Ante el Día de la Caridad

Los obispos ante el Día de la Caridad: “Vivimos tiempos de crisis acumuladas”

“Nos duele la situación de las personas y familias afectadas por la crisis”, lamentan en su mensaje por el Corpus Christi

“Vivimos en una sociedad fuertemente ideologizada”, que lleva a “tensiones” en “la economía, la política, la cultura e incluso la religión”

De cara a la festividad del Corpus Christi, que se celebra este domingo 11 de junio, la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social ha difundido hoy su mensaje para el Día de la Caridad, que esta edición tendrá el lema ‘Tú tienes mucho que ver. Somos oportunidad. Somos esperanza’.

Para los obispos, “la fiesta del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía”. Un “sacramento del amor” que “aviva en nosotros la conciencia de que donde se vive de amor brilla también la esperanza”.

Abrir los ojos al sufrimiento

Por ello, la Iglesia llama “a abrir los ojos al sufrimiento de nuestros hermanos más pobres, a escuchar sus clamores y a dejarse tocar el corazón para ser oportunidad y esperanza para todos ellos”. Y es que “nos duele la situación de las personas y familias afectadas por la crisis”.

Una realidad social que los pastores ven cada vez más compleja y preocupante: “Vivimos tiempos de crisis acumuladas. Tras la pandemia provocada por el Covid-19, vino la guerra de Ucrania, el aumento de la movilidad humana, la evolución del coste energético y la inflación… Esta situación, tanto en el ámbito local como mundial, ha acrecentado la pobreza y la desigualdad y ha alimentado la desesperanza”.

Informe de Cáritas

Poniendo la mirada en el último Informe de Cáritas y la Fundación Foessa, los obispos lamentan datos como estos: “Una de cada cuatro personas está en situación de exclusión, unos 11 millones de personas; una de cada tres no tiene ingresos suficientes para vivir dignamente (de estas, un 46% se ve obligado a recortar el gasto en alimentación, un 63% en suministros y un 56% en Internet y teléfono); un 7% de la población no tiene ningún ingreso; una de cada tres personas sufren los efectos de la brecha digital; un 17% de la población tiene un gasto excesivo en vivienda”.

Como perciben, “estas cifras corresponden siempre a personas que se van quedando al margen de los sueños y de las expectativas”. De ahí que reiteren que “nos duele profundamente la situación de las personas que sufren una precariedad laboral creciente, especialmente los jóvenes y las familias; viven situaciones de exclusión social cada vez más severas (las personas con un mayor deterioro psicoemocional son las más afectadas); no pueden acceder o permanecer en una vivienda, porque esta ha pasado de ser un derecho a ser un lujo (de hecho, elegir entre pagar un lugar para vivir o poder comer es una situación que se repite constantemente), huyen de la violencia de tantos lugares del mundo, de la pobreza extrema o de la persecución y viven en situación de irregularidad administrativa, sin papeles y sin derechos”.

No simples espectadores

Eso sí, “ante esta realidad no podemos permanecer como espectadores, ni siquiera como meras voces críticas”, por lo que los prelados se sienten “llamados a ser parte activa en la rehabilitación y auxilio de las sociedades heridas”, siendo su caridad, más que “meramente paliativa”, “preventiva, curativa y propositiva”.

Un reto en el que quieren sumar al conjunto de la sociedad, que a veces observan anestesiada frente al dolor: “Nos preocupa la desvinculación social creciente en nuestro entorno. En este mundo en el que predomina lo virtual y líquido, las relaciones se vuelven frágiles. Como consecuencia de ello, se corre el riesgo de convertirlas en simples conexiones y de transformar los vínculos en meros contactos. La desvinculación lleva a no responsabilizarse suficientemente del otro y se traduce en crisis de cuidados y de pertenencia (a la sociedad, a la historia, a las Iglesias, a los barrios, a la familia)”.

Contra la polarización

En este sentido, los obispos también lamentan que “vivimos en una sociedad fuertemente ideologizada, que lleva a polarizaciones y tensiones en los ámbitos de la economía, de la política, de la cultura e incluso de la religión”.

Frente a ello, a modo de bálsamo, “la Eucaristía, sacramento del encuentro, nos capacita para nuevos tipos de relaciones sociales y nos abre al diálogo inclusivo”. Así, se dirigen a cada uno de nosotros y, en primera persona, nos interpelan con fuerza: “Estamos convencidos de que tú tienes mucho que ver en las oportunidades que otras personas pueden tener. Lo que tú hagas, cómo tú te sitúes en el mundo y ante los otros, puede abrir puertas, dar vida, aliviar la soledad, sanar el alma, hacer que otros y otras sientan que la vida brota nueva en ellas. Nuestra tarea no consiste solamente en cubrir las necesidades de los otros, sino en descubrir sus posibilidades para abrir caminos de esperanza”.

Víctor Codina, profeta en Bolivia desde 1982

Víctor Codina, profeta en Bolivia desde 1982

«Es la muerte  de un jesuita defensor de los pobres y excluidos y protector de los niños vulnerables,  de un teólogo eminente, de un profeta de la Bolivia profunda, de un testigo en  América Latina, de un amigo a quien admiraba y seguía»

«Víctor Codina, teólogo de casta y raza, nos ofrece una teología narrativa, nazarena,  simbólica, descriptiva, desde la realidad injusta, desigual y empobrecida»

«Víctor Codina no fue solo un teórico de la Teología  de la Liberación, sino que la practicó y la vivió en el mundo rural y minero y en los  barrios marginales»

Por Nicolás Castellanos

En medio del vendaval asolador de la pederastia, nos llega la triste noticia de la  muerte de Víctor Codina, acaecida en Barcelona a los 92 años. Es la muerte  de un jesuita defensor de los pobres y excluidos y protector de los niños vulnerables,  de un teólogo eminente, de un profeta de la Bolivia profunda, de un testigo en  América Latina, de un amigo a quien admiraba y seguía. 

Víctor Codina, teólogo de casta y raza, nos ofrece una teología narrativa, nazarena,  simbólica, descriptiva, desde la realidad injusta, desigual y empobrecida. 

Víctor Codina, hace teología desde abajo, de abajo para arriba, donde el Espíritu Santo es el protagonista. Pero Víctor Codina no fue solo un teórico de la Teología  de la Liberación, sino que la practicó y la vivió en el mundo rural y minero y en los  barrios marginales. 

La teología de Víctor Codina es sabia, al alcance de todos, la expresa con un  lenguaje popular, accesible, que se lee con mucho gusto, porque tiene el lenguaje  de la sabiduría. 

Por otra parte, es una teología original que la presenta como “teología nazarena”,  como la de Jesús que nos ayuda a descubrir la fuerza y presencia del Espíritu Santo.  Nos ofrece una visión completa de la teología del Espíritu Santo. 

En su libro “No extinguirás el Espíritu”, con cierto humor escribe:

“Se ha dicho que el  Espíritu ha sido suplido y sustituido por tres realidades blancas: La Eucaristía, María  y el Papa”. Se ha atribuido a María atribuciones que corresponden al Espíritu Santo:  fecundidad, vida, amor, aliento, consuelo, fuerza, perdón, bondad. María en la  devoción popular es un ícono del Espíritu, un símbolo pneumatológico, como lo es  el viento, el agua, el fuego, la paloma… Habría que desentrañar todo este  simbolismo y resituar a María en su lugar teológico correcto. 

