Asamblea General del CELAM

Por una Iglesia en la comunión, la eclesialidad y la sinodalidad

39ª Asamblea General Ordinaria del Celam
39ª Asamblea General Ordinaria del Celam

“Esa Asamblea rinda abundantes frutos en favor de la Iglesia que peregrina en Latinoamérica y en el Caribe, para que esté siempre dispuesta al servicio, sobre todo de los pobres y descartados, discerniendo las inspiraciones del Espíritu Santo, en sinodalidad con todo el pueblo santo de Dios”

Cómo se ha llevado a cabo el proceso de renovación y reestructuración, siguiendo el llamado del Papa Francisco a servir con pasión, lo que ha ido concretando en la nueva estructura, que busca mayor eficiencia y calidad, trabajo en red, animación de procesos, no de eventos, colegialidad y sinodalidad

Los participantes de la 39ª Asamblea General Ordinaria del Celam han participado de la Eucaristía de abertura, presidida por Mons. Miguel Cabrejos, presidente del organismo, que ha agradecido por lo vivido a lo largo del último cuatrienio

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

Una oportunidad para hacer memoria agradecida del camino recorrido, pero también para pedir el don del Espíritu para seguir su llamado. Así puede ser vista la 39ª Asamblea General Ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño que se ha iniciado este 16 de mayo en Puerto Rico y que se prolongará hasta el viernes 19 de mayo.

Mons. Cabrejos 39 asamblea

Mensaje del Papa Francisco

Un momento para hacer balance de cómo ha avanzado la concretización del mandato recibido por la actual presidencia en la 37ª Asamblea realizada en Tegucigalpa (Honduras) en 2019, que pedía llevar a cabo la renovación y reestructuración del Celam, un organismo necesario y actual, capaz de promover y liderar la comunión, la misión y el servicio en el continente, una escuela de sinodalidad, que escucha a las Conferencias Episcopales y aporta a la reconstrucción del tejido social en América Latina y el Caribe, como recordaba Mauricio López, director del Centro de Redes y Acción Pastoral del Celam. Eso haciendo realidad una Iglesia menos clericalista y con mayor protagonismo femenino.

Una Asamblea a la que el Papa Francisco a través del Cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado Vaticano, ha enviado un mensaje en el que pidió que “esa Asamblea rinda abundantes frutos en favor de la Iglesia que peregrina en Latinoamérica y en el Caribe, para que esté siempre dispuesta al servicio, sobre todo de los pobres y descartados, discerniendo las inspiraciones del Espíritu Santo, en sinodalidad con todo el pueblo santo de Dios”.

Acogida a los participantes

Se trata de ser “constructores, arquitectos del Templo Vivo, espiritual del Santo Pueblo de Dios, con la guía del Espíritu, bajo la protección de la Santa Madre de Dios”, como decía en sus palabras de acogida Mons. Miguel Cabrejos, presidente saliente del Celam, que destacaba la importancia del Pueblo de Dios, “el único sujeto activo y fundamental de toda la acción y misión de la Iglesia”, que lleva a asumir la corresponsabilidad y la escucha como actitud y ha ido creando una “eclesiogénesis”, un nuevo modelo eclesial, en la que la Iglesia se enriquece desde la comunión, la eclesialidad y la sinodalidad.

Los participantes también fueron acogidos por Mons. Rubén González, obispo de Ponce y presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña, mostrando la gran alegría que supone para la Iglesia del país acoger esta asamblea. Desde ahí mostraba su deseo de que “disfrutemos plenamente en estos días de oración, encuentro fraternal y trabajo que abren para nosotros un camino nuevo lleno de retos y esperanza a la luz del Magisterio del Papa Francisco”. Una oportunidad para “acrecentar e impulsar con nuevo ardor la colegialidad, la eclesialidad y sinodalidad que caracterizan la gran familia del Celam”.

Una asamblea que tiene su programa y reglamento a ser seguido, como explicitó Mons. Jorge Eduardo Lozano, secretario general del Celam, y que estará marcada por la elección de la nueva presidencia: presidente, primer y segundo vicepresidentes, el responsable de asuntos económicos y el secretario general para el periodo 2023-2027, así como los obispos coordinadores de cada uno de los cuatro centros pastorales en que se estructura el Celam actualmente.

