Del Concilio Vaticano II (1962) al Sínodo del Papa Francisco (2022)

El Camino Sinodal tiene que «empoderarse»

Iglesia

La finalidad del Sínodo al igual que el Concilio Vaticano II, sigue siendo «comunión participación y misión». El Concilio Vaticano II se hizo a sí mismo

A eso hoy día, el moralista Marciano Vidal, lo llama ‘empoderamiento’. Fue una ‘intuición’. «…Que entendí como voz de lo alto…» dijo Juan XXIII

Juan XXIII cambió la relación de la Iglesia con el mundo. Hay que ser amigos. El mundo es de verdad en donde tenemos que realizarnos. El Concilio hoy renace en el Camino Sinodal. El Camino Sinodal tiene que «empoderarse»

Por José Manuel Coviella Corripio

De aquella magna asamblea (Concilio Vaticano II) al Sínodo presente

La finalidad del Sínodo al igual que el Concilio Vaticano II, sigue siendo “comunión participación y misión”. El Concilio Vaticano II se hizo a sí mismo. A eso hoy día, el moralista Marciano Vidal, lo llama “empoderamiento”. Se empoderó. Fue una “intuición”. “…Que entendí como voz de lo alto…” dijo Juan XXIII …Fue un toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los ojos y en el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se despertó repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del Concilio…”. Esa intuición era algo inaudito. No se comprendía. “Sentí por dentro una intuición que yo comprendí como voz del Espíritu Santo…” (Juan XXIII)

Necesidad de empoderamiento

Por empoderamiento se conoce el proceso por medio del cual se dota a un individuo, comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial, todo esto con el objetivo de que pueda mejorar.

La palabra, proviene del inglés, del verbo to empower, que en español se traduce como ‘empoderar’, del cual a su vez se forma el sustantivo empoderamiento.

Empoderar, significa desarrollar el potencial y la importancia de las acciones y decisiones para afectar su vida positivamente. El empoderamiento se refiere, al proceso de conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social. En el plano individual, el empoderamiento se refiere a la importancia de que las personas desarrollen capacidades y habilidades para que puedan hacer valer su rol y mejorar su situación.

En el discurso inaugural de Juan XXIII “Gaudet Mater Ecclesia” (11 de octubre de 1962, se dijo:
“…Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa estimación…La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos…Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral…”

Juan XXIII cambió la relación de la Iglesia con el mundo. Hay que ser amigos. El mundo es de verdad en donde tenemos que realizarnos. El Concilio hoy renace en el Camino Sinodal. El Camino Sinodal tiene que “empoderarse”. El Concilio fue Concilio Vaticano II ecuménico porque se empoderó. El Camino Sinodal será Camino Sinodal si se empodera.

De la teología del Vaticano II al Camino Sinodal. “Jerarquía de verdades”

Algunos ejemplos ilustrativos. En el decreto “Unitatis Redintegratio” , se dice en relación con “la forma de expresar y de exponer la doctrina de la fe“ (nº11) que “… finalmente, en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bien imbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden o «jerarquía» de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. De esta forma se preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las incalculables riquezas de Cristo (Cf. Ef., 3,8)”.

Creer en la divinidad de Cristo, no es lo mismo que creer en las prácticas de ayuno y abstinencia. Hay una “jerarquía de verdades”; por lo tanto cuando dialoguemos, sepamos tener en cuenta la jerarquía en los temas motivo de diálogo. Y lo mismo se puede decir en el modo y contenido de las predicaciones.

·…en el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación…”

En el campo de la moral, también hay jerarquía de verdades. Efectivamente. El Papa Francisco en el primer documento “Evangelium Gaudium”, plasma que eso que dijo el Concilio en el decreto “Unitatis Redintegratio” para la dogmática, también sirve para la moral.

En la exhortación “Evangelii Gaudium” nº 36, se dice “…Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.

En el nº 37. Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6).

En el nº 246. “…Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Los misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos divididos. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio…”

En el Decreto Optatam totius nº 16. “…Renuévense igualmente las demás disciplinas teológicas por un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la salvación. Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad…”

Crisis de los misiles en Cuba. El problema de la guerra. Mentalidad nueva

Si el Concilio Vaticano II coincidió su inauguración con la crisis de los misiles en Cuba, es decir, el conflicto diplomático entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba en octubre de 1962, generado a raíz de la toma de conocimiento por parte de Estados Unidos de la existencia de bases de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en Cuba.

En 1962 la Iglesia nos hacía estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer? ¿Queremos seguir pasando el tiempo en discusiones sobre los problemas internos de la Iglesia cuando los dos tercios de la humanidad mueren de hambre? ¿Qué podemos decir nosotros ante el problema del subdesarrollo? ¿Mostramos preocupación ante los grandes problemas de la humanidad?”.

Un tema importante y de máxima actualidad es el referente a la guerra. En el Concilio Vaticano II, en la Constitución “Gaudium set Spes” nº 80, es donde explica lo de la guerra y cómo ha cambiado la situación de la guerra.

Sobre la guerra total, dice el Concilio: “…Todo esto nos obliga a examinar la guerra con mentalidad totalmente nueva. Sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy seria cuanta de sus acciones bélicas. Pues de sus determinaciones presentes dependerá en gran parte el curso de los tiempos venideros…. Toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones…”

El Papa Francisco retoma en “Fratelli Tutti”, la idea de la “mentalidad nueva”. Así en una nota dice. “Ya no sirve la teoría de la guerra justa…”

En el nº 258 “….no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!. Fue san Agustín, quien forjó la idea de la “guerra justa” que hoy ya no sostenemos, dijo que «dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que darla a los hombres con la espada» (Epístola 229, 2: PL 33, 1020).)

Y el Papa Francisco dice también que el uso del arma nuclear es inmoral. Lo dijo el Concilio Vaticano II. Hay que pensar la guerra con mentalidad nueva. El Concilio Vaticano ii aceptó la disuasión nuclear y no dijo nada de la posesión de armas nucleares. Ahora el Papa Francisco, dice que no solo el uso de armas nucleares es inmoral, sino la posesión del arma nuclear es inmoral.

Crisis de Ucrania

En 2022 la sociedad vuelve a estar en peligro de una guerra nuclear (la crisis de Ucrania).

Estamos saliendo de una pandemia cuyos efectos devastadores perdurarán durante tiempo afectando sobre todo a los países más pobres y la guerra nuclear es una nueva amenaza real con su epicentro en Ucrania. Los bloques políticos acrecientan su enfrentamiento y el armamentismo parece  ser su única alternativa de seguridad.

El papa Francisco advirtió (9-10-22) que la humanidad «atraviesa momentos difíciles» y «corre un grave peligro”. Pidió aprender de la historia y no olvidar el peligro de guerra nuclear que amenazaba el mundo hace 60 años, durante el periodo en el que inició el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962. ”No podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia?», dijo Francisco en referencia a la crisis de los misiles entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Hoy 2022 la Iglesia nos vuelve a hacer estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer ante tantas víctimas de la pobreza, frente a  “un sistema económico que mata” y ante un mundo que camina hacia su “autodestrucción” conducido  por los explotadores de la naturaleza? En pleno siglo XXI, los problemas graves de la humanidad siguen vigentes. Y la Iglesia no puede permanecer indiferente; es necesario reexaminar la enseñanza cristiana.

Una cosa es el depósito de la Fe, es decir, las verdades contenidas en nuestra doctrina, y otra el modo de proclamarlas, pero siempre en el mismo sentido y significado. La Iglesia siempre ha condenado los errores. Y en la época actual, prefiere utilizar la medicina de la misericordia antes que tomar comportamientos severos; piensa que debe responder a las necesidades de hoy exponiendo el valor de su enseñanza más claramente que condenándola”. Hoy también se quiere un aggiornamento. Es preciso abrir la Iglesia al pluralismo y diálogo con el mundo. La Iglesia “en salida”. Y urge, asimismo, que la Iglesia continúe renovándose a la luz del Evangelio.

La Iglesia en sintonía con lo signos de los tiempos

Hoy la Iglesia maneja documentos (los del Papa Francisco), que responden a una evolución de iglesia y esos documentos (los nuevos), comenzando por el documento programático: la “Evangelii Gaudium”, no ofrece dificultad alguna al Concilio Vaticano II, sino todo lo contrario, lo hace más actual, lo concreta.

Así la exhortación “Amoris Laetitia” manifiesta una orientación nueva mirando a los intereses teológicos y las sensibilidades del pueblo cristiano. La encíclica sobre la casa común supone una revolución en la línea de las encíclicas sociales. Con el término revolución quiero indicar tema nuevo.