Al Espíritu Santo nadie le tiene en exclusiva. Está presente y actúa en la historia, en  la Iglesia, en el pueblo cristiano, en los laicos, en los Pastores, “pero también en los  “herejes”, filósofos, artistas, políticos, de otra religiones y culturas”. 

Afirma la prioridad pastoral de la pneumatología. La Misión empieza por ser  pneumatológica, antes que cristológica y eclesial. Sin el Espíritu Santo no podemos  decir ni el nombre de Jesús.  

Cita a Gonzalez Faus: “una vez realizada la revolución cristológica, es el momento  de que renazca, mejor nazca, porque nunca estuvo viva, una revolución  pneumatológica”. Y nuestro teólogo de la liberación en Bolivia, concluye: “Me gustaría contribuir en lo que pueda a esta revolución pneumatológica, que es  todavía una tarea pendiente para el futuro de la teología”. Víctor Codina es ya  referente teológico significativo.  

Deja constancia que es obra del Espíritu Santo practicar la fe y la justicia, vivir el  Reino de Dios y el Dios del Reino. Y se responde a las novedades de la historia,  sólo con el Espíritu y la creatividad humana. Toda liberación tiene que estar llena  del Espíritu. 

Como profeta, denunció la prohibición de la interesante experiencia de la diócesis  de Sucumbíos presidida por Mons. Gonzalo López Marañón. El profetismo  evangélico del P. Arrupe. La campaña incomprensible contra el libro de J. A. Pagola.  Merece citarse su libro: “Sentirse Iglesia en el invierno eclesial”. Los laicos son los  más pobres y oprimidos en la Iglesia. 

Las cruces marcaron siempre su vida. Recuerda algunas: la persecución teológica,  momentos no diría de hambre, pero sí de una cierta escasez, muchos viajes  pesados en autobuses, en medio del polvo de los caminos, ambiente sórdido junto  al matadero, malos olores, contaminación, perros vagabundos, tensión política,  dolor eclesial. Todo esto forma parte de la experiencia del tercer mundo, de la  solidaridad con nuestros pobres, es una experiencia penitencial, dolorosa que nos  purifica. 

Pero también pondera los grandes valores de nuestra gente: Hospitalidad, bondad,  fe, religiosidad popular, sencillez, capacidad de compartir, de sufrir, una vida más  natural y menos sofisticada, nuevas posibilidades intelectuales, contactos con otros  y nuevos ambientes de América Latina.

José Cobo, Arzobispo de Madrid

El Papa coloca a un progresista al frente de la mayor diócesis de España

Historia de Jesús Bastante

«Es bajito, pero matón. Valiente, abierto y, sobre todo, no tiene miedo. Y va a tener 20 años para llevar a cabo su misión». Así definen, quienes le conocen bien, a José Cobo, a quien el Papa Francisco designará el próximo lunes como nuevo arzobispo de Madrid, en sustitución del cardenal Osoro, quien solicitó a comienzos de año acelerar su sucesión, después de una prórroga de más de tres años (cumplió los 78 años el pasado mes de mayo). Cobo, actual obispo auxiliar de Madrid, es uno de los hombres de confianza de Osoro, y uno de los eclesiásticos que se sacude la imagen ultraconservadora que domina la mayor parte del episcopado español.

A sus 57 años, Cobo se convertirá en arzobispo de la diócesis más importante de España, y en uno de los puntales de la renovación que el Papa pretende implementar en España, uno de los países más refractarios a las reformas en el interior de la Iglesia. Y es que el prelado, que también preside la Comisión de Pastoral Social y Promoción Humana (en la que se incluye el trabajo con migrantes y refugiados) es considerado uno de los líderes del sector renovador, en clara minoría en la Iglesia española, pese a contar con un presidente, el cardenal Omella, que forma parte del ‘Senado’ papal. Un Omella que ya ha anunciado a sus íntimos que no renovará como presidente en las próximas elecciones en la Conferencia Episcopal, que tendrán lugar en marzo de 2024, y en las que tampoco podrá repetir (ya será emérito) el actual vicepresidente, Carlos Osoro.

Aunque el estado de salud del Papa podría trastocar los planes, la idea es que este lunes se haga oficial el nombramiento, y se anuncie la toma de posesión de Cobo, que habría de ser antes de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa (del 1 al 6 de agosto), y de las elecciones generales del 23J. Se especula, de hecho, con que el nuevo arzobispo ejerza ya como titular de Madrid desde el 8 de julio.

La figura del nuevo arzobispo de Madrid puede ejercer de contrapeso para la mayoría conservadora que se impone en el episcopado español, que diez años después sigue sin apostar decididamente por el modelo de Iglesia de Bergoglio. De hecho, la española es una de las iglesias que menos ha trabajado las aperturas a divorciados vueltos a casar, gais en la Iglesia o el papel de la mujer, apuestas básicas del pontificado de Bergoglio.

Cobo no lo tendrá fácil. Pasará a gobernar una diócesis, la más relevante de España y una de las más importantes de Europa después de nueve años de pontificado de Carlos Osoro, que se ha visto bloqueado por los partidarios su antecesor, el cardenal Rouco, y que necesita emprender un camino de renovación claro, frente a la imposición de una visión dominada por grupos ultraconservadores, desde los kikos al Opus Dei, pasando por asociaciones cívicas con una fuerte presencia en las parroquias madrileñas, como HazteOir o Abogados Cristianos.

Como sucediera en el caso de la diócesis de origen del Papa, Buenos Aires, la elección del nuevo arzobispo de Madrid ha sido una decisión personal del Papa, aunque a lo largo de los meses se han comprobado las intromisiones de algunos sectores, que han tratado de influir en las ternas que el nuncio del Papa en España, Bernardito Auza, ha ido presentando a Francisco, y que han sido sistemáticamente devueltas por el pontífice, visiblemente molesto ante el hecho de que entre los candidatos solo hubiera representación inicial de prelados netamente conservadores. Así, en una de las ternas se llegaron a plantear los nombres del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el de Burgos, Mario Iceta; e incluso el del obispo auxiliar de Madrid, y portavoz de la CEE con Rouco, Juan Antonio Martínez Camino.

No obstante, el Papa siempre tuvo en mente dos nombres: el de Cobo y el del obispo de Zamora, Fernando Valera. Ambos coinciden en su juventud (menos de 60 años para un obispo garantiza, al menos, 15 años de gobierno), su sensibilidad hacia las minorías –especialmente, en el caso de Cobo y Valera, con migrantes y con víctimas de abusos–, capacidad de escucha y visión propia.

Durante las consultas, con todo, han surgido una serie de nombres, que fueron tenidos en cuenta tanto en la Congregación de Obispos como en Casa Santa Marta, desde el obispo de León, Luis Ángel de las Heras, (ha pesado mucho el hecho de que apenas lleve dos años en León, después de haber pasado únicamente tres en Mondoñedo), al obispo de Getafe, Ginés García Beltrán (que en realidad nunca ha tenido opciones reales), pasando por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, que en un momento llegó a ser considerado como un candidato de consenso.