Informe de la presidencia

Como es costumbre en este tipo de eventos, están siendo presentados los respectivos informes, comenzando por el de la presidencia saliente, que fue relatando a través de diferentes vídeos los pasos dados en este cuatrienio. Cómo se ha llevado a cabo el proceso de renovación y reestructuración, siguiendo el llamado del Papa Francisco a servir con pasión, lo que ha ido concretando en la nueva estructura, que busca mayor eficiencia y calidad, trabajo en red, animación de procesos, no de eventos, colegialidad y sinodalidad, ampliando la participación del Pueblo de Dios, para la superación de la auto referencialidad y el clericalismo.

Un cuatrienio marcado por algunos momentos destacados, no sólo para la Iglesia del continente como para la Iglesia universal, como fue la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y del Caribe, una propuesta del Papa Francisco en busca de retomar y aprovechar la riqueza de la Conferencia de Aparecida. En segundo lugar, el Sínodo 2021-2024, un proceso en el que el Celam ha ofrecido como principal aporte la organización y realización la Etapa Continental del Sínodo en las cuatro Asambleas Regionales en las cuales se ha privilegiado el discernimiento comunitario haciendo uso del método de la conversación espiritual.

En los últimos cuatro años se ha inaugurado la nueva sede del Celam, un espacio que está “al servicio de las 22 Conferencias Episcopales del continente y de la Iglesia latinoamericana y caribeña que nos permite testimoniar una Iglesia en salida, más sinodal, que asume los desafíos de este tiempo ofreciendo integralmente mejores servicios pastorales”. Junto con ello la Conferencia Eclesial de la Amazonía, un aporte pionero de la Iglesia del continente a la Iglesia universal, la política del Celam para la prevención y el cuidado, y el Fondo Populorum Progressio, confiado al Celam por el Papa Francisco para ayudar en el análisis de los proyectos y su realización, continuando el trabajo conjunto con la Curia Romana a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Realidad financiera marcada por la pandemia

Un informe que también ha llevado a cabo el Consejo de Asuntos Económicos, un organismo colegial, según Mons. Rogelio Cabrera, arzobispo de Monterrey (México), que destacó del último cuatrienio, marcado por la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias financieras, lo que llevó al Celam a tener una política de ahorro, dado la realidad de un continente empobrecido. Así mismo insistió en la importancia de la rendición de cuentas y la auditoría permanente, además de la auditoría externa. La situación financiera del Celam fue presentada por Pedro Ceballos, director administrativo, algo que forma parte del planeamiento financiero del Celam, como mostró Humberto Ortiz, director de planeación.

Tras una reunión por regiones, los participantes de la 39ª Asamblea General Ordinaria del Celam han participado de la Eucaristía de abertura, presidida por Mons. Miguel Cabrejos, presidente del organismo, que ha agradecido por lo vivido a lo largo del último cuatrienio. Empezando por el Papa Francisco, a quien agradeció por “por su sabio y decidido apoyo que nos ha brindado a lo largo del cuatrienio, por su cercanía y orientación”, fue relatando un gran número de personas, instituciones, organismos y departamentos del propio Celam, a quienes ha mostrado su gratitud. Unas palabras que ha encerrado con el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, para con él pedir que “alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”.

Balance de los 4 años de la CNBB

Presidencia de la CNBB hace balance de un cuatrienio en el que ha tenido que «reinventarse para dar nuevas respuestas»

Rueda de Prensa Asamblea CNBB

Uno de los cuatrienios más difíciles en los 70 años de la CNBB, que su presidente ve con un corazón agradecido y con gran alegría por la experiencia que hemos hecho con muchas manos y corazones y una colaboración competente

«La CNBB ha estado siempre del lado de los pobres, de los que sufren»

La CNBB está en este horizonte de sinodalidad en su historia organizativa, con marcas de participación

«Reconocer el protagonismo de los pueblos indígenas y de las comunidades tradicionales y reconocer su sabiduría y beber de esta fuente para descubrir soluciones a los muchos problemas que vivimos hoy en nuestra nación y en nuestro Planeta»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

Partiendo de la idea de que «comunicamos para humanizar, comunicamos para evangelizar», como señaló Mons. Joaquim Mol, obispo auxiliar de Belo Horizonte y presidente de la Comisión para la Comunicación de la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños (CNBB), la primera rueda de prensa de la 60ª Asamblea General de la CNBB, que tiene lugar en Aparecida del 19 al 28 de abril de 2023, comenzó con la idea de que esta comunicación debe ser una contribución para que «la sociedad también comunique mejor lo que tiene que comunicar».