La encíclica “Fratelli tutti” que es un cuadro de lo que podría ser el mundo entero, si se dejara guiar por el principio de la fraternidad, principio que proviene de la Revelación cristiana, pero que es compartido por otras religiones. El Papa ha querido poner esto de relieve. Y además es un principio que proviene y es consonante con la cultura occidental de la modernidad. En los números en los que alude a la guerra, suponen un cambio cualitativo del paradigma de la guerra. Y es la concreción del Concilio Vaticano II cuando dice que “hay que pensar la guerra con mentalidad totalmente nueva”. El Concilio pensó con mentalidad totalmente nueva; ahora el Papa Francisco dice que hay que pensar con mentalidad nueva la totalidad de la guerra.

Muchos, por no decir todos los problemas de interpretación teológica que hoy tienen lugar, suceden por no atender y seguir el Magisterio del Papa Francisco

Pautas a seguir

1º.- La Iglesia, como pueblo de bautizados, es el sujeto capital para la misión.

2º.- Tener siempre presente, ante los signos de los tiempos, el aggiornamento hoy vigente y del que habló el Concilio Vaticano II.

3º.- Saber leer siempre esos signos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de manera que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. Los seres humanos se hallan en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Jamás el ser humano, tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria.

4º.- Del ‘extra ecclesiam, nulla salus’ (fuera de la Iglesia, no hay salvación) al ‘extra mundum, nulla salus’ (fuera del mundo, no hay salvación); es en este mundo  donde se realiza la salvación. Y hoy se insiste y urge añadir el ‘extra pauperes, nulla salus’ (fuera de los pobres, no hay salvación). 

5º.- Se quiere pasar de una Iglesia piramidal a una Iglesia circular: de una Iglesia cerrada en sí misma, a una orientada hacia el mundo y sus problemas más urgentes, hacia los pobres, es decir, una  “Iglesia en salida”.

6º.- De una Iglesia que se situaba como centro de la humanidad y referencia imprescindible, a cuyo criterio debía someterse la sociedad y sus formas de gobierno, se pasa a una Iglesia dialogante y que se deja interpelar; de una Iglesia eclesiocéntrica a una Iglesia circuncéntrica; de una Iglesia unicéntrica a una Iglesia policéntrica y plural.

7º.- De una Iglesia jerarquizada y clerical a una iglesia de hermanos bautizados donde todos son escuchados y donde la autoridad se entiende como servicio. De una Iglesia de las periferias y de los pobres frente a una Iglesia de las catedrales y curias. Una Iglesia siempre en diálogo y teniendo como espejo el Evangelio.

8º.-El proceso sinodal, propone la renovación a fondo de la Iglesia para que caminando juntos, como Pueblo de bautizados,  seamos capaces de ofrecer esperanza y respuestas eficaces. Tenemos que aceptar la diversidad en aquello que es discutible y mostrar unidad en los principios fundamentales de nuestra fe.

9º.-Habría que aterrizar en reformas concretas que afecten tanto a la estructura clerical (centralidad de la comunidad, respeto a los carismas y a la diversidad de ministerios, elección de responsables, celibato opcional, igualdad de la mujer…) como a la pastoral (reformas de los sacramentos, economía eclesial, consejo pastoral decisorio…).

10º.-Testimoniar el rostro de una Iglesia «madre amorosa de todos, benigna, paciente, llena de misericordia», capaz de cercanía y de ternura, capaz de acompañar a quien está en la oscuridad y en la necesidad. Una Iglesia que no confía en sí misma y que no persigue el poder mundano ni el protagonismo mediático, sino que permanece humildemente detrás de su Señor, confiando sólo en Él.

«Cristo es la luz de los pueblos”. La Iglesia no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo, («fulget Ecclesia non suo sed Christi lumine»), dice san Ambrosio. Existe, pues, solo una luz: en esta única luz resplandece también la Iglesia. Si es así, entonces el anuncio del Evangelio no puede hacerse más que en el diálogo y en la libertad, renunciando a cualquier medio de coerción, ya sea material o espiritual. La sinodalidad es ante todo una manera de ser y de operar de la Iglesia.

El laico (superar la concepción de ministerios ordenados y no ordenados) debe ser considerado como sujeto de la acción eclesial y no puede ser oyente pasivo. “No hago nada sin el consejo de los presbíteros y el consenso del pueblo”, decía San Cipriano, obispo de Cartago. Y así propiciar una Iglesia que no sea clerical; una Iglesia que salga de lo ritual para ser una Iglesia más humana y cercana a todos, involucrando al mayor número posible de bautizados, sin excepción, apuntando a cambios de mentalidad.

Algo se mueve en la Iglesia y no queremos verlo

escrito por  Manu Andueza

El jueves 27 de octubre nos encontramos con un par de hechos significativos dentro del entono eclesial.

Por un lado, el cardenal Muller acudía a España, invitado por la fundación San Pablo CEU que organizaba un congreso sobre Benedicto XVI y donde participo también en el real Casino de Madrid con una conferencia sobre san Juan Pablo II. Estaba arropada por Rouco Varela, Martínez Camino, Reig Pla, Munilla. Sin ningún pudor se atrevió a lanzar la idea de que el Concilio Vaticano II suponía un peligro para la Iglesia ya que desde él esta iba a la deriva.

Por otro lado, el mismo día, se publicaba por parte de la Secretaria General del Sínodo el Documento de Trabajo para la etapa continental. Se trata de un documento honesto y valiente, que sorprende y no poco. Tal vez nunca había habido un documento eclesial como este, con una autocrítica tan clara y con tal nivel de honestidad. Intenta recoger lo que ha salido hasta ahora en los diferentes encuentros locales. Es valiente porque no esconde temas tratados que hasta ahora estaban ausentes en el diálogo eclesial público.

El documento insiste en la importancia del bautismo como elemento fundamental que otorga carácter de igualdad a todo cristiano sobre el que se sustenta la dignidad de este. Critica con dureza el clericalismo y no niega la existencia de sacerdotes y obispos instalados en él y con mentalidad de sentirse superiores que generan trabas en la sinodalidad eclesial.

Con la imagen tomada de Isaías de ensanchar la tienda aboga claramente por escuchar, acoger y dar palabra dentro de la Iglesia, citando directamente a colectivos que han sido obviados y que no pueden ni deben ser silenciados. Aquí encontramos a las mujeres -insiste mucho en su participación dentro de la Iglesia-, divorciadoscolectivo LGTIBQ, curas que han abandonado el ministerio para casarse, hijos de curas -reconoce su existencia y dice que no pueden ser olvidados-, personas con discapacidades, los jóvenes, empobrecidos, ancianos, pobres, pueblos indígenas, alcohólicos, drogadictos, presos, víctimas de abusos (dentro y fuera de la Iglesia), personas abandonadas, quienes han caído en la delincuencia y la prostitución, colectivos marginados…

El documento insiste en el diálogo, en la participación y en la corresponsabilidad. También alude al miedo de muchos a que esto no suponga nada dentro de la Iglesia o no genere ningún cambio.

Todo ello supone modificar estructuras e instituciones. Lo afronta de cara, sin miedo y como pregunta, de manera que permita generar modelos y espacios de sinodalidad. No es una tarea cerrada, sino una labor a trabajar en la que todos tenemos algo que aportar. Por ejemplo, pide ayuda a las facultades de teología para dar razón y formar en estos espacios de sinodalidad así como en la reflexión de las experiencias y prácticas que se están dando. Insiste mucho en la formación de una cultura sinodal para que los cambios necesarios puedan darse. Y todo ello sin olvidar en ningún momento la importancia de la espiritualidad y el arraigo de la sinodalidad en la liturgia.

Acaba el documento indicando cuáles son los siguientes pasos a dar. Pasos que tendrían que llevarnos a un camino de conversión y reforma.

Habrá que ver a donde nos lleva todo esto. Conscientes de las dificultades que hay, y de la oposición a dichas modificaciones en la Iglesia como pudo verse en el encuentro en que participó el Cardenal Muller, podemos afirmar que la tarea no es sencilla. Pero al mismo tiempo se van abriendo nuevas ventanas en la Iglesia que pueden permitir respirar otros aires, posiblemente más evangélicos, que algunos de los actuales.