El último intento del sector conservador fue proponer como candidato al arzobispo de Valladolid y, según casi todas las fuentes consultadas, futuro presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello. Una opción que sonó con fuerza en las últimas semanas, hasta el punto de hacer dudar, mínimamente, al Papa Francisco, quien no obstante siempre pensó en Cobo (o en Valera) como únicos candidatos. La opción, que también se barajó, de un sacerdote, e incluso de un misionero, se descartó pronto. 

Finalmente Francisco ha optado por un pastor que conoce la diócesis a la perfección, con clara vocación pastoral y responsable de la pastoral de migraciones en la Iglesia española, que contrapone al volantazo conservador que se prevé en primavera próxima en Añastro, sede de la Conferencia Epsicopal.

La reciente resolución de los tribunales exonerando totalmente a la diócesis de cualquier responsabilidad en el mal llamado ‘caso Fundaciones’, además, ha servido para limpiar de toda duda el pontificado de un Carlos Osoro que verá como uno de sus hombres de confianza le sucederá en Madrid, y lo hará con el tiempo que tal vez a él le ha faltado para poder llevar a cabo las reformas necesarias en la mayor diócesis de España. Y, de paso, tratar de ‘exportarlas’ a una Iglesia española que continúa siendo de las más refractarias a las reformas de Francisco.

La Iglesia Católica en Nicaragua

El obispo Silvio Báez aclara el papel de los obispos, sacerdotes y laicos en la historia actual de Nicaragua

obispo Silvio José Báez

Desde el exilio en los Estados Unidos, el auxiliar de Managua pidió a los laicos luchar activamente contra las injusticias y llevar adelante diálogos constructivos por el bien común

El obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, pidió a los sacerdotes nicaragüenses no identificarse con ideologías políticas; por el contrario -dijo- deben actuar conforme a su compromiso evangelizador de los pastores en la vida política, situado en el ámbito del anuncio de los valores evangélicos.

Al presidir la misa dominical en la parroquia de Santa Ágata, en la ciudad Miami, estado norteamericano de Florida, donde se encuentra autoexiliado desde 2019 a causa de la persecución religiosa en su país, el obispo dejó en claro que los pastores de la Iglesia no deben involucrarse en la elaboración de estrategias políticas partidarias.

De acuerdo con el diario digital nicaragüense La Prensa, estas declaraciones de Báez se dan en un momento en que los ánimos de los nicaragüenses se encuentran encendidos ante la disyuntiva de apoyar o rechazar el sandinismo de Daniel Ortega.

En este contexto, insistió: “el compromiso evangelizador de los pastores en la vida política se sitúa en el ámbito del anuncio de los valores evangélicos con el fin de iluminar el corazón y purificar la razón de todas las personas y de todos los grupos”.

La misión de los laicos nicaragüenses

Por su parte, a los laicos nicaragüenses, Báez los llamó a anunciar y testimoniar el Evangelio con la predicación, pero sobre todo con su compromiso insertos en la vida social y política, guiados por el Evangelio.

Los laicos -apuntó- tienen la misión de hacerse presente en la sociedad a través de su trabajo, “deben comprometerse en la organización de grupos y partidos políticos que no contradigan nunca los grandes valores del evangelio, luchar activamente contra las injusticias, llevar adelante diálogos constructivos por el bien común, generar estrategias de lucha política y estar presentes con la luz del Evangelio en las estructuras sociales y de poder”.

Los guardianes de la doctrina moral y social

En cambio -enfatizó el obispo Báez- “nosotros, los pastores, que somos la minoría y que estamos al servicio de los más importantes: el pueblo de Dios. Nosotros, los obispos, junto con los sacerdotes, tenemos la responsabilidad principal de exponer y transmitir la doctrina moral y social de la Iglesia”.

Tras señalar que es tarea de los pastores de la Iglesia formar las conciencias de las personas en su vida personal y en la vida política, Báez aseguró que no por eso los obispos dejarán de denunciar con valentía y claridad, a la luz del Evangelio, todo lo que se oponga al plan de Dios y atente contra la dignidad y la libertad de las personas. “Este es nuestro modo de entrar a la vida política”, añadió Báez.

El Papa, al Camino Sinodal italiano:

«El clericalismo es perversión»

El Papa, con el Camino Sinodal italiano 

«Necesitamos comunidades cristianas en las que se amplíe el espacio, donde todos puedan sentirse en casa, donde las estructuras y los medios pastorales favorezcan no la creación de pequeños grupos, sino la alegría de ser y sentirse corresponsables»

Insta a escuchar a jóvenes, mujeres, pobres, decepcionados, heridos… «Mientras su presencia siga siendo una nota esporádica en el conjunto de la vida eclesial, la Iglesia no será sinodal, será una Iglesia de unos pocos»

«Estamos llamados a asumir las angustias de la historia y a dejarnos interpelar por ellas, a llevarlas ante Dios, a sumergirlas en la Pascua de Cristo. El gran peligro de este Camino es el miedo. Formar grupos sinodales en las cárceles significa escuchar a una humanidad herida, pero al mismo tiempo necesitada de redención»

Por | Antonella Palermo

(Vatican News).- En los deseos del Papa hay una Iglesia «inquieta». Una Iglesia que supere toda forma de autorreferencialidad y se deje interpelar por las inquietudes de la historia. Es lo que el Papa dice en síntesis a un millar de personas que esta mañana, en el Aula Pablo VI, se han reunido con él, después de haber vivido ayer, en este mismo lugar, una nueva etapa del Camino sinodal italiano con sus propios obispos (reunidos en Roma para su Asamblea) y los referentes diocesanos del mismo Camino.

En los grupos, sobre el tema principal: «A la escucha de lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Pasos hacia el discernimiento’, surgió el relato de las elecciones diocesanas relacionadas con las «obras» de trabajo de la nueva fase sinodal.

Burocracias y formalismos sobrecargan a la Iglesia

El Papa Francisco invita a continuar con valentía y determinación en este camino de confrontación que define una experiencia espiritual única, de conversión-renovación, y anima a valorizar el potencial presente en las parroquias y en las diversas comunidades cristianas. Recuerda el mandato que dejó en la Convención eclesial de Florencia, cuando indicó la humildad, la abnegación y la beatitud como los tres rasgos que deben caracterizar el rostro de la Iglesia.

Una Iglesia sinodal es tal porque tiene viva conciencia de caminar por la historia en compañía del Resucitado, preocupada no por salvaguardarse a sí misma y sus propios intereses, sino por servir al Evangelio con un estilo de gratuidad y cuidado, cultivando la libertad y la creatividad propias de quien da testimonio de la buena nueva del amor de Dios, permaneciendo arraigado en lo esencial. Una Iglesia sobrecargada de estructuras, burocracia y formalismo tendrá dificultades para caminar en la historia, al ritmo del Espíritu, al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Que en las comunidades cristianas todos se sienten en casa

Sesenta años después del Concilio Vaticano II, «siempre está al acecho la tentación de separar a ciertos ‘actores cualificados’ que llevan a cabo la acción pastoral». Es lo que observa el Papa, renovando el llamamiento a hacer crecer la corresponsabilidad eclesial. «Necesitamos comunidades cristianas en las que se amplíe el espacio -afirma Francisco-, donde todos puedan sentirse en casa, donde las estructuras y los medios pastorales favorezcan no la creación de pequeños grupos, sino la alegría de ser y sentirse corresponsables.