Un encuentro de comunión de las diferencias

Una asamblea que es «un encuentro de comunión de las diferencias», insistió Mons. Mol, dado que la asamblea de la CNBB es una «experiencia de unidad y comunión» con los diferentes, formando «un cuerpo cuyos miembros tienen funciones diferentes y colaboran para la misma función». El obispo auxiliar de Belo Horizonte llamó a una actitud de escucha en la dinámica del camino sinodal, presentando el trabajo de la actual presidencia como una tarea enorme con peculiaridades nunca imaginadas en el curso de la historia, especialmente con la pandemia, con realidades que Brasil nunca había experimentado.

Mons. Walmor Oliveira de Azevedo, arzobispo de Belo Horizonte y presidente de la CNBB, comenzó agradeciendo el trabajo de los medios de comunicación en este tiempo de «tantas mentiras y tantas divisiones, una comunicación que busca mostrar la verdad, motivar los corazones para el bien y abrir nuevos caminos con el Evangelio de Jesús y con los servicios prestados por la Iglesia en el corazón de la sociedad».

Uno de los cuatrienios más difíciles en los 70 años de la CNBB

Un tiempo que definió siguiendo la metáfora de la Iglesia como una barca en travesía, utilizada por el Papa Francisco el 27 de marzo de 2020 en la Plaza de San Pedro. Ante la convulsión vivida en Brasil en los últimos cuatro años desde el punto de vista político, y los desajustes que afectan de manera especial a los más pobres y sufrientes, lo que hizo con la CNBB se obligase a «reinventarse para dar nuevas respuestas». Esto en uno de los cuatrienios más difíciles en los 70 años de la CNBB, que su presidente ve con un corazón agradecido y con gran alegría por la experiencia que hemos hecho con muchas manos y corazones y una colaboración competente, que ha hecho crecer muchas cosas, aún con las dificultades de la pandemia y de la situación política.

El arzobispo llamó a ser una Iglesia en salida y sinodal, que «tiene que ir a la vida del pueblo en confrontación con lo que vive, sufre, lleva, sueña, y sobre todo en la tarea de construir una sociedad justa, fraterna, solidaria, porque somos ciudadanos del Reino en salida», dando así nuevas respuestas, fruto de la articulación de muchos que confirman este camino como Iglesia servidora en el mundo, dado que «estamos al servicio de la vida, al servicio del pueblo de Dios».

Una Iglesia al lado de los pobres

Mons. Walmor Oliveira de Azevedo recordó que en sus 70 años de historia «la CNBB ha estado siempre del lado de los pobres, de los que sufren», lo que la ha llevado a atravesar dificultades e incomprensiones, «por el coraje profético de estar del lado de los pobres, creando una nueva cultura social, política, espiritual y humana». En este sentido, recordó la campaña “Es Tiempo de Cuidar”, como una expresión muy importante de solidaridad, que responde a la exigencia intrínseca a la luz del Evangelio de Jesucristo de cuidar a los pobres, más aún ante el aumento de la pobreza y del hambre en un país que es el granero del mundo.

En relación a la violencia en las escuelas, el presidente de la CNBB ve esta realidad como «consecuencia de los caminos que hemos tomado, muchas veces lamentablemente, desde importantes líderes políticos fomentando el odio, fomentando los desencuentros, fomentando las dificultades, y sobre todo fomentando el comprometer la fraternidad universal». Ante ello, siguiendo el Pacto Educativo Global, llamó a «encontrar caminos de diálogo, caminos de servicio e indicaciones concretas» frente a esta violencia en las escuelas, porque vivir la fe cristiana es humanizarse, buscando instaurar la cultura de la paz.