Habrá que ver si el Sínodo posibilita realmente un cambio en las dinámicas eclesiales. Sería interesante que como mínimo se pudieran generar nuevas maneras de organización local que posibiliten los cambios y acogidas que el documento, después de escuchar la voz de muchas personas, invita a realizar. Esperemos a ver qué pasa.

De momento, no perdamos la esperanza -que no es lo mismo que optimismo- y preparémonos para lo que vaya viniendo. Acabo recomendando la charla inaugural del curso en Cristianisme i Justícia, a cargo de Cristina Inogés, en total sintonía con el documento aquí comentado

La Iglesia en Sinodalidad (I)

Por Prisciliano Cordero del Castillo 

El papa Francisco, en su esfuerzo por acercar la Iglesia a una sociedad cada vez más secularizada y cambiante, ha diseñado un nuevo método que ha llamado «Sínodo de la Sinodalidad» y que consiste en un camino de reflexión que implica a todos los bautizados: obispos, sacerdotes y laicos y les compromete a participar de forma más activa en la vida de la Iglesia. Pero, qué es un sínodo? El Sínodo es un organismo consultivo creado por Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II, para pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando al Papa sobre asuntos de interés universal. Por su parte, la Sinodalidad es un proceso de reflexión que involucra a millones de bautizados  (sacerdotes, religiosos, laicos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos…) para mejorar la participación de todos los creyentes en la misión que tiene la Iglesia de llevar el Evangelio al mundo de hoy. La convocatoria del Sínodo sobre la Sinodalidad se ha convertido en el proceso consultivo más extenso que jamás haya tenido la Iglesia.

El Sínodo de la Sinodalidad se inauguró en el Vaticano el 9 de octubre de 2021. Luego, durante varios meses, se desarrolló una fase diocesana de consulta a las iglesias locales, y un año después, en octubre de 2022, se abrió la fase continental, para que las Conferencias Episcopales de todo el mundo profundicen en las conclusiones de las Iglesias locales. Esta fase durará hasta octubre de 2023. El itinerario sinodal supone una fase diocesana: octubre 2021-agosto 2022, ya realizada; una fase continental: de octubre de 2022 a marzo de 2023, en proceso de realización; y una fase de la Iglesia universal, que se realizará en octubre de 2023 y octubre 2024.

En la fase diocesana, las Iglesias particulares y otros grupos eclesiales reflexionaron a partir del Documento Preparatorio, enviado por Roma para consultar la opinión del total de los creyentes. Al finalizar esta etapa, cada diócesis envió sus conclusiones a su Conferencia Episcopal. Por su parte, cada conferencia episcopal redactó una síntesis para enviar a Roma. Roma recibió también las aportaciones del resto de organismos e instituciones a los que había enviado el Documento Preparatorio y con todas las contribuciones redactó el Documento para la Etapa Continental.

Tres meses después de la apertura del proceso sinodal, la Secretaría General del Sínodo expresaba su «gran satisfacción» por el progreso del Sínodo a nivel local. También afirmaba que el Sínodo ha sido acogido «con alegría y entusiasmo» en países de África, América Latina y Asia.

Por otra parte, el documento redactado cita como dificultades  «el miedo y la reticencia que se dan entre algunos grupos de fieles y entre el clero» y  «cierta desconfianza entre los laicos, que dudan que su contribución sea realmente tenida en cuenta». Otras complicaciones añadidas son la pandemia, que limitó las reuniones presenciales; la necesidad de formación, para que el Sínodo «no se reduzca a un debate parlamentario»; la necesidad de encontrar formas para mejorar la participación de los jóvenes; la implicación de personas que viven al margen de las instituciones eclesiales.

Como conclusión, «la novedad del proceso sinodal» está suscitando «mucha alegría y dinamismo», pero también «una serie de incertidumbres  que deben ser abordadas», reconocen desde la Secretaría General.

La segunda fase del Sínodo de la Sinodalidad terminará en marzo de 2023. El objetivo es que la Iglesia, a nivel continental o regional, dialogue sobre las aportaciones realizadas por las Iglesias particulares. Sigue siendo un tiempo de escucha y de discernimiento de todo el pueblo de Dios para reflexionar sobre el tema principal del Sínodo: «Cómo caminamos juntos hoy».

Cuando le preguntaron al secretario general del Sínodo, el cardenal Grech, ¿cómo iban a funcionar estas asambleas continentales?, respondió que eso dependía de cada asamblea, pues son estas las que deciden donde se reunirán y quienes participarán. Y añadió que los organizadores europeos «ya han decidido celebrar la asamblea continental en Praga, en febrero de 2023».

La fase continental debe basarse en el documento de trabajo redactado a partir de las conclusiones de la fase diocesana, que establece que  «es necesaria una reforma permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo». No toma una postura definitiva sobre los asuntos más polémicos que han aparecido en la fase diocesana, como el papel de la mujer en la Iglesia, el acceso a la comunión de divorciados vueltos a casar, las reformas en los ministerios o las bendiciones a parejas homosexuales.

La fase continental terminará con un documento final por cada región, que remitirán a Roma. Con todo este material, la Secretaría General Permanente del Sínodo redactará un informe (el Instrumentum laboris), que será enviado a los padres sinodales para la primera sesión de la Asamblea episcopal, en octubre de 2023. Esta asamblea, una vez estudiado el informe, redactará el documento final que presentarán al papa Francisco.

Este es el largo recorrido que tiene que hacer la sinodalidad para hacer llegar al papa Francisco lo que piensan las bases de la Iglesia.

De aquella magna asamblea (Concilio Vaticano II) al Sínodo presente

La finalidad del Sínodo al igual que el Concilio Vaticano II, sigue siendo “comunión participación y misión”. El Concilio Vaticano II se hizo a sí mismo. A eso hoy día, el moralista Marciano Vidal, lo llama “empoderamiento”. Se empoderó. Fue una “intuición”. “…Que entendí como voz de lo alto…” dijo Juan XXIII …Fue un toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los ojos y en el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se despertó repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del Concilio…”. Esa intuición era algo inaudito. No se comprendía. “Sentí por dentro una intuición que yo comprendí como voz del Espíritu Santo…” (Juan XXIII)

Necesidad de empoderamiento

Por empoderamiento se conoce el proceso por medio del cual se dota a un individuo, comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial, todo esto con el objetivo de que pueda mejorar.

La palabra, proviene del inglés, del verbo to empower, que en español se traduce como ‘empoderar’, del cual a su vez se forma el sustantivo empoderamiento.

Empoderar, significa desarrollar el potencial y la importancia de las acciones y decisiones para afectar su vida positivamente. El empoderamiento se refiere, al proceso de conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social. En el plano individual, el empoderamiento se refiere a la importancia de que las personas desarrollen capacidades y habilidades para que puedan hacer valer su rol y mejorar su situación.

En el discurso inaugural de Juan XXIII “Gaudet Mater Ecclesia” (11 de octubre de 1962, se dijo:
“…Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa estimación…La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos…Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral…”

Juan XXIII cambió la relación de la Iglesia con el mundo. Hay que ser amigos. El mundo es de verdad en donde tenemos que realizarnos. El Concilio hoy renace en el Camino Sinodal. El Camino Sinodal tiene que “empoderarse”. El Concilio fue Concilio Vaticano II ecuménico porque se empoderó. El Camino Sinodal será Camino Sinodal si se empodera.

De la teología del Vaticano II al Camino Sinodal. “Jerarquía de verdades”

Algunos ejemplos ilustrativos. En el decreto “Unitatis Redintegratio” , se dice en relación con “la forma de expresar y de exponer la doctrina de la fe“ (nº11) que “… finalmente, en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bien imbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden o «jerarquía» de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. De esta forma se preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las incalculables riquezas de Cristo (Cf. Ef., 3,8)”.

Creer en la divinidad de Cristo, no es lo mismo que creer en las prácticas de ayuno y abstinencia. Hay una “jerarquía de verdades”; por lo tanto cuando dialoguemos, sepamos tener en cuenta la jerarquía en los temas motivo de diálogo. Y lo mismo se puede decir en el modo y contenido de las predicaciones.

·…en el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación…”

En el campo de la moral, también hay jerarquía de verdades. Efectivamente. El Papa Francisco en el primer documento “Evangelium Gaudium”, plasma que eso que dijo el Concilio en el decreto “Unitatis Redintegratio” para la dogmática, también sirve para la moral.

En la exhortación “Evangelii Gaudium” nº 36, se dice “…Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.

En el nº 37. Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6).

