que se refiriera Pascal.

Heidegger, a su vez, se opone a la metafísica objetivista en nombre de la libertad humana y cree que no es posible pensar la realidad como una estructura anclada en un fundamento último. En consecuencia, tampoco puede unificarse el pluralismo actual en nombre de una verdad última. “Si Dios ha muerto y la filosofía ha tomado en consideración que no puede captar con certeza el fundamento último –argumenta Vattimo- ha concluido también la ‘necesidad’ del ateísmo filosófico”, y es posible creer de nuevo en Dios, escuchar su palabra y tomar en serio la Biblia, libro que, a su juicio, la metafísica racionalista ha ido negando poco a poco. Sólo una filosofía ‘absolutista’, concluye, cree sentirse autorizada para negar la experiencia religiosa.        

Vattimo Gianni
Vattimo Gianni

Vattimo critica con especial severidad la imagen del Dios totalmente otro que ofrece buena parte de la filosofía moderna de la religión, por considerar que está muy cerca del Dios del Antiguo Testamento, tiene muy poco que ver con el Dios encarnado en Jesucristo, conserva muchos de los rasgos del Dios violento de las religiones naturales y sigue siendo, en definitiva, el viejo Dios de la metafísica. La crítica se dirige en concreto a la amplia influencia ejercida por Lévinas y a la deconstrucción de Derrida.

La filosofía de la religión cristiana de Vattimo no transita por los caminos trillados del pensamiento moderno, que entiende la filosofía de la historia como una interpretación secularizada de la idea judeo-cristiana de la salvación, sino por otros que la modernidad ha descuidado: la teología de la historia del monje calabrés Joaquín de Fiore; los discípulos espirituales de éste, entre los que cita a Novalis, Schleiermacher y Schelling; Dostoievski, a quien llama “el pensador cristiano más fiel al Evangelio”, con su paradójica elección de Cristo incluso contra la verdad; el anuncio de la muerte de Dios de Nietzsche, que coincide con el relato evangélico de la crucifixión y radicaliza la paradoja del novelista ruso; la ontología del acontecer de Heidegger frente a la metafísica del ser; los estudios antropológico-religiosos de René Girard, con quien coincide en que si existe una “verdad divina” en el cristianismo ésta consiste en el desvelamiento de los mecanismos violentos de lo sagrado, que caracterizan al Dios metafísico.

Vattimo reflexiona sobre la relación entre metafísica y violencia. La presencia de la violencia en la historia del cristianismo es innegable. Y se mantendrá mientras esta religión esté vinculada a la tradición metafísica.

Estamos ante una concepción posmoderna de la fe, que nada tiene que ver con la aceptación de los dogmas rígidos del catolicismo oficial, y ante una imagen de la Iglesia como comunidad de creyentes que, al decir del propio autor, escucha y pone en práctica el mensaje cristiano. Es la Iglesia de “después de la cristiandad”. Es esta una filosofía que tiene bastante de autobiográfica. Ahí radique quizás parte de la riqueza y del atractivo del libro de Vattimo, que he vuelto a leer con verdadera fruición en sintonía con el autor unas veces y disintiendo otras, pero siempre en un diálogo pata mí enriquecedor.