En este sentido, debemos pedir al Espíritu Santo que nos haga comprender y experimentar cómo ser ministros ordenados y cómo ejercer el ministerio en este tiempo y en esta Iglesia: nunca sin el Otro con mayúscula, nunca sin lo otros con los que compartir el camino. Esto vale para los Obispos, cuyo ministerio no puede prescindir del de los presbíteros y diáconos; y vale también para los mismos presbíteros y diáconos, llamados a expresar su servicio dentro de un nosotros más amplio, que es el presbiterio. Pero esto vale también para toda la comunidad de los bautizados

Ser una Iglesia abierta

Reconocer al otro en la riqueza de sus carismas y de su singularidad: esto es lo que recuerda Francisco con la esperanza de que la Iglesia se abra a «los que todavía luchan por ver reconocida su presencia en la Iglesia, a los que no tienen voz, a los que sus voces son tapadas cuando no silenciadas o ignoradas, a los que se sienten inadecuados, tal vez porque tienen trayectorias de vida difíciles o complejas». Y, a este respecto, dejando el texto, se queja de que «muchas veces son excomulgados a priori». Repite cuatro veces seguidas la palabra ‘todos’, recordando lo que dijo Jesús de ir a la encrucijada y encontrarse con todos.

Deberíamos preguntarnos cuánto espacio hacemos y cuánto escuchamos realmente en nuestras comunidades las voces de los jóvenes, de las mujeres, de los pobres, de los decepcionados, de los que han sido heridos en la vida. Mientras su presencia siga siendo una nota esporádica en el conjunto de la vida eclesial, la Iglesia no será sinodal, será una Iglesia de unos pocos

La «enfermedad» de la autorreferencialidad

Una vez más, Francisco no deja de mencionar la autorreferencialidad, que califica de «una bella enfermedad que tiene la Iglesia». Añade que «el clericalismo es perversión» y que no es menos dañino «cuando entra en el laicado»: entonces, dice, «es terrible».

Parece que se infiltra, de forma un tanto encubierta, una especie de «neoclericalismo de defensa», generado por una actitud temerosa, por la queja ante un mundo que no nos comprende más, por la necesidad de reiterar y hacer sentir su propia influencia. El Sínodo nos llama a ser una Iglesia que camina con alegría, humildad y creatividad en este tiempo nuestro, consciente de que todos somos vulnerables y nos necesitamos los unos a los otros.

Tomarse en serio la palabra «vulnerabilidad»

El Papa Francisco, admite abiertamente en su discurso, desea «que dentro del Camino Sinodal se tome en serio esta palabra: «vulnerabilidad». E invita a»caminar buscando generar vida, multiplicar la alegría, no apagar los fuegos que el Espíritu enciende en los corazones». En este punto cita a Don Primo Mazzolari cuando escribía sobre el riesgo de cierta acción de sacerdotes que, en lugar de encender el corazón de sus hermanos, son sofocadores de vida.

Y, también para concluir, el Papa dedica un pensamiento a quienes trabajan en las cárceles, recordando la experiencia de un amigo capellán en España muy comprometido en sacar lo mejor de los presos. A la luz de este testimonio, que, dice el Papa, le ha impresionado mucho, deja una última consigna: ser una Iglesia «inquieta» en las inquietudes de nuestro tiempo.

Estamos llamados a asumir las angustias de la historia y a dejarnos interpelar por ellas, a llevarlas ante Dios, a sumergirlas en la Pascua de Cristo. El gran peligro de este Camino es el miedo. Formar grupos sinodales en las cárceles significa escuchar a una humanidad herida, pero al mismo tiempo necesitada de redención.

El Sínodo no lo hacemos nosotros sino el Espíritu que crea la armonía

Por último, el Papa Francisco vuelve a insistir en la obra del Espíritu Santo, verdadero protagonista del Camino Sinodal. Y espontáneamente, insiste: «No nos hagamos ilusiones de que el Sínodo lo hacemos nosotros. Es el Espíritu el protagonista». Y precisa:

Es Él el protagonista del proceso sinodal: es Él quien abre a la escucha a las personas y a las comunidades; es Él quien hace auténtico y fecundo el diálogo; es Él quien ilumina el discernimiento; es Él quien guía las elecciones y las decisiones. Es Él, sobre todo, quien crea armonía.

Agradeciendo el trabajo que está haciendo la Iglesia en Italia, se despidió mencionando lo que alguien le habría dicho sobre el aparente «desorden» creado por este camino al que la Iglesia está llamada en estos tiempos. Su respuesta, improvisando, nos remite a la condición de los apóstoles en la mañana de Pentecostés, cuando, observa el Papa, «era peor, era un desorden total».

Él es bueno para hacer estas cosas desorden… para mover… Pero el mismo Espíritu que causó eso causó la armonía. Ambas cosas son parte del Espíritu y Él es el protagonista, Él es el que hace estas cosas. No tengamos miedo cuando hay desórdenes provocados por el Espíritu, tengamos miedo cuando son provocados por nuestro egoísmo o por el Espíritu del mal. Encomendémonos al Espíritu Santo. Él es la armonía. Él hace todo esto, el desorden, pero Él es capaz de crear armonía, que es una cosa totalmente diferente del orden que podríamos hacer por nosotros mismos.

Hablemos claro sobre la ley del celibato (2)

En los dos primeros siglos no existía clero ni celibato

Por | Rufo González

Sigo comentando el artículo del portal “LifeSiteNews” (Miquel 26.03.23): “Más allá de las palabras”. Lo primero que llama la atención es el silencio sobre los dos primeros siglos de la Iglesia. Justamente los siglos en que no existía el clero. Y, por tanto, no existían las leyes que durante el siglo III se fueron elaborando por los dirigentes para protegerse y equipararse a los dirigentes civiles. Así fue emergiendo la “casta” clerical: por la “castidad”, llamada “continencia” matrimonial y después (s. XI) por el celibato ya obligatorio. Leyes que intentaron justificar al margen la libertad evangélica y alegando una falsa “tradición apostólica”.

Durante los doscientos primeros años de la Iglesia, la palabra “clero” tenía el propio significado de la palabra: porción o suerte que corresponde por herencia o encomienda. Toda la Iglesia se consideraba “porción del Señor, su pueblo”. Era impensable el binomio “clérigos-laicos”. Todos los cristianos eran laicos (pertenecientes al pueblo de Dios), y todos eran “clero” (“suerte o porción” de Dios). La Iglesia del Nuevo Testamento era la comunidad organizada, donde hay diversos servicios o ministerios entre sus hermanos. Las funciones comunitarias no son propiedad de ninguna institución superior que las controle y designe a quienes deban ejercerlas. Por ejemplo, sobre la celebración de la eucaristía, los escritos del s. II hablan de “lectores”, de “presidente de los hermanos”, de “diáconos”. Nunca les llaman “sacerdote”, “celebrante”, “presbítero” ni “obispo”. Hay también profetas, apóstoles, inspectores, maestros, doctores. Todos elegidos y bajo el control comunitario. Nadie está por encima de la comunidad, salvo Dios y su Cristo, al que todos siguen.