En el nº 246. “…Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Los misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos divididos. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio…”

En el Decreto Optatam totius nº 16. “…Renuévense igualmente las demás disciplinas teológicas por un contacto más vivo con el misterio de Cristo y la historia de la salvación. Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad…”

Crisis de los misiles en Cuba. El problema de la guerra. Mentalidad nueva

Si el Concilio Vaticano II coincidió su inauguración con la crisis de los misiles en Cuba, es decir, el conflicto diplomático entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba en octubre de 1962, generado a raíz de la toma de conocimiento por parte de Estados Unidos de la existencia de bases de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en Cuba.

En 1962 la Iglesia nos hacía estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer? ¿Queremos seguir pasando el tiempo en discusiones sobre los problemas internos de la Iglesia cuando los dos tercios de la humanidad mueren de hambre? ¿Qué podemos decir nosotros ante el problema del subdesarrollo? ¿Mostramos preocupación ante los grandes problemas de la humanidad?”.

Un tema importante y de máxima actualidad es el referente a la guerra. En el Concilio Vaticano II, en la Constitución “Gaudium set Spes” nº 80, es donde explica lo de la guerra y cómo ha cambiado la situación de la guerra.

Sobre la guerra total, dice el Concilio: “…Todo esto nos obliga a examinar la guerra con mentalidad totalmente nueva. Sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy seria cuanta de sus acciones bélicas. Pues de sus determinaciones presentes dependerá en gran parte el curso de los tiempos venideros…. Toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones…”

El Papa Francisco retoma en “Fratelli Tutti”, la idea de la “mentalidad nueva”. Así en una nota dice. “Ya no sirve la teoría de la guerra justa…”

En el nº 258 “….no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!. Fue san Agustín, quien forjó la idea de la “guerra justa” que hoy ya no sostenemos, dijo que «dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que darla a los hombres con la espada» (Epístola 229, 2: PL 33, 1020).)

Y el Papa Francisco dice también que el uso del arma nuclear es inmoral. Lo dijo el Concilio Vaticano II. Hay que pensar la guerra con mentalidad nueva. El Concilio Vaticano ii aceptó la disuasión nuclear y no dijo nada de la posesión de armas nucleares. Ahora el Papa Francisco, dice que no solo el uso de armas nucleares es inmoral, sino la posesión del arma nuclear es inmoral.

Crisis de Ucrania

En 2022 la sociedad vuelve a estar en peligro de una guerra nuclear (la crisis de Ucrania).

Estamos saliendo de una pandemia cuyos efectos devastadores perdurarán durante tiempo afectando sobre todo a los países más pobres y la guerra nuclear es una nueva amenaza real con su epicentro en Ucrania. Los bloques políticos acrecientan su enfrentamiento y el armamentismo parece  ser su única alternativa de seguridad.

El papa Francisco advirtió (9-10-22) que la humanidad «atraviesa momentos difíciles» y «corre un grave peligro”. Pidió aprender de la historia y no olvidar el peligro de guerra nuclear que amenazaba el mundo hace 60 años, durante el periodo en el que inició el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962. ”No podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia?», dijo Francisco en referencia a la crisis de los misiles entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Hoy 2022 la Iglesia nos vuelve a hacer estas preguntas: ¿Qué vamos a hacer ante tantas víctimas de la pobreza, frente a  “un sistema económico que mata” y ante un mundo que camina hacia su “autodestrucción” conducido  por los explotadores de la naturaleza? En pleno siglo XXI, los problemas graves de la humanidad siguen vigentes. Y la Iglesia no puede permanecer indiferente; es necesario reexaminar la enseñanza cristiana.

Una cosa es el depósito de la Fe, es decir, las verdades contenidas en nuestra doctrina, y otra el modo de proclamarlas, pero siempre en el mismo sentido y significado. La Iglesia siempre ha condenado los errores. Y en la época actual, prefiere utilizar la medicina de la misericordia antes que tomar comportamientos severos; piensa que debe responder a las necesidades de hoy exponiendo el valor de su enseñanza más claramente que condenándola”. Hoy también se quiere un aggiornamento. Es preciso abrir la Iglesia al pluralismo y diálogo con el mundo. La Iglesia “en salida”. Y urge, asimismo, que la Iglesia continúe renovándose a la luz del Evangelio.

La Iglesia en sintonía con lo signos de los tiempos

Hoy la Iglesia maneja documentos (los del Papa Francisco), que responden a una evolución de iglesia y esos documentos (los nuevos), comenzando por el documento programático: la “Evangelii Gaudium”, no ofrece dificultad alguna al Concilio Vaticano II, sino todo lo contrario, lo hace más actual, lo concreta.

Así la exhortación “Amoris Laetitia” manifiesta una orientación nueva mirando a los intereses teológicos y las sensibilidades del pueblo cristiano. La encíclica sobre la casa común supone una revolución en la línea de las encíclicas sociales. Con el término revolución quiero indicar tema nuevo.

La encíclica “Fratelli tutti” que es un cuadro de lo que podría ser el mundo entero, si se dejara guiar por el principio de la fraternidad, principio que proviene de la Revelación cristiana, pero que es compartido por otras religiones. El Papa ha querido poner esto de relieve. Y además es un principio que proviene y es consonante con la cultura occidental de la modernidad. En los números en los que alude a la guerra, suponen un cambio cualitativo del paradigma de la guerra. Y es la concreción del Concilio Vaticano II cuando dice que “hay que pensar la guerra con mentalidad totalmente nueva”. El Concilio pensó con mentalidad totalmente nueva; ahora el Papa Francisco dice que hay que pensar con mentalidad nueva la totalidad de la guerra.

Muchos, por no decir todos los problemas de interpretación teológica que hoy tienen lugar, suceden por no atender y seguir el Magisterio del Papa Francisco

Pautas a seguir

1º.- La Iglesia, como pueblo de bautizados, es el sujeto capital para la misión.

2º.- Tener siempre presente, ante los signos de los tiempos, el aggiornamento hoy vigente y del que habló el Concilio Vaticano II.

3º.- Saber leer siempre esos signos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de manera que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. Los seres humanos se hallan en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Jamás el ser humano, tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria.

4º.- Del ‘extra ecclesiam, nulla salus’ (fuera de la Iglesia, no hay salvación) al ‘extra mundum, nulla salus’ (fuera del mundo, no hay salvación); es en este mundo  donde se realiza la salvación. Y hoy se insiste y urge añadir el ‘extra pauperes, nulla salus’ (fuera de los pobres, no hay salvación). 

5º.- Se quiere pasar de una Iglesia piramidal a una Iglesia circular: de una Iglesia cerrada en sí misma, a una orientada hacia el mundo y sus problemas más urgentes, hacia los pobres, es decir, una  “Iglesia en salida”.

6º.- De una Iglesia que se situaba como centro de la humanidad y referencia imprescindible, a cuyo criterio debía someterse la sociedad y sus formas de gobierno, se pasa a una Iglesia dialogante y que se deja interpelar; de una Iglesia eclesiocéntrica a una Iglesia circuncéntrica; de una Iglesia unicéntrica a una Iglesia policéntrica y plural.

7º.- De una Iglesia jerarquizada y clerical a una iglesia de hermanos bautizados donde todos son escuchados y donde la autoridad se entiende como servicio. De una Iglesia de las periferias y de los pobres frente a una Iglesia de las catedrales y curias. Una Iglesia siempre en diálogo y teniendo como espejo el Evangelio.

8º.-El proceso sinodal, propone la renovación a fondo de la Iglesia para que caminando juntos, como Pueblo de bautizados,  seamos capaces de ofrecer esperanza y respuestas eficaces. Tenemos que aceptar la diversidad en aquello que es discutible y mostrar unidad en los principios fundamentales de nuestra fe.

9º.-Habría que aterrizar en reformas concretas que afecten tanto a la estructura clerical (centralidad de la comunidad, respeto a los carismas y a la diversidad de ministerios, elección de responsables, celibato opcional, igualdad de la mujer…) como a la pastoral (reformas de los sacramentos, economía eclesial, consejo pastoral decisorio…).

10º.-Testimoniar el rostro de una Iglesia «madre amorosa de todos, benigna, paciente, llena de misericordia», capaz de cercanía y de ternura, capaz de acompañar a quien está en la oscuridad y en la necesidad. Una Iglesia que no confía en sí misma y que no persigue el poder mundano ni el protagonismo mediático, sino que permanece humildemente detrás de su Señor, confiando sólo en Él.