Mons. Joel Portella Amado, obispo auxiliar de Río de Janeiro y secretario general de la CNBB, destacó la importancia de la Campaña de la Fraternidad, expresión de caridad y solidaridad, que durante la Cuaresma nos anima a descubrir el sufrimiento de los demás a través de diferentes propuestas, entre ellas la Colecta Solidaria, que alimenta el Fondo Nacional de Solidaridad.

La CNBB siempre en el horizonte de la sinodalidad

En cuanto a la sinodalidad, su presidente señaló que la CNBB está en este horizonte de sinodalidad en su historia organizativa, con marcas de participación, destacando la necesaria inversión en la sinodalidad, «como una experiencia importante que crea una nueva cultura», dado que «la CNBB es una expresión de comunión de los obispos de Brasil marcadamente sinodal».

En el día de los pueblos indígenas, Mons. Mario Antonio da Silva, arzobispo de Cuiabá y vicepresidente 2º de la CNBB, destacó que la Conferencia y la Iglesia de Brasil han acogido de forma muy solidaria los dolores y las causas de los pueblos indígenas, llamando a «reconocer el protagonismo de los pueblos indígenas y de las comunidades tradicionales y reconocer su sabiduría y beber de esta fuente para descubrir soluciones a los muchos problemas que vivimos hoy en nuestra nación y en nuestro Planeta, sobre todo en la cuestión de la preservación del medio ambiente», indicando los pasos a dar.

Polarización política y religiosa

La polarización política y religiosa presente en la sociedad ha llevado a Mons. Walmor Oliveira de Azevedo a «grandes y pesadas consecuencias con la vida de los más pobres y sufrientes», exigiendo a la Iglesia que ayude en la construcción de una cultura de paz, justicia, respeto a la vida y a la dignidad humana. Esto con vistas a que la Iglesia ayude a Brasil a ser mejor.

Mons. Jaime Spengler, arzobispo de Porto Alegre y vicepresidente 1º de la CNBB, destacó el trabajo de apoyo y construcción de las comisiones de la CNBB, de los obispos y consejeros, un trabajo que se hace a favor de la Iglesia y de los más necesitados, que va más allá de los que pasan hambre. Insistió en que sin educación no hay transformación de la sociedad, haciendo ver la necesidad de reconstruir el tejido social. En este campo, abordó la cuestión de la comunicación digital y el necesario aprendizaje de todo lo que se refiere a la tecnología, frente a la que existe un espíritu negativo, que requiere un cambio, porque «la tecnología, la ciencia, es fruto del ingenio humano y por tanto noble».

Después de 19 años de trabajo, se está publicando la tercera edición del Misal para la Iglesia de Brasil, que ha sido muy enriquecida y que el año pasado permitió completar este proceso, en reconocimiento de que la traducción brasileña es digna de confianza, según el obispo Joel Portella Amado. El secretario general de la CNBB ve en el nuevo Misal «una oportunidad de utilizar el Misal para vivir la liturgia con toda la seriedad, riqueza y belleza que la liturgia requiere».

Entrevista a Luis Marín

Mons. Luis Marín: En la sinodalidad, “una tentación es creer saberlo todo y no necesitar aprender de nadie”

Mons. Luis Marín de San Martín

«El uniformismo, además de empobrecedor, no es cristiano. Debemos hacer posible también que la variedad cultural enriquezca a toda la Iglesia»

«El Evangelio se vive, concreta y testimonia de modo diverso, teniendo en cuenta las diferentes realidades culturales. La Iglesia jamás es excluyente, sino incluyente. Esto es lo que está en la base de la interculturalidad eclesial»

«Los miedos, generalmente, los provoca lo desconocido. Yo invito a conocer desde la experiencia para poder sacar conclusiones. El discernimiento comunitario se ha dado siempre en el cristianismo porque la Iglesia es comunidad»

«Si tenemos la mente bloqueada y el corazón cerrado, si nos puede la soberbia y convertimos la fe cristiana, esencialmente una experiencia de amor, en ideología, entonces es imposible escuchar al Espíritu»

«Dificultades hay muchas, pero, con ayuda de Dios, las vamos superando y seguimos adelante en este camino de renovación y esperanza. Hay que tener mucha paciencia y gran confianza. Es un proceso a largo plazo. Pero estoy seguro de que dará frutos abundantes porque el Espíritu guía a la Iglesia»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

La etapa continental del Sínodo 2021-2024 es vista por Mons. Luis Marín de San Martín, que ha participado de la reunión de los secretarios generales y presidentes de las conferencias episcopales organizadas por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) en Bogotá, de 21 a 23 de marzo, como particularmente novedosa. Realizada en 7 grandes regiones, cada una de ellas ha producido un documento con los que se redactará el instrumento de trabajo para la Asamblea del Sínodo de los Obispos de octubre.