La entrada en el s. III inicia lo que algunos llaman el “giro copernicano” de la Iglesia, y otros “la mayor desgracia de la Iglesia”. “Giro” y “desgracia” que se iría afianzando en los siglos siguientes. El siglo IV ve aparecer como ley, sin saber exactamente cuándo se instauró, la “continencia” en el matrimonio de los clérigos. Merece la pena leer las páginas desde la 200 hasta el final del libro de J. M. Castillo: “El evangelio marginado” (Desclée De Brouwer. Bilbao 2019) para percibir la evolución de privilegios clericales que llevó consigo la división de la Iglesia en clérigos-laicos y su alejamiento progresivo del espíritu evangélico. Es en el s. IV cuando el emperador Constantino colocó a los clérigos, sobre todo a los obispos, en el sector de los privilegiados sociales.

Pero, como recuerda Yves Congar, “ya antes de la paz constantiniana se advierte la tendencia a buscar el prestigio con distinciones honoríficas externas” Aduce el caso del obispo Pablo de Samosata (s. III) que se construyó un trono para lucirse ante el pueblo, y los obispos cercanos llamaron al emperador Aurelio para que lo destronara (`Por una Iglesia servidora y pobre´. San Estaban. Salamanca 2014, p. 97-98).

En el s. III se produce una evolución centralizadora en torno a la eucaristía, donde aparece la tríada de obispo, presbítero y diácono, y la palabra “laico” para designar a quienes no participaban de la tríada sacra. Aparecen textos reguladores del ministerio eclesial (Cartas de san Cipriano, Tradición apostólica de Hipólito, textos de Orígenes, Didascalia…). No se sabe cuándo se produce el desdoblamiento de obispo y presbítero. En este siglo se hacen universales la diferencia y la jerarquía entre obispos, presbíteros y diáconos, concentradas en la celebración eucarística, constituida ya como culto cristiano, diferente del judío. Los miembros de estos tres ministerios son llamados “clero” (porción del Señor). Laicos serán los que no se dedican a las “cosas del Señor”. Es realmente una ruptura muy negativa y absurda para la Iglesia. Contradice la igualdad cristiana básica: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor…” (Rm 14,7s).

 En cristiano precisamente las “cosas del Señor” no es el culto, sino la vida en Amor, que puede tener actuaciones oracionales, pero sobre todo “obras como las mías, y aún mayores” (Jn 14,12).

Clérigos y laicos no pueden definirse como “los que se preocupan de las cosas del Señor” (clérigos) y como “los que se preocupan de los asuntos del mundo” (laicos). Recuerda la división entre célibes y casados, expuesta por Pablo en 1Cor 7,32ss, muy discutible desde el Evangelio. División que ha sido utilizada para avalar el celibato obligatorio, por aquello de que el casado “anda dividido”. Pablo no habla para nada de clérigos y laicos, porque en sus comunidades no existía tal división. Su consejo a todos es que “cada uno permanezca en la situación en que fue llamado. Acerca de los célibes no tengo precepto del Señor, pero doy mi parecer como alguien que, por la misericordia del Señor, es fiel. Considero que, por la angustia que apremia, es bueno para un hombre quedarse así” (1Cor 7,24-26). “La angustia que apremia” era la creencia de la inminente llegada de Jesús resucitado para consumar el fin del mundo. Y en esta situación, lo mejor es centrarse en la espera, sin preocupaciones innecesarias. Nada, por tanto, de permanecer célibes los servidores de la comunidad, por ser servidores o ministros. El celibato por el reino de los cielos es un carisma personal, que no puede exigirse para ministerio alguno. Al menos desde el Evangelio. Y menos hoy, con la conciencia creciente que tenemos de los derechos humanos, bendecida por la enseñanza de la misma Iglesia (GS 26).

El artículo que comento afirma rotundamente que “la Iglesia primitiva esboza la ley de la continencia”. Y, como primer documento, cita un escrito de la segunda mitad del siglo V, que creerá primero. Es la única razón que se me ocurre para citarlo antes que el concilio de Elvira, aportado en segundo lugar. Se trata de la carta del papa León Magno al obispo Rústico de Narbona, del año 456. En dicho documento no hay razones para tal ley, nada más que el hecho: “al ser elevados a los grados citados, ha comenzado a no ser lícito para ellos lo que sí lo era antes: tomar esposa y engendrar hijos”. Añade que “las esposas de los clérigos mayores, después de la ordenación de los maridos, debían ser mantenidas por la Iglesia”. Extendió también a los subdiáconos la continencia.

Cita en segundo lugar al “Concilio de Elvira (c 305 d. C.)…, estipulando que está `totalmente prohibido tener relaciones conyugales con sus esposas y engendrar hijos´. El Concilio de Aries (314 d.C.) fue más allá y afirmó que la razón de esta continencia se debía al hecho de que `están sirviendo al ministerio todos los días´ y que seguir a dos maestros es, por supuesto, imposible”.  

Ciertamente el canon 33 dice: “Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos, y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía”. Es un sínodo particular, que no puede legislar para toda la Iglesia. De hecho no existía consenso universal sobre este asunto. Las razones que subraya del concilio de Concilio de Aries (año 313) carecen de valor evangélico. El servicio ministerial diario, no impide el uso del matrimonio. Ejercer de casado no es “seguir a dos maestros”. Los cristianos, casados o célibes, sirven sólo al único maestro: “No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías” (Mt 23,10).

Jornada Mundial del Medio Ambiente

El Papa urge a acelerar la “cultura del cuidado” en la Jornada Mundial del Medio Ambiente

Francisco ha recibido hoy a los promotores de la Fiesta Verde y Azul

El papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia a los promotores de la Fiesta Verde y Azul con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente. Durante su discurso, el Papa ha subrayado que “el cambio climático nos recuerda con insistencia nuestras responsabilidades: afecta especialmente a los más pobres y frágiles, a los que menos han contribuido a su evolución”.

Por ello, se trata de una cuestión que “en primer lugar es una cuestión de justicia y luego de solidaridad”. “El cambio climático también nos lleva a basar nuestra acción en una cooperación responsable por parte de todos: nuestro mundo es ahora demasiado interdependiente y no puede permitirse dividirse en bloques de países que promuevan sus intereses de forma aislada o insostenible”, ha aseverado.

Un reto

Así, Francisco ha reconocido que se trata de un desafío “grande” y “exigente”, porque requiere “un cambio de rumbo, un cambio decisivo en el actual modelo de consumo y producción, demasiado a menudo impregnado de la cultura de la indiferencia y el derroche, el derroche del medio ambiente y el derroche de personas”. “Como indican muchas partes del mundo científico, el cambio de este modelo es “urgente” e impostergable”, ha insistido.

Se trata, pues, “de un reto hermoso, estimulante y realizable: pasar de la cultura del desecho a estilos de vida basados ​​en la cultura del respeto y el cuidado, el cuidado de la creación y el cuidado del otro, cercano o lejano en el espacio y en el tiempo”. “Estamos ante un camino educativo para una transformación de nuestra sociedad, tanto individual como comunitaria”, ha añadido.

“Es necesario acelerar este cambio de rumbo a favor de una cultura del cuidado –como se cuida a los niños– que ponga en el centro la dignidad humana y el bien común. Y que se nutra de “esa alianza entre el hombre y el medio ambiente que debe ser espejo del amor creador de Dios, de quien venimos y hacia quien caminamos”, ha concluido el Papa.