«Cristo es la luz de los pueblos”. La Iglesia no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo, («fulget Ecclesia non suo sed Christi lumine»), dice san Ambrosio. Existe, pues, solo una luz: en esta única luz resplandece también la Iglesia. Si es así, entonces el anuncio del Evangelio no puede hacerse más que en el diálogo y en la libertad, renunciando a cualquier medio de coerción, ya sea material o espiritual. La sinodalidad es ante todo una manera de ser y de operar de la Iglesia.

El laico (superar la concepción de ministerios ordenados y no ordenados) debe ser considerado como sujeto de la acción eclesial y no puede ser oyente pasivo. “No hago nada sin el consejo de los presbíteros y el consenso del pueblo”, decía San Cipriano, obispo de Cartago. Y así propiciar una Iglesia que no sea clerical; una Iglesia que salga de lo ritual para ser una Iglesia más humana y cercana a todos, involucrando al mayor número posible de bautizados, sin excepción, apuntando a cambios de mentalidad.

Por José Manuel Coviella Corripio

Síntesis de la Fase Diocesana del Sínodo

Ha llegado la hora de los laicos en la Iglesia

Por Prisciliano Cordero del Castillo

El informe de la CEE Síntesis sobre la fase diocesana del Sínodo sobre la sinodalidad de la Iglesia que peregrina en España, publicado el 11 de junio de 2022, resume el trabajo realizado en la primera fase del Sínodo en las distintas diócesis, parroquias y agrupaciones de la Iglesia en España. En esta primera fase «han participado 14.000 grupos sinodales que han implicado a más de 215.000 personas, en su mayor parte laicos, también consagrados, religiosos, sacerdotes y obispos. Se han involucrado las 70 diócesis, con 13.500 grupos parroquiales, numerosas congregaciones religiosas y 11 Confer regionales, 215 monasterios de clausura, 20 Cáritas diocesanas, 37 movimientos y asociaciones laicales, 21 institutos seculares», según dice el mismo informe.

El Sínodo, entre otras aportaciones, ha puesto de manifiesto las dos realidades de la Iglesia: el clericalismo y el laicado.  Los clérigos creen tener todas las respuestas y el poder para decir a los fieles lo que pueden y no pueden hacer.  Los laicos, por su parte, creen que el trabajo en la iglesia es cosa de los curas.  A los laicos nunca se les ha pedido que hagan otra cosa que rezar, colaborar económicamente y obedecer, entonces pueden pensar, ¿para qué molestarse? Esa realidad fue sostenible cuando había muchos sacerdotes y religiosos.  Pero hoy, la situación ha cambiado, el número de sacerdotes y religiosos se ha reducido tanto que la Iglesia está en serio declive.

El Papa Francisco se ha enfrentado al clericalismo, diciendo a los obispos que no actúen como príncipes y a los sacerdotes que sean más pastores.  Con el Sínodo también está llamando a los laicos a dar un paso adelante y ocupar su puesto en la iglesia. En este proceso sinodal es especialmente importante que el clero escuche a los laicos, pero también es importante que los laicos se escuchen unos a otros.

En las sesiones sinodales se denunciaron las heridas causadas por el escándalo de la pederastia en la iglesia y, en ocasiones, por el abuso de poder, que han creado una necesidad de curación y un fuerte deseo de comunión y sentido de pertenencia.

Además, en estas sesiones se puso de manifiesto el deseo de los laicos de «acercarse a Dios y a los demás a través de un conocimiento más profundo de las Escrituras, la oración y las celebraciones sacramentales, especialmente la Eucaristía».

Las cuestiones más destacadas, referidas al interior de la Iglesia y a su papel en la sociedad: «Comunión, comunidad, escucha y diálogo, corresponsabilidad, formación, presencia pública y misión», han estado presentes en las aportaciones de los grupos sinodales.

 Pero junto a ellas, aparecen con fuerza algunos temas específicos, como: el papel de la mujer en la Iglesia; la escasa presencia y participación de los jóvenes en la Iglesia; la familia como ámbito prioritario de evangelización; el tema de los abusos sexuales y de poder; la necesidad de institucionalizar y potenciar los ministerios laicales; el diálogo con las demás confesiones cristianas y con otras religiones.

También señala el informe de la CEE algunas otras cuestiones relevantes que han surgido en el diálogo sinodal. Estas son: potenciar la presencia de la Iglesia en el mundo rural; la religiosidad popular como cauce de evangelización en un mundo secularizado; la pastoral de los mayores; la atención a determinados colectivos, tales como presos, enfermos o inmigrantes; el celibato opcional en el caso de los presbíteros y la ordenación de casados; y también el tema de la ordenación de las mujeres.

A la luz del trabajo realizado, «el deseo más común mencionado en las consultas sinodales fue el de ser una Iglesia más acogedora, donde todos los miembros del Pueblo de Dios puedan encontrar un acompañamiento en el camino».

La Iglesia española siente la necesidad de caminar juntos en los aspectos que la definen: la comunión y la misión. Esta llamada implica: crecer en sinodalidad, promover la participación de los laicos y superar el clericalismo. «La promoción del laicado implica y exige la superación del clericalismo como una inercia de tiempos pasados, en los que todas las responsabilidades recaían en la figura del sacerdote. Esa superación implica también vencer la pasividad y la falta de implicación de muchos fieles laicos en la edificación de la Iglesia».

Por último, el informe del Sínodo, plantea una serie de propuestas a nivel parroquial, diocesano y de Iglesia universal.

Todo este trabajo parece estar en sintonía con el papa Francisco cuando dice: «La gente quiere que la Iglesia sea un hogar para los heridos y quebrantados, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia encuentre a las personas donde están, donde sea que estén, y camine con ellas en lugar de juzgarlas». Nada de esto puede sorprender a quienes estén familiarizados con la investigación de encuestas sobre el laicado católico.  Lo que es nuevo aquí es un proceso respaldado por el Papa que permite a los laicos exponer públicamente sus puntos de vista. Los laicos ya han hablado. ¿Habrá alguien que los escuche?

Decálogo sinodal  

  escrito por  Victor Codina

 En forma de decálogo, una sencilla introducción al sínodo y a la sinodalidad eclesial.

Sínodo, etimológicamente, significa camino conjunto o comunidad en camino; implica dos dimensiones, la comunitaria y la dinámica.

Aplicado a la Iglesia significa el “nosotros eclesial”, la comunidad de Jesús que camina hacia el Reino de Dios.

Su fundamento teológico es trinitario, la Iglesia significa y es sacramento de la comunión trinitaria, que por la fuerza del Espíritu de Jesús camina hacia el Reino de Dios

En el Nuevo Testamento encontramos algunos ejemplos de sinodalidad, como la vida de la primera comunidad de Jerusalén (Hechos de los Apóstoles 2, 42-47) y el Concilio de Jerusalén: “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” (Hechos de los Apóstoles 15,28).

Esta dimensión comunitaria en la que todos participan en aquello que afecta a todos, se perdió en la época de Cristiandad. El Concilio Vaticano II (1962-1965) la recuperó al presentar la Iglesia como Pueblo de Dios (Lumen Gentium II), donde todos hemos recibido el bautismo de Jesús y la unción del Espíritu, todos poseemos el sentido de la fe por la que el Pueblo de Dios es infalible en su creencia (Lumen Gentium 12).

El papa Francisco ha asumido estas orientaciones del Vaticano II y propone la sinodalidad como el estilo peculiar para la Iglesia del tercer milenio y convoca un Sínodo para 2023-2024 sobre la sinodalidad, “Iglesia: comunión, participación y misión”, con una participación previa en las Iglesias locales (diocesanas, nacionales y continentales).

La finalidad del Sínodo no es producir documentos, sino hacer que germinen sueños, profecías, esperanzas e ilusiones, curar heridas, tejer relaciones, aprender unos de otros, crear un imaginario positivo que ilumine la mente, enardezca el corazón y fortalezca las manos.

Esto supone una gran conversión eclesial, se trata de una gran reforma de la Iglesia, edificar una pirámide invertida, significa superar todo clericalismo y elitismo jerárquico, religioso, espiritual y cultural.

No desaparecen los diversos carismas eclesiales, jerárquicos y no jerárquicos, don del Espíritu (Lumen gentium 4), sino que se sitúan en diálogo y comunión eclesial, pues lo que nos une a todos es más que las diferencias eclesiales y carismáticas.

La dificultad mayor es doble:

Que clérigos y vida religiosa dejemos el protagonismo y prepotencia que hemos tenido a menudo e imitemos a Jesús que lavó los pies a los discípulos.