Una etapa que ha sido una muestra de interculturalidad, pues “las distintas realidades culturales nos hacen ver que hay una variedad de modos para seguir a Cristo”, según el subsecretario del Sínodo. El método, muy bien valorado, ha sido la conversación espiritual y el discernimiento comunitario, elementos propios de una Iglesia que es comunidad. Se busca así evitar ideas preconcebidas y querer imponer ideas. Una actitud que debe ser asumida por todos en la Iglesia.

El reto es “una Iglesia que sea verdaderamente comunión”, que no esté “atomizada en grupos enfrentados”. Una Iglesia con un protagonismo común, evitando la auto referencialidad y el cierre en sus seguridades. Se trata de dar un testimonio cristiano, que “si es auténtico, es siempre entusiasta”, buscando lograr “la experiencia de Cristo vivo, que se concreta en la vida cotidiana y se transmite, podemos decir, por contagio”. Ante ello “la respuesta la encontramos en la autenticidad, en la coherencia como cristianos”.

A pocos días de clausurar la Etapa Continental del Sínodo, algo novedoso en la historia de la Iglesia y de los sínodos, ¿cuáles son sus primeras impresiones?

La etapa continental es particularmente novedosa. No se había realizado en otros Sínodos. Se trata, además, de una etapa fundamental en el proceso que estamos llevando a cabo, porque nos abre a la pluralidad de la Iglesia. Ciertamente desde la unidad: una sola fe, un solo Señor, un solo Bautismo. Pero esta unidad, fundante y fundamental, la vivimos y desarrollamos en la pluralidad de las distintas realidades culturales.  El uniformismo, además de empobrecedor, no es cristiano. Debemos hacer posible también que la variedad cultural enriquezca a toda la Iglesia.

Las realidades continentales, evidentemente, son diversas: distintos modos, distintas maneras de vivir la fe, de testimoniar el mensaje cristiano. También son diferentes los retos para la evangelización. El desarrollo de esta etapa nos va a permitir, por una parte, ser mucho más concretos, más incisivos y, al mismo tiempo, promover una mayor participación e implicación del pueblo de Dios al tratarse de un ámbito mucho más conocido y que se siente como propio.

Se han establecido siete continentes, en sentido amplio: América del Norte, Latinoamérica y el Caribe, Europa, África y Madagascar, Asia, Oceanía, Iglesias de Medio Oriente. En cada uno se ha trabajado el Documento para la Etapa Continental y se ha celebrado una asamblea sinodal, con la participación de las diferentes vocaciones del Pueblo de Dios. Cada asamblea ha producido un documento, con los que se redactará el instrumento de trabajo (instrumentum laboris) para la Asamblea del Sínodo de los Obispos de octubre.  A la espera de recibir los últimos documentos continentales, el balance desde luego es muy positivo.

Esas diferentes asambleas en todos los continentes o regiones en que se ha dividido esta etapa nos muestran diferentes culturas. Desde ahí, ¿podemos decir que la interculturalidad es algo que enriquece el camino de la sinodalidad?

Me parece incuestionable. Por desgracia encontramos, también en la Iglesia, quienes confunden lo esencial con lo accesorio y tienden al uniformismo, a suprimir cualquier tipo de diferencia frente a un modelo establecido. A veces parece que incluso les cuesta admitir la pluralidad, la diferencia. Esto conlleva pobreza espiritual. Pero la fe cristiana no un proceso de empobrecimiento, sino todo lo contrario. Tenemos una misma fe, pero no un mismo modo de vivirla. La “política de la fotocopia” no es válida porque las realidades culturales son distintas, como son también diferentes las personas y diversas las vocaciones. La Iglesia es plural, como es plural la familia. Tal vez nos ayude la hermosa imagen de la Iglesia como familia de Dios: comunión en el amor, pero diversidad de roles, de personalidades, de opciones, de manifestaciones, de vocaciones; buscando todos el bien de la familia, de la Iglesia.