Revisar los mensajes de la Iglesia y la forma de transmitirlos

Obispo de Solsona: «Hemos convertido la fe en unas obligaciones y a Dios en un juez duro»

Francisco Conesa

El obispo de Solsona, Francesc Conesa, pide «revisar con sinceridad y en profundidad tanto el contenido de nuestros mensajes como la forma en que los transmitimos» ante el «demoledor» y «generalizado» descenso de la práctica religiosa en España y en Europa

El obispo se muestra «convencido de que Dios es la respuesta a los deseos y aspiraciones más profundas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero quizás hemos presentado una falsa imagen de Dios, lo que ha provocado su rechazo»

27.05.2023 | RD/EFE

El obispo de Solsona, Francesc Conesa, pide «revisar con sinceridad y en profundidad tanto el contenido de nuestros mensajes como la forma en que los transmitimos» ante el «demoledor» y «generalizado» descenso de la práctica religiosa en España y en Europa.

En la carta dominical que publicará la Hoja Parroquial de su diócesis el próximo domingo, titulada «Falsas imágenes de Dios», el prelado afirma que «el descenso de la práctica de la religión es generalizado en Europa y también en nuestro país. Las estadísticas son demoledoras».

«Una oportunidad para crecer»

«Podemos mirar esta situación de forma negativa y con pesimismo, pero también podemos verla como una oportunidad para crecer. Creo que debemos revisar con sinceridad y en profundidad tanto el contenido de nuestros mensajes como la forma en que los transmitimos», escribe Conesa.

El obispo se muestra «convencido de que Dios es la respuesta a los deseos y aspiraciones más profundas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero quizás hemos presentado una falsa imagen de Dios, lo que ha provocado su rechazo«.

«Me temo que los cristianos hemos convertido la fe en un conjunto de deberes y obligaciones y a Dios en un juez duro que vive pendiente de lo que hacemos. Pero el Dios del Evangelio es sobre todo gracia, perdón y misericordia. Es un Dios que ama con locura al ser humano y lo hace porque quiere», argumenta.

«Que el Evangelio corrija las falsas imágenes»

El obispo de Solsona se pregunta «si vivimos la relación con Dios de esta forma: como el mayor de los bienes, como sorpresa, como gracia. Quizás ya no sentimos maravilla ante el Dios que anuncia a Jesucristo y, entonces, nuestro hablar de Dios suena más a algo del pasado que a algo vivo y apasionante».

«Por ello, -concluye- hay que revisar una y otra vez nuestra idea de Dios, dejando que el Evangelio corrija las falsas imágenes que nos hemos hecho de Él».

Fe e incidencia política

Agrelo: «Mi salida de Marruecos tuvo que ver con la edad, pero sobre todo con la política»

La mesa redonda fue moderada por la periodista Ana Pastor RD/

Santiago Agrelo y María José Mariño debaten en una mesa redonda sobre ‘ONG’s: una experiencia de comunión en incidencia política’, organizada por la revista ‘Vida Religiosa’ y la Asociación REDES -Red de Entidades para el Desarrollo Solidario- y moderada por la periodista Ana Pastor

Santiago Agrelo: «Jamás he faltado al respeto a ningún Gobierno. Que la defensa de los derechos de los inmigrantes moleste a un Gobierno, me sorprende, como me sorprendió la queja del Gobierno de Marruecos y que la Nunciatura no defendiese mi libertad, pero si uno actúa en conciencia y defiende lo que crees que debes defender en el ámbito político, tienes que estar dispuesto a pagar en persona»

María José Ariño: «El Evangelio, tomado en serio, obliga a ciertas tomas de postura, y donde un político se puede parar a negociar, el Evangelio no conoce ese límite, porque le va a mover siempre la esperanza. Hay una dimensión de profetismo que es intrínseco a la fe y, de alguna manera, irrenunciable a ella»

Por José Lorenzo

«Ha venido a dinamitarlo todo», dijo con una amplia sonrisa tras la intervención que acababa de escuchar la periodista y moderadora del acto, Ana Pastor. Y así fue. En los primeros compases de la interesante mesa redonda organizada con motivo de la presentación del número monográfico de la revista ‘Vida Religiosa’, y en colaboración con  la Asociación REDES -Red de Entidades para el Desarrollo Solidario-, el arzobispo emérito de Tánger lanzó una carga de profundidad que hablaba bien a las claras del título del acto, celebrado en Madrid: ‘ONG’s: una experiencia de comunión en incidencia política’. Y es que, como comenzó señalando el carismático religioso franciscano, «mi salida de Marruecos tuvo que ver con la edad, pero sobre todo con la política».

Y comenzó leyendo tal y como se habían desarrollado los hechos: «Era el 12 de marzo de 2019, y a mi correo electrónico llegó este mensaje del Nuncio Apostólico:

Estimada Excelencia:

Espero que su salud vaya mejor y usted haya recuperado todas las fuerzas.

Deseo informarla que el viernes pasado, 7 de marzo, fui convocado por el Ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos a causa de la entrevista que usted ha concedido con ocasión de la conferencia de prensa antes del viaje apostólico del Santo Padre.

En mi condición de Representante del Santo Padre, le pido que se abstenga de conceder nuevas entrevistas relativas a la cuestión de los emigrantes, en las que se critica al Gobierno de Marruecos y su política.

Usted sabe perfectamente que en este momento no tenemos necesidad de entrevistas que crean malestar entre el Gobierno y entre el pueblo de Marruecos.

Así que, cuando usted conceda nuevas entrevistas, le ruego que se limite a la cuestión humanitaria de los migrantes y a la asistencia que el personal y el Arzobispo de Tánger laudablemente desempeñan a favor de los emigrantes.

Sería además oportuno no entrar tampoco a valorar la cuestión de la libertad de conciencia, tema muy difícil y peligroso, que no nos concierne a los extranjeros sino que es de competencia del Rey y de su pueblo.

Agradeciéndole de corazón la preciosa colaboración, aprovecho la ocasión para confirmarme con sentimientos de respetuoso obsequio de Vuestra Excelencia Reverendísima devotísimo en Cristo». + Vito Rallo 

«Y esto fue lo que le respondí el mismo día», prosiguió el religioso gallego:

Excelencia: así se hará.

Pero se me conceda también que el Santo Padre acepte inmediatamente mi renuncia ya presentada a la sede de Tánger, sin esperar que haya un sucesor.

Son muchos los modos en que se puede proveer.

Es gracia que espero me sea concedida.

Por lo demás, me limitaré a decir que no estoy autorizado a dar entrevistas.

La respuesta del nuncio 

El nuncio le respondió de inmediato a Santiago Agrelo, que continuó leyendo su respuesta ante un auditorio con ojos y oídos muy abiertos: «Excelencia, si eso es su deseo, le ruego que me envíe una carta con la que pide al Santo Padre “que acepte inmediatamente su renuncia ya presentada a la sede de Tánger, sin esperar que haya un sucesor”.

«Es decir, que en las palabras un obispo también se compromete políticamente, y mucho, y también compromete su forma de vida», añadió, ya sin leer, Agrelo. Y añadió: «Jamás he faltado al respeto a ningún Gobierno. Que la defensa de los derechos de los inmigrantes moleste a un Gobierno, me sorprende, como me sorprendió la queja del Gobierno de Marruecos y que la Nunciatura no defendiese mi libertad, pero si uno actúa en conciencia y defiende lo que crees que debes defender en el ámbito político, tienes que estar dispuesto a pagar en persona, porque yo no he renunciado al Santo Padre».