Que el laicado abandone la pasividad y que todos y todas asuman el rol que les corresponde como bautizados en la misión de la Iglesia e imiten a los discípulos, hombres y mujeres, que seguían a Jesús por los caminos de Galilea.

La sinodalidad es un proceso, no se limita a preparar el Sínodo 2023-2024, sino que supone iniciar un dinamismo de diálogo y participación que incluya a comunidades, movimientos e instituciones eclesiales, seminarios, etc. en los diferentes ámbitos: evangelización, formación, catequesis, liturgia, pastoral , juventud, gobierno, administración económica, obras sociales, diálogo con otras culturas y religiones, escuchar la voz de los excluidos y descartados sociales y eclesiales, ser hospital de campaña que acoge a todos, etc. Cuanto antes se comience este proceso, tanto mejor.

Etapa Continental del Sínodo

En camino a la Etapa Continental del proceso sinodal

En camino a la Etapa Continental del proceso sinodal

Esperemos que esta fase continental lleve a los participantes a ¡Escuchar! y a buscar respuestas efectivas. De no hacerlo, una vez más la Iglesia va a quedar muy rezagada y, simplemente, el Pueblo de Dios, no esperará más respuestas, sino que vivirá su fe -como ya lo están haciendo muchos- de manera sincera, pero sin pertenencia eclesial

Tal vez el punto que sigue mostrando su irreversibilidad es la urgencia de “repensar la participación de las mujeres”: hay una creciente conciencia sobre la participación plena de las mujeres en la vida de la Iglesia porque ellas son las que más viven la pertenencia eclesial y, sin embargo, son los varones los que toman las decisiones

Lo primero que salta a la vista es la premura del tiempo. ¿Cómo movilizar una reflexión sinodal continental en cinco meses cuando ha sido tan difícil lograr involucrar al pueblo de Dios en todo un año de trabajo local?

Por Consuelo Vélez

Documento Asamblea Eclesial: Evangelización inculturada, formación para superar el clericalismo y mujeres protagonistas
Documento Asamblea Eclesial: Evangelización inculturada, formación para superar el clericalismo y mujeres protagonistas

Con fecha 24 de octubre se publicó el Documento de la Etapa Continental (DEC) del proceso sinodal. Con este documento que consta de 109 numerales y 4 partes (La experiencia del proceso sinodal, A la escucha de las Escrituras, Hacia una Iglesia sinodal misionera y Próximos pasos) se da comienzo a la segunda fase que tendrá dos momentos: elaboración de documentos continentales hasta el 31 de marzo de 2023 y elaboración del Instrumentum laboris hasta junio de 2023. Este documento de trabajo se llevaría a la primera asamblea sinodal en octubre 2023. El título del DEC “Ensancha el espacio de tu tienda” (Is 54, 2) marca una intencionalidad fundamental: la Iglesia necesita convertirse en un espacio capaz de vivir la comunión, la participación y la misión a la que está llamada (n.10). También necesita ser una Iglesia menos de mantenimiento y conservación y más una Iglesia misionera (n. 99)

Lo primero que salta a la vista es la premura del tiempo¿Cómo movilizar una reflexión sinodal continental en cinco meses cuando ha sido tan difícil lograr involucrar al pueblo de Dios en todo un año de trabajo local? El DEC trata de facilitar el proceso recordando el método de conversación espiritual usado en la primera fase: (1) que cada participante tome la palabra (2) la resonancia de la escucha a los demás y (3) el discernimiento (n. 109). También el DEC señala las tres preguntas que, una vez trabajadas en las Iglesias locales, se han de considerar en los encuentros continentales: (1) ¿Qué resuena más fuertemente de las experiencias y realidades concretas de la Iglesia en el continente? (2) ¿Qué tensiones o divergencias sustanciales surgen desde la perspectiva del continente y que han de abordarse en las próximas fases del proceso? (3) ¿Cuáles son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que han de ser discutidas? (n.106)

Desde el inicio se advierte que este documento no es un documento conclusivo, ni un documento del magisterio, ni un informe de una encuesta sociológica, ni ofrece las indicaciones para el camino a seguir. Pretende ser un documento fruto de haber escuchado la voz del Espíritu por parte del Pueblo de Dios, permitiendo que surja su sensus fidei y está orientado al servicio de la misión de la Iglesia (n. 8). Retoma algunas citas textuales de las síntesis de algunas conferencias episcopales, otras veces dice que alguna petición fue reiterada por muchas conferencias y otras que fue una petición más aislada.

Veamos algunos de los logros y desafíos que el documento señala. Entre los logros reconoce que la primera fase de escucha alimentó el deseo de una Iglesia cada vez más sinodal (n. 3), despertó en los fieles laicos, la idea y el deseo de implicarse en la vida de la Iglesia (n. 15), fortaleció el sentimiento de pertenencia y la toma de conciencia, a nivel práctico, de que la Iglesia no son sólo los sacerdotes y los obispos (n. 16). Además, se valoró el método de la conversación espiritual que permitió mirar la vida de la Iglesia y llamar por su nombre tanto a las luces como a las sombras (n. 17). Una idea teológica fundamental que, se repite varias veces, es la afirmación de la dignidad común de todos los bautizados, auténtico pilar de la Iglesia sinodal y fundamento teológico de esa unidad (n. 9; 22), reconociendo que aún falta desarrollar más esta teología bautismal (n. 66).

Los frutos de la fase de escucha, el documento los expresó mediante cinco tensiones creativas: (1) La escucha, (2) El impulso hacia la misión, (3) La misión ha de asumirse con la participación y corresponsabilidad de todos los bautizados, (4) La construcción de estructuras e instituciones que hagan posible la vivencia de la comunión, la participación y la misión, (5) La liturgia, especialmente la liturgia eucarística en la que de hecho se vive la comunión, la participación y la misión (n. 11).

Entre las dificultades que se anotan está la resistencia que mostraron algunos sectores de la jerarquía y del laicado, el escepticismo frente a la posibilidad de que la iglesia cambie (n.18.19), el escándalo por los abusos cometidos por parte del clero (n. 20) y los conflictos armados y políticos de diferentes países que hacen muy difícil la vida de sus gentes, incluida la de los cristianos (n. 21)

Los desafíos que se plantearon fueron muchos por lo que no es fácil resumirlos, más cuando se expresaron de diversas maneras a lo largo del documento. Destaquemos algunos: la dificultad de escuchar profundamente y aceptar ser transformado por esa escucha. Constatar los obstáculos estructurales que lo impiden como, por ejemplo, las estructuras jerárquicas que favorecen las tendencias autocráticas (n. 33). La ausencia de los jóvenes en el proceso sinodal y su ausencia, cada vez mayor, en la vida de la Iglesia (n.35). La falta de estructuras y formas adecuadas para acompañar a las personas con discapacidad (n. 36). La defensa de la vida frágil y amenazada en todas sus etapas (n. 37). La falta de una respuesta adecuada a los divorciados vueltos a casar, a los padres y madres solteros, a los que viven un matrimonio polígamo, a las personas LGTBQ y a los que han dejado el ministerio ordenado para casarse (n. 39). Muchos en la Iglesia se sienten excluidos: los pobres de las periferias, los ancianos solos, los pueblos indígenas, los emigrantes, los niños de la calle, los alcohólicos y drogadictos, los que han caído en manos de la delincuencia, las personas que ejercen la prostitución como única manera de sobrevivencia, las víctimas de trata de personas, los supervivientes de abusos, los presos y muchos otros por razones de raza, etnia, género, cultura y sexualidad (n. 40). Sobre algunos temas como el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres, los sacerdotes casados, el celibato, el divorcio, las segundas nupcias, la homosexualidad y las personas LGBTQIA+ se pide una respuesta por parte de la Iglesia (n. 51). La liturgia que ocupa un lugar central en la vida cristiana ha de manifestar la dimensión sinodal fomentando una participación más activa de todos los miembros y favoreciendo las diferencias (n. 91.93) pero queda una preocupación por la añoranza del rito prevaticano (n. 38-92): no hay duda que la “involución eclesial” vivida en los anteriores pontificados ha dejado hondas secuelas de retroceso que en el documento se expresan como falta de inclusión de esa perspectiva. Es un serio interrogante.