Así pues, las distintas realidades culturales nos hacen ver que hay una variedad de modos para seguir a Cristo. El modelo occidental vigente no es, ni mucho menos, el único ni debemos pretender imponerlo en todas las latitudes. Por ejemplo, en Asia encontramos otros modelos culturales que deben ser respetados y promovidos, y lo mismo en África, en Oriente Medio, etc. El Evangelio se vive, concreta y testimonia de modo diverso, teniendo en cuenta las diferentes realidades culturales. La Iglesia jamás es excluyente, sino incluyente. Esto es lo que está en la base de la interculturalidad eclesial.

Una de las propuestas para desarrollar la Etapa Continental fue la conversación espiritual y el discernimiento comunitario. En las asambleas de América Latina y el Caribe eso ha sido muy bien valorado. Se trataba de hablar desde un mismo plano y desde las diferentes vocaciones en la Iglesia. En una misma comunidad de discernimiento había obispos, presbíteros, la Vida Religiosa masculina y femenina, el laicado. ¿Cómo eso puede enriquecer a la Iglesia y cómo superar los miedos que eso provoca en algunos?

Los miedos, generalmente, los provoca lo desconocido. Yo invito a conocer desde la experiencia para poder sacar conclusiones. El discernimiento comunitario se ha dado siempre en el cristianismo porque la Iglesia es comunidad. Pero ¿cómo llevar a cabo este discernimiento? Uno de los métodos es el de la conversación espiritual, que viene de antiguo y es de raíz ignaciana.  A mí que, como agustino vivo otra espiritualidad, no me resultaba familiar, pero lo he usado, lo he visto utilizar, y los resultados son muy buenos porque ayuda mucho al discernimiento. Así pues, me he enriquecido con un método propio de una espiritualidad diferente a la mía. Esto es hermoso.

A grandes rasgos, se trata de ponerse en actitud de escucha profunda del otro, procurando entender lo que quiere transmitir, sin juzgarle. Para luego buscar los puntos en común y discernir qué es lo que Dios quiere en concreto de nosotros. Todo ello desde la oración. En la conversación espiritual no hay vencedores ni vencidos. No es un combate ideológico, donde cada uno intenta imponer sus criterios e ideas, sino que se trata de una búsqueda común del consenso a través de un proceso de diálogo, todos desde el mismo nivel y respetando las diferencias.

Este método ha sido muy bien valorado porque los resultados han sido claramente positivos. De hecho, es recomendable utilizar el método de la conversación espiritual u otro similar en todas nuestras asambleas y encuentros sinodales. Queremos que se dé un diálogo fraterno, no un mitin político, un choque o una imposición de ideologías. No estamos en un parlamento, sino en una familia. La escucha, el diálogo, el discernimiento, todas estas realidades del proceso sinodal están presentes en este método.

Podríamos decir que Dios nos habla a través de quienes menos esperamos. ¿En este método de la conversación espiritual es necesario aprender a dejarse sorprender por Dios, que muchas veces nos habla a través de quienes menos esperamos?

A veces actuamos con ideas preconcebidas. Y nos afanamos en buscar el modo de imponerlas y lograr que triunfen. Pero lo que debemos hacer es buscar la voluntad de Dios, escuchando al Espíritu Santo. En esto insiste mucho el Papa. El proceso sinodal es un evento del Espíritu, que nos sorprende, si tenemos la disponibilidad para dejarnos sorprender.

Si tenemos la mente bloqueada y el corazón cerrado, si nos puede la soberbia y convertimos la fe cristiana, esencialmente una experiencia de amor, en ideología, entonces es imposible escuchar al Espíritu. Lo único que querremos será triunfar, ganar, imponer y no estaremos en el camino del discernimiento cristiano, que es un camino de la escucha, de la apertura al Espíritu, que habla a través de los hermanos, en la comunidad, a través de lo pequeño. Entonces podrá sorprendernos y llenar nuestro corazón de esperanza y de alegría.

Una Iglesia que escucha, pero también una Iglesia discípula, una Iglesia que está dispuesta a aprender. ¿Todavía existen dificultades, especialmente en la jerarquía, para estar dispuestos a aprender con los otros?