«Todo es política, efectivamente, lo que provoca un cierto desconcierto por las connotaciones que tiene, pero lo que hacemos cualquier religioso tiene una trascendencia política, por lo que hay que reivindicar es ese sentido amplio, porque en la sociedad en la que soy parte, tengo que tomar partido, porque queremos que el mundo sea más justo para todas las personas y no nos basta con paliar y ayudar a luchar contra las consecuencias de la injusticia», señaló por su parte la religiosa María José Mariño.

«Queremos un modo mejor -prosiguió en su intervención la religiosa carmelita misionera, y miembro del equipo de Incidencia Política de REDES- y por eso hay que incidir, salir de nuestros espacios personales y mirar en clave de lo estructural, porque esto también asusta, porque exige poner en juego unos recursos no solo humanos, y no siempre tenemos ganas, porque implican, reflexión, diálogo, paciencia, tender puentes…,  y eso no siempre gusta, pero es irrenunciable para el cristianismo y para la vida religiosa».

«Dimensión de profetismo intrínseca a la fe»

«Todo el mundo conoce situaciones como las del padre Agrelo y otras. Pero la Iglesia es una realidad plural, guste o no», añadió María José Mariño, «y el Evangelio, tomado en serio, obliga a ciertas tomas de postura, y donde un político se puede parar a negociar, el Evangelio no conoce ese límite, porque le va a mover siempre la esperanza. Entonces existen estas situaciones porque hay una dimensión de profetismo que es intrínseco a la fe y de alguna manera, irrenunciable a ella».

«Todo es nuestra vida ha de ser coherente con la fe, que no con una ideología religiosa, sino con las necesidades de los pobres a cuyas vidas hemos sido enviados, aunque también hay una fe sin incidencia política», afirmó Agrelo, quien subrayó que «entiendo que una fe sin incidencia política no es una fe cristiana», porque «si la fe quedase sin incidencia política, quedaría también sin evangelio, y si soy cristiano, mi vida tendrá necesariamente incidencia política».

En este sentido, Agrelo, mantuvo que «estamos en un momento de regreso al analgésico, si es que lo habíamos dejado, a una religiosidad de formas externas muy marcadas, y lo dice uno que lleva siempre el hábito, pero si me limitase a llevar el hábito, estaría fuera de lugar».

«Estamos en un momento en la Iglesia en que, en los niveles superiores, no hay una conciencia asumida de la incidencia política de la fe, mientras que hay indebidamente una pretensión de incidencia en la política que no nace de la fe, y esa es mi batalla, que dura años, con los medios de la Iglesia, de la que salgo siempre despellejado», señaló el franciscano.

«Los medios de la Iglesia son de derecha-derecha»

«Los medios de la Iglesia no pueden ser medios de ningún partido político y, ahora, los medios de comunicación de la Iglesia son manifiestamente de derecha-derecha. Aunque me daría igual si fueran de izquierda-izquierda, porque la Iglesia es de todos. Pero los medios de la Iglesia están implicados de una manera indecente en la política del país. No busques en ellos una respuesta evangélica, solo es una respuesta política», concluyó con contundencia el religioso, en tantas ocasiones blanco de aceradas críticas en los medios más conservadores del espectro informativo eclesial. 

«Las necesidades de una parte del mundo nos siguen provocando, nos escuecen a quien pensamos que las cosas tiene que ser de otra manera», aportó por su parte en la presentación del acto Luis Alberto Gonzalo, director de la revista ‘Vida Religiosa’.

«Hemos aprendido a trabajar juntos por los pobres, lo que ya es un signo de intercongregacionalidad», añadió el religioso claretiano, recalcando que nuestro testimonio «no puede quedar solo en palabras», razón por la cual, añadió, «nació el numero monográfico de ‘Vida Religiosa’: para incidir políticamente en nuestra sociedad».

Ana Pastor cerró la mesa redonda con un sincero reconocimiento de la libertad y valentía con la que los religiosos que habían participado en ella se habían expresado, mostrando un profundo respeto por la labor que estos miembros de la Iglesia hacen por todos los rincones del mundo, y asegurando que «las ONGs de la Iglesias son una gran marca España»

Iglesia sinodal, algunos apuntes sobre la Etapa Continental (parte 1)

por Mauricio López Oropeza

El presente artículo se enfoca predominantemente en la Etapa Continental del presente proceso sinodal. Sobre todo, por ser aquella que se presenta como una fase inédita en el proceso, por su método y composición; etapa que bebe fuertemente de las experiencias del Sínodo Especial para la Amazonía (por su modo y alcance de la escucha a una porción extensa del pueblo de Dios en el sitio donde peregrina) y de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe (por su modo y alcance de la escucha, su discernimiento comunitario al modo de la conversación espiritual, y su definición de horizontes pastorales, a partir de ciertos consensos, con esa porción del pueblo de Dios).

Estas experiencias me han tocado profundamente en lo personal y me han transformado de muchos modos, dado el servicio al que he sido llamado, junto con tantos hermanos y hermanas de camino, en cuanto a proponer un método y coordinar las fases de escucha y síntesis. Mi modo de estar en la Iglesia y mi compromiso con ella ha cambiado profundamente a partir de estas experiencias que han sido un regalo de Dios, al mismo tiempo que han representado vivencias de profundo dolor y esperanza, frustración e ilusión, y, por encima de todo, momentos de escucha conjunta al Espíritu Santo.

Estas vivencias de una Sinodalidad en camino, siempre incompleta, pero con certeza de su horizonte, son un intento de respuesta en comunidad a los llamados de Dios para buscar y tejer nuevos o renovados caminos para la Iglesia en todas sus dimensiones.

La convergencia de las aguas en el río mayor: una imagen que ilustra el camino de la etapa continental del Sínodo

Una vez más, en este hermoso y desafiante camino sinodal que hemos vivido durante los últimos años, la imagen de una convergencia de los afluentes hacia el gran río como aguas que confluyen desde distintos orígenes y dimensiones se torna en la representación que nos ayude en la presente reflexión. El acontecimiento eclesial de mayor relevancia en este momento, en el sentido genuino del llamado de la Iglesia a que todos sean uno en el Señor sin dejar a nadie fuera, es el que nos invita a trabajar “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”.

Las voces diversas que van configurando este proceso le van dando su sentido y horizonte, y por ello es necesario reflexionar sobre la experiencia en camino, para hacer sentido de ella.

Como las vertientes de los ríos, cada realidad es un tributario de vida (con una profunda diversidad de luces y sombras, de dolores y esperanzas, de modos de ser y de hacer) que da cuenta de nuestra verdad como Iglesia que quiere ser más fiel a su variedad y a su amplitud, y a su genuina catolicidad. El río que se compone de estas distintas aguas no es un río ideal, sino uno que lleva en sí mismo aquello que somos y aquello que estamos llamados a ser como Iglesia llamada a seguir los caminos de Jesús en la construcción del Reino y en el anuncio de una Buena Noticia que sea vida, y vida en abundancia, sin exclusión.