También el DEC se refiere a una Iglesia que se deje interpelar por los retos del mundo actual y responda a ellos con transformaciones concretas (n. 42.43. 44). Que escuche el grito de los pobres y el clamor de la tierra que, en este momento, ya no son opcionales (n. 45). Que participe en la construcción de la paz y la reconciliación, el debate público y el compromiso con la justicia, como parte de su misión (n. 46). Que sea promotora del diálogo ecuménico e interreligioso porque no hay sinodalidad completa si no hay diálogo entre los cristianos (n. 22. 47.48.49) y también del diálogo intercultural capaz de apreciar las diferencias culturales para entenderlas como un factor de crecimiento. En este aspecto ocupan un lugar central los pueblos indígenas a quienes habría que pedirles perdón por haber sido cómplices de su opresión, pero también asumiendo la responsabilidad de articular sus creencias con las enseñanzas de la Iglesia en un proceso de discernimiento y acción creativa (n. 53.54.55.56). Una iglesia que deje de construirse en torno al ministerio ordenado y se convierta en una Iglesia toda ella ministerial (n. 67).

Otros aspectos de los que se ha hablado bastante, son la necesidad de liberar a la Iglesia del clericalismo (n. 58), predicar homilías centradas en la Palabra de Dios y con un lenguaje que el Pueblo de Dios entienda (n. 93.95), renovar las estructuras eclesiales para que sean sinodales -y para esto es indispensable revisar el Derecho Canónico y una formación en la sinodalidad- (n. 72-82-83), cultivar la espiritualidad de la sinodalidad (n. 84), ser una institución transparente en todos sus procesos y contar con personas competentes profesionalmente para el desarrollo de algunas funciones económicas y de gobierno (n.79).

Pero tal vez el punto que sigue mostrando su irreversibilidad es la urgencia de “repensar la participación de las mujeres”: hay una creciente conciencia sobre la participación plena de las mujeres en la vida de la Iglesia porque ellas son las que más viven la pertenencia eclesial y, sin embargo, son los varones los que toman las decisiones. También se denuncia que en el lenguaje de la Iglesia el sexismo está muy extendido, las mujeres son excluidas de funciones importantes en la vida de la Iglesia, no reciben un salario justo por las tareas que realizan y las religiosas suelen ser consideradas mano de obra barata (n. 60-63). Casi todas las síntesis plantean la cuestión de la participación plena e igualitaria de las mujeres, pero no todas responden de la misma manera y piden el discernimiento sobre cuestiones específicas: el papel activo de las mujeres en las estructuras de gobierno de los organismos eclesiásticos, la posibilidad de que las mujeres prediquen en los ambientes parroquiales y el diaconado femenino. Sobre la ordenación de las mujeres algunas síntesis la reclaman y otras la consideran una cuestión cerrada (n. 64).

Todo lo que hemos presentado del DEC no es desconocidoDe todos esos temas hemos hablado, cuestionado, reflexionado. Muchas veces hemos dicho que no entendemos por qué cuesta tanto trabajo dar pasos para dar respuestas efectivas. No sé si es suficiente hablar de que hay resistencia al proceso sinodal. Hay resistencias a escuchar los signos de los tiempos, a través de los cuales habla el Espíritu.Esperemos que esta fase continental lleve a los participantes a ¡Escuchar! y a buscar respuestas efectivas. De no hacerlo, una vez más la Iglesia va a quedar muy rezagada y, simplemente, el Pueblo de Dios, no esperará más respuestas, sino que vivirá su fe -como ya lo están haciendo muchos- de manera sincera, pero sin pertenencia eclesial. Y, muy posiblemente el Espíritu va a estar de ese lado porque el “ensanchar la tienda” también puede darse en otros contextos si, en los lugares donde debería estar, no logran transformarse para que entre ese “aire fresco” que tanta falta hace.

UN CONCILIO EN EL FREEZER

¿Qué se puede esperar de un Sínodo?

col serna

Todos sabemos que no hay nada, eclesiásticamente hablando, que tenga tanta densidad y peso como un concilio en comunión con el Obispo de Roma. No necesariamente con la presencia de este (no estuvo este obispo ni en Nicea ni en Constantinopla, que, además, fueron convocados por el Emperador, pero fueron acompañados desde y por Roma dándoles entidad eclesial). Un Papa no puede, por ejemplo, anular ese tal Concilio. Aunque no sea de su agrado.

Ahora bien… si bien no puede anularlo, puede freezarlo. ¡Y vaya que somos testigos de este invierno! Como “san” Juan Pablo y una de sus dos manos derechas, Josef Ratzinger sabían bien que anularlo no estaba dentro de sus “poderes”, pues hicieron un Sínodo extraordinario para “dar la correcta interpretación”. Es más, siendo que cada obispo tendría en el Sínodo un tiempo acotado de intervención el cardenal Prefecto hizo una extensísima intervención escrita publicando su “Informe sobre la fe”. ¡quien quiera oír…! Más adelante aún, para enfriar todavía más, dio la “correcta interpretación” del subsistit in en su Dominus Iesus explicando por qué la Lumen Gentium 8 no dice lo que dice.

Para más INRI, se permitió “volver” a la misa en latín y el misal de Pio V, se bombardeó el ecumenismo bajo la línea de flotación, se pretendió limitar al máximo los estudios bíblicos alentando una lectura “espiritual”, y hasta pudimos ver al Santo Padre con un graciosísimo sombrero que recordaba a Papa Nöel. No se anuló ni derogó el Concilio, simplemente se lo freezó. Y cientos de obispos felices por ello porque volvían a quedar en la cima de la pirámide de la que la Iglesia “pueblo de Dios” los había ubicado en otro lugar circular. Y, ya que de “pueblo de Dios” hablamos, esta imagen central pasaba a ser una más de las muchas (la principal pasó a ser la de “cuerpo”, que permitía “cabeza”) y, además, al decir del Cardenal, propia del Antiguo Testamento, y demasiado sociologizada en nuestros tiempos. La teología también al freezer. Y, de paso, unos cuántos teólogos y teólogas también.

El Concilio Vaticano II pasó a ser algo más propio de estudios de Historia de la Iglesia que de vida de un Pueblo conducido por el Espíritu Santo.

Y, acá mi pregunta final… si de eso son capaces nada menos que con un Concilio… ¿cuánto más podrán hacer con un Sínodo?

Presentación del Documento para la etapa continental del sínodo

El papel de las mujeres, un clamor que comparten ‘todos’ los informes del Sínodo

El Secretario General del Sínodo presentó el Documento para la etapa continental del camino sinodal en la Oficina de Prensa del Vaticano

Con él, entre los ponentes, el teólogo Coda, el jesuita Costa y la experta Anna Rowlands; también se conectó desde Japón el cardenal Hollerich

Sobre la cuestión de un mayor espacio para las mujeres: «Su presencia no debe ser la guinda del pastel, sino que debe ser constitutiva»

Por | Salvatore Cernuzio

(Vatican News).-«No estamos impulsando ninguna agenda. Era nuestra responsabilidad devolver al pueblo de Dios lo que se nos había dado. Mi colega, el cardenal Hollerich, dijo una vez: tenemos carta blanca, no hay nada escrito en ella. Nuestro deber es acompañar a la Iglesia hasta el momento del Sínodo de los Obispos. Pero si queremos cumplir nuestra misión, debemos escuchar. Y escuchar a todos sin excluir a nadie».

El proceso que acaba de concluir y las perspectivas de futuro, el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo, las enmarca en estas pocas líneas en respuesta a los periodistas reunidos en la Sala de Prensa del Vaticano para la presentación del Documento para la «etapa continental», la segunda fase del camino iniciado por el Papa en octubre de 2021 que concluirá con la asamblea de obispos en el Vaticano en 2023 y 2024.

Renovación profunda 

Un documento que es «fruto de una sinodalidad vivida» por parte de las Iglesias de los cinco continentes y de «mucho trabajo» por parte de la Secretaría General del Sínodo, las comisiones y el grupo de expertos que se reunieron durante quince días en Frascati para redactar el texto. El concepto de «restitución» ha guiado su trabajo, ha subrayado Grech, para disipar cualquier duda de que haya habido añadidos o que se haya dado más espacio a un tema que a otro: «El Documento es una restitución fiel de las síntesis» enviadas por las distintas diócesis durante la fase consultiva. «El trabajo del grupo de expertos se caracterizó por la honestidad intelectual: no hay reflexiones teóricas sobre la sinodalidad, sino que se retoma la voz de las Iglesias.

Para todos nosotros fue una sorpresa escuchar cómo, a pesar de la diferencia de sensibilidades, el Santo Pueblo de Dios converge en el llamado a una profunda renovación de la Iglesia».