Las dificultades afectan no solo a la jerarquía, sino a todos los cristianos. Con frecuencia queremos caminar solos y sentimos la tentación de situamos fuera del camino. Pero no olvidemos que el camino es Cristo y no hay Cristo sin la Iglesia. Nadie niega que un párroco o un obispo tome las decisiones que le son propias, no las que les correspondan a otros. Pero puede hacerlo de dos formas. Una es sin consultar a nadie o solo a los amigos que piensan como él y que no plantean problemas; la otra escuchando al pueblo de Dios, del que forma parte, para poder discernir la voluntad del Señor. La primera es errónea y en ella no se da un verdadero discernimiento. La segunda indica el modo más acertado y, también, el más seguro.

Otra tentación muy común es la de creer saberlo todo y no necesitar aprender de nadie. Cómo nos cuesta admitir que nos equivocamos, que debemos y podemos aprender de los otros. Nos resulta difícil el dejarnos ayudar. Pero el pastor camina con el pueblo: no se sitúa fuera, como el sacerdocio levítico, sino que se identifica con Cristo, Buen Pastor. Esto va muy unido al sentido más profundo del ministerio que, como su nombre indica, es servicio y no poder. Tal vez debamos tener una actitud más humilde.

Y también está la tentación de las falsas seguridades. Es lo que está detrás del “siempre se ha hecho así”: la búsqueda de la paz y la tranquilidad a cualquier precio. Pero abrirnos al Espíritu significa, sí, perder las seguridades ya que trastoca los elementos en los que asentamos nuestra existencia. Nos abre al riesgo, pero nos hacer estar vivos. El proceso sinodal no es otra cosa sino un camino de coherencia, de autenticidad en lo que somos.

Después de concluir esta Etapa Continental, ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el camino sinodal, al menos hasta la Asamblea sinodal del próximo mes de octubre?

En primer lugar, algo que ha estado presente desde el principio, el reto de una Iglesia que sea verdaderamente comunión. Uno de los problemas que tenemos es el de convertir el Evangelio en una ideología. Esto nos lleva a una Iglesia atomizada en grupos enfrentados. Y a ser un anti-testimonio, a ser escándalo. En Cristo Jesús somos hermanos y hermanas. Recuperemos esta realidad.

En segundo lugar, se nos invita a ser protagonistas en la Iglesia, todos. El Papa insiste mucho, en este “todos”, en que, de entrada, nadie está excluido. La corresponsabilidad no significa la clericalización de los laicos, ni se trata de una lucha por el poder, sino que es reconocer la dignidad de bautizados de todo el Pueblo de Dios, cada uno según su vocación. La Iglesia no se identifica únicamente con el clero, con los laicos o con los religiosos. Todos formamos parte de la Iglesia. De ahí la participación entendida como corresponsabilidad, que no debe ser de mínimos sino de máximos.

En tercer lugar, tenemos el reto del dinamismo en la Iglesia, del impulso evangelizador para llevar la Buena Noticia al mundo de hoy. Se trata de evitar una Iglesia autorreferencial, cerrada en sí misma, que habla de sí misma, que se cierra en sus seguridades, con sus lenguajes propios y sus problemas fuera de época. Si no entusiasmamos y solo provocamos indiferencia debemos preguntarnos por qué.  La Iglesia de Cristo da testimonio del amor y de la alegría que recibe de él y que vive en él.

Poco a poco nos damos cuenta de que superar estos desafíos solo es posible si lo hacemos juntos, como Iglesia, como comunidad de bautizados, como pueblo de Dios. Dificultades hay muchas, pero, con ayuda de Dios, las vamos superando y seguimos adelante en este camino de renovación y esperanza. Hay que tener mucha paciencia y gran confianza. Es un proceso a largo plazo. Pero estoy seguro de que dará frutos abundantes porque el Espíritu guía a la Iglesia. Confiemos en él.

La sinodalidad, por el hecho de ser algo práctico, podemos decir que es algo que se contagia a través del testimonio y del contacto. ¿Podemos decir que la Iglesia se va contagiando cada más de esa sinodalidad?