Pocas veces la Iglesia ha vivido una experiencia tan honda y tan compleja, y, al mismo tiempo, nunca antes la Iglesia contemporánea se había confrontado de este modo con la pregunta esencial del Concilio Vaticano II: «Iglesia, ¿quién eres? y ¿qué dices de ti misma?», como un examen de conciencia sobre nuestra coherencia en relación con estas cuestiones, luego de 60 años. Un proceso lento que en muchas ocasiones ha estado lejos de alcanzar sus propios planteamientos, o incluso iniciar el camino hacia ellos, o de producir las reformas soñadas por quienes hicieron parte de este acontecimiento, las cuales fueron evidentes frutos de la escucha al Espíritu Santo.

Sin embargo, esa misma pregunta está acompañada hoy en este proceso sinodal de una ineludible invitación a reflexionar, no solamente sobre los pasos dados (o no), sino sobre la profundidad y la honestidad de éstos, y, sobre todo, sobre la vivencia genuinamente comunitaria y discernida como Iglesia casa que ensancha su espacio, sin dejar a nadie fuera y caminando más juntos y juntas.

La invitación de la Exhortación Apostólica «Episcopalis Communio» (en su número 6), a la cual recurro con frecuencia para identificar lo absolutamente esencial de éste, y de todo proceso sinodal, sigue siendo el eje sobre el cual estamos llamados(as) a reflexionar sobre el presente Sínodo, y la medida con la cual hemos de evaluarlo y evaluarnos:

También el Sínodo de los Obispos debe convertirse cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios: «Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales,1 el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama».

Una etapa inédita en el tejido de las Asambleas Continentales: método, aprendizajes y limitaciones

En el mes de mayo de 2022 el secretario general del Sínodo (en la estructura todavía denominada Secretaría del Sínodo de los Obispos, y hasta junio de ese año por las reformas de la Constitución Praedicate Evangelium) me invitó a colaborar en la Etapa Continental del Sínodo desde un papel de coordinación de la fuerza de trabajo destinada para animar y acompañar esta fase.

El tiempo para realizar este proceso era extremadamente corto dada la magnitud y la complejidad de la tarea (los siete continentes–regiones debían preparar y realizar sus Asambleas Continentales y presentar sus documentos finales hasta el 31 de marzo de 2023), pero era necesario hacer lo posible por llevar adelante este ejercicio, por lo que estaba en juego en el proceso sinodal, por lo inédito de esta etapa, y por la oportunidad que representaba de impulsar un discernimiento comunitario profundo en el marco de la escucha de este sínodo.

Ante esa petición definimos una serie de elementos «esenciales» para llevar adelante este proceso, y que son los que explican de mejor manera el horizonte, la naturaleza y el modo de esta etapa:

Esta etapa se enfocó claramente en propiciar un discernimiento eclesial con una mirada continental–regional, y toda la experiencia debía ser hecha alrededor del Documento para la Etapa Continental – DEC.

En esta etapa se desarrollaron siete Asambleas Continentales–regionales: África; América Latina y Caribe; Asia; Europa; Medio Oriente – Iglesias Orientales; Norteamérica, y Oceanía.

Para esta etapa se integró una fuerza de trabajo especializada con miembros de las comisiones del Sínodo y de los equipos asociados a la Secretaría General.

Es una etapa que propició dos movimientos: 1. Recibir el aporte de la primera fase mediante el Documento para la Etapa Continental, y 2. Producir, como fruto de un discernimiento comunitario, un documento final que ayude a la siguiente etapa para la elaboración del Intrumentum Laboris. Es importante reconocer que esta etapa no tenía sentido de modo aislado, sino sólo en la medida en que conectaba con el trabajo previo y en su aporte a la siguiente fase.

Hizo parte de la fase de escucha del Sínodo, es decir, no se trató de una etapa para definir propuestas específicas, para empujar agendas particulares que hayan quedado fuera, o para apenas enfocarse en hacer enmiendas al DEC.

La única pregunta que sustenta todo el proceso Sinodal seguía siendo la misma: «¿Cómo se realiza hoy, en los distintos niveles (desde el local hasta el universal), este “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, según la misión que se le ha confiado?» (DP nº 2).

En continuidad con el pedido del papa Francisco, se insistió mucho en la importancia de intentar que en esta etapa continental se tuviera una participación de las voces de personas de los márgenes, de aquellos que quedaron fuera en la primera fase. En este punto los resultados fueron limitados.

El método de acompañamiento de esta etapa fue desde una aproximación de «traje a la medida» (según tiempos, lugares y personas); es decir, cada uno de los siete continentes–regiones fue acompañado de manera particular, de modo que se acogieron preocupaciones, se aclararon dudas, se abordaron resistencias y rechazos, y se hizo un camino específico según las posibilidades y necesidades de cada realidad. Se hizo un proceso a manera de acompañamiento espiritual con el objetivo concreto de organizar las Asambleas Continentales.

El método en común de toda esta etapa fue la «conversación espiritual» como instrumento privilegiado para el discernimiento comunitario.

Lo más importante ha sido la experiencia misma, es decir que la etapa continental fuera una vivencia que ayudara a crecer en el sentido de Sinodalidad para el caminar de cada continente–región de la Iglesia. Los documentos y los eventos son muy importantes, tanto cuanto conduzcan al fin mayor, que es crecer en Sinodalidad para el seguimiento de Jesús. -El Sínodo es un medio, nunca un fin en sí mismo.

El discernimiento de la etapa continental se sustentó por la pregunta central de todo el proceso y por las orientaciones de la etapa que invitaban a buscar en la Síntesis de la Iglesia universal: 

A.Intuiciones que resonaban con más fuerza;

 B. Tensiones o Divergencias sustanciales que emergieron, y 

C. Prioridades, temas recurrentes o líneas de acción.

Cuando nos encontramos con el papa Francisco (noviembre de 2022) durante la preparación de esta etapa y de sus siete asambleas continentales, una de sus invitaciones más fuertes a todos quienes hemos hecho parte de la experiencia, fue la de asumir este proceso como los apóstoles vivieron el Pentecostés. Es decir, abrazar al caos, el miedo y la complejidad de esta vivencia sin precedentes en la época reciente, pero asegurándonos de que en el centro y como protagonista de todo el proceso estuviera siempre el Espíritu Santo, tal como sucedió en Pentecostés.

Su invitación fue la de intentar escuchar a todos, sin exclusión, y a no tener miedo, pues en esta fase de escucha se trata de que todo el pueblo de Dios haga parte del proceso y pueda hablar con libertad para encaminar un discernimiento honesto hacia las fases subsecuentes del proceso.

Como anécdota, al inicio de esta encomienda de coordinar la fuerza de trabajo responsable de esta etapa se hicieron múltiples convocatorias a los distintos equipos de referencia de los siete continentes–regiones. La respuesta al comienzo fue, en la mayoría de los casos, reducida o incluso sin respuesta. Excepto por un par de continentes–regiones con un proceso ya existente. Era evidente que esta etapa provocaba, inicialmente, cierto temor, resistencia, confusión, incomprensión, incluso algunas objeciones más explícitas en algún caso.

Ante esto la decisión fue abandonar todo intento de encaminar un proceso de arriba hacia abajo y con una homologación de pasos y modos unificados para desarrollar las asambleas, empezando así un camino de escucha cercana, acompañamiento profundo, y, al modo de quien asiste en los Ejercicios Espirituales, ir descubriendo aquello a lo que Dios invitaba a cada continente–región de modo particular, según sus tiempos, lugares y personas.


Por Mauricio López Oropeza. Director del Centro Pastoral de Redes y Acción Social del CELAM