«El trabajo del grupo de expertos se caracterizó por la honestidad intelectual: no hay reflexiones teóricas sobre la sinodalidad, sino que se retoma la voz de las Iglesias»

Hambre de nueva confianza en la Iglesia

La respuesta fue amplia y participativa, destacaron los ponentes en la Oficina de Prensa del Vaticano: además de Grech, también el teólogo Piero Coda, el jesuita Giacomo Costa, la experta Anna Rowlands, y conectado a distancia desde Japón el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo. A excepción de dos conferencias episcopales que no participaron en el proceso sinodal -«no sé por qué, creo que hay razones objetivas», dijo Grech-, todos los episcopados del mundo, algunos tras una resistencia o dificultades iniciales, enviaron sus respuestas. Y lo que se desprende de estas reacciones es que en todas las latitudes del mundo hay «hambre» de una nueva confianza en la Iglesia, en su capacidad de anunciar el Evangelio a «un mundo profundamente necesitado».

Abusos, tensiones, exclusiones

Rowlands: «Los informes dicen que hay aspectos de nuestras relaciones, de nuestra capacidad de auténtica unidad en la diversidad» que impiden «caminar juntos»

Sin embargo, las tensiones y las situaciones internas ponen a prueba la propia misión de la Iglesia. En primer lugar, el escándalo de los abusos por parte del clero, tal y como destaca el Documento y reitera hoy Rowlands, profesor de pensamiento y práctica social católica en la Universidad de Durham (Inglaterra).

En el texto de 45 páginas, en el que se recogen voces de Iglesias de EE.UU., Bolivia, Lesoto, Tierra Santa y muchas otras, se habla también de exclusión, clericalismo, discriminación y falta de escucha mutua. «Los informes dicen que hay aspectos de nuestras relaciones, de nuestra capacidad de auténtica unidad en la diversidad» que impiden «caminar juntos», dijo el profesor. Difícilmente podremos recuperar la confianza y la credibilidad «si no logramos ser nosotros mismos hermanos y hermanas, para sanar nuestras divisiones y sospechas mutuas».

Ampliar el espacio de la ‘tienda’

Lo que se necesita es ampliar el espacio de la «tienda», una imagen bíblica que recuerda el mandato del Señor al pueblo de Israel en el libro de Isaías, un concepto guía en la redacción del Documento para la etapa continental. Desde esta tienda muchas personas dicen sentirse excluidas, como leemos en el Documento, que también enumera algunas categorías de grupos y personas que hoy se sienten «exiliados» o «discriminados»: los jóvenes, las personas con discapacidad, los pobres, los divorciados vueltos a casar, los padres solteros, los miembros de la comunidad LGBT. Y sobre todo las mujeres, que «no exigen roles de poder» sino un reconocimiento de su propia presencia, en la sociedad y en la comunidad cristiana.

«Muchas personas dicen sentirse excluidas: Los jóvenes, las personas con discapacidad, los pobres, los divorciados vueltos a casar, los padres solteros, los miembros de la comunidad LGBT. Y sobre todo las mujeres»

Hollerich: quien excluye a otro tiene un problema con Dios

¿Existen límites en cuanto a quién puede entrar en esta «tienda»? ¿Hay quienes, incluso entre los católicos, quieren que esta tienda no se expanda? Estas fueron algunas de las preguntas planteadas al cardenal Hollerich en la conferencia. El arzobispo de Luxemburgo respondió:

«Habrá grupos sentados en la carpa que no están muy contentos de que algunos estén en un rincón. Sin embargo, todos están invitados a este espacio: «Todas las personas creadas y amadas por Dios. Todos… Nuestro amor no es tan grande como el de Dios. Así que creamos segregaciones».

Hollerich: «Mientras no haya forma de avanzar juntos, nadie puede estar cómodo, ni siquiera los que están dentro»

Recordemos, sin embargo, añadió el Cardenal, que «debemos mirar a cada persona como una persona amada por Dios… Cristo murió por cada persona en la cruz, así que si no soy capaz de dar espacio a esta persona en la tienda, tengo un problema con Dios».

«No se trata de poner y quitar», se hizo eco el padre Costa: «Son tantos los que se sienten exiliados en la Iglesia: desde los que querrían celebrar la misa con el rito preconciliar hasta los homosexuales. Mientras no haya forma de avanzar juntos, nadie puede estar cómodo, ni siquiera los que están dentro. Uno de los frutos de caminar juntos es darse cuenta de cómo crecer como Iglesia sinodal», añadió el jesuita.

Mayor presencia de mujeres, atractivo común

Entre una mención a la preocupación por la casa común, especialmente de «las comunidades que están acabando bajo el agua», y las críticas por la elección de utilizar una palabra como «discernimiento», definida por los periodistas de la sala como difícil de entender, el tema de las mujeres fue central en la rueda de prensa. De su papel y vocación, de su deseo de verse reconocidos y valorados. En el Documento, surge un llamamiento que se comparte en los distintos países. Sorprendentemente, los ponentes señalaron que estas cuestiones «se han planteado en todos los informes, es un tema común».

«El llamamiento es para que la Iglesia garantice que la mitad de la humanidad sea respetada y valorada»

La perspectiva es la de una «gran conversión», dijo Costa, subrayando «el deseo de las mujeres de tener a la Iglesia como aliada para poder llevar a cabo un reconocimiento de la dignidad en un sentido mucho más amplio en todas las sociedades en las que viven». El llamamiento es para que la Iglesia garantice «que la mitad de la humanidad sea respetada y valorada».

“Ensancha el espacio de tu tienda”

por José Francisco Gómez Hinojosa


“Ensancha el espacio de tu tienda” es el título -tomado de Isaías 54,2- del Documento de Trabajo para la Etapa Continental, del Sínodo de la Sinodalidad, recién publicado en esta semana que termina.

El texto consta de cuatro partes: inicia con un recuento de la experiencia vivida a lo largo de este su primer año, y concluye con una indicación de los próximos pasos, reservándose los apartados dos y tres para recordar la necesidad de escuchar la Palabra, y una reflexión sobre la Iglesia sinodal y misionera. En muchos de los números aparecen citas textuales, y la referencia de los obispos de toda la Iglesia universal.

Del escrito, y de lo que se ha sabido en torno a esta primera fase diocesana, me llaman la atención tres cosas.

En primer lugar, es significativa la respuesta que se obtuvo de las instancias eclesiales en estos 12 meses: mientras lo hicieron 112 de las 114 conferencias episcopales de todo el mundo -el 98%-, sólo respondieron 17 de los 23 Dicasterios de la Curia romana -el 70%-. Tal numeralia confirma que los más cercanos al papa Francisco son, paradójicamente, los más lejanos en su seguimiento, y quienes más pretenden obstaculizar sus propuestas.

Por otra parte, diversas fuentes que han tenido acceso a los reportes diocesanos sostienen que una constante en ellos es la solicitud para una mayor inclusión de las mujeres, sobre todo en las estructuras eclesiásticas de gobierno de las diócesis, y en la Curia Vaticana. Es cierto que ya se han dado algunos pasos en niveles intermedios, pero falta que ellas se empoderen aún más.

Tercero. El que pregunta se aguanta, y es sintomático que algunos opositores al sínodo se quejan de algunas respuestas. Tal actitud refleja lo lejos que, en muchos casos, la jerarquía está de los fieles, quienes no sienten en las homilías y mensajes, en las orientaciones y enseñanzas de la Iglesia Católica, una atención a sus verdaderas problemáticas.

¿Qué es lo que sigue? Las cuestiones claves para esta próxima etapa continental se mencionan en el #106: ¿cuáles son las intuiciones -que aparecen en el Documento de Trabajo- más recurrentes? ¿y las interrogantes que debieran responderse? ¿y las prioridades a trabajar en la siguiente etapa?

Queda, pues, mucho trabajo por hacer, ahora a nivel continental. Hay que seguir ensanchando el espacio de la tienda, para que todos y todas puedan entrar en ella.

Pro-vocación

Los “antiFrancisco” siguen en pie de guerra. Convocados para reflexionar en torno al legado de Benedicto XVI, con motivo de su cumpleaños 95, personajes como los cardenales Müller y Cipriani, y los obispos españoles Reig y Munilla, arremetieron contra el modelo de Iglesia avalado por Francisco de Roma, y sustentado en el Concilio Ecuménico Vaticano II, que acaba de cumplir 6 décadas de su inicio. Lo dicho: ¿para qué queremos un nuevo Concilio si el anterior no acaba de consolidarse?