El testimonio cristiano, si es auténtico, es siempre entusiasta. Ya he señalado que quien deja entrar a Cristo en su vida, se llena siempre de entusiasmo. La fe cristiana no se basa prioritariamente en principios, normas o ideas, sino en la experiencia del Señor resucitado. Esto es lo que todos nosotros debemos lograr, tanto personalmente como comunidad: la experiencia de Cristo vivo, que se concreta en la vida cotidiana y se transmite, podemos decir, por “contagio”. Considerémonoss cristianos de las primeras comunidades. Eran pocos, frágiles, con dificultades. Pero fueron capaces, en poco tiempo, de cambiar las estructuras sociales y religiosas del poderosísimo Imperio Romano. Una hazaña impensable e improbable. ¿Por qué lo lograron? Porque tenían vida, porque trasmitían a Cristo.

A veces, contemplando la realidad del tiempo presente, sentimos la tentación del pesimismo y de la amargura. La Iglesia parece tener muchos enemigos externos e internos, que la desgarran y laceran. La respuesta la encontramos en la autenticidad, en la coherencia como cristianos. Esto es lo que deseo de corazón y a lo que dedico mi tiempo, trabajo y energías. El proceso sinodal solo se entiende desde el amor a Cristo y a la Iglesia, se vive como acontecimiento de comunión y se orienta a la reforma que brota del Espíritu.

Entrevista con el secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile

Mons. Pérez de Arce: “Hay que recuperar la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables”

Mons. Sergio Pérez de Arce

«Muchas veces vamos a tener que hacer estos procesos de ida y vuelta, y en concreto en este proceso sinodal que estamos viviendo, lo importante es que volvamos a las diócesis, a las conferencias episcopales, donde de hecho estos son temas constantes»

«Uno de los grandes problemas de los procesos que hemos vivido en Chile, pero en otros lados también, es que las crisis han suscitado desconfianzas»

«La mujer aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón que nos hacen mucho bien»

«En el proceso que hemos vivido en los últimos años ha surgido mucho el tema de las relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia»

PorLuis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

Como un proceso largo, ve Mons. Sergio Pérez de Arce la sinodalidad, un camino en el que hay que recuperar “la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables”, según el secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, que insiste en que esa corresponsabilidad debe estar “al servicio siempre de la misión”, asumiendo como práctica el discernimiento compartido.

El prelado, que participa del encuentro de los secretarios generales y presidentes de las conferencias episcopales de América Latina y el Caribe, en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam), afirma que para ello es necesaria una conversión en las maneras de hacer las cosas, superando las desconfianzas, buscando “recuperar la fraternidad esencial”, y teniendo claro que “compartimos una misma vocación”. En ese camino, el obispo de Chillán reconoce que “la mujer aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón que nos hacen mucho bien”, una dinámica asumida en la Iglesia chilena.

De cara al futuro, para avanzar en el camino de la sinodalidad se hacen necesarias “relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia”, y junto con ello estructuras más sinodales y una mayor formación del laicado “que ayuda a caminar hacia la sinodalidad, a concretizar la sinodalidad, que es un camino largo y paciente que tenemos que hacer”.

La Iglesia vive un proceso sinodal que puede ser considerado un proceso de ida y vuelta entre las iglesias locales, las regiones o continentes y la Secretaría del Sínodo. Después de los pasos dados por las iglesias locales y la Etapa Continental, lo que ha sido resumido en documentos que están siendo enviados a la Secretaría del Sínodo, ¿cómo llevar de vuelta a las conferencias episcopales y a las iglesias locales lo que está siendo vivido?

La sinodalidad es un proceso largo, esta es una nota de la Iglesia perdida por el desarrollo más piramidal que la Iglesia históricamente ha tenido. Por lo tanto, hay que recuperar esta dimensión sinodal, la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables, y en ese sentido, es un proceso que hay que vivir con paciencia, largo, un proceso de conversión constante. Muchas veces vamos a tener que hacer estos procesos de ida y vuelta, y en concreto en este proceso sinodal que estamos viviendo, lo importante es que volvamos a las diócesis, a las conferencias episcopales, donde de hecho estos son temas constantes.

En Chile, por ejemplo, estamos en el proceso de elaboración de las orientaciones pastorales, y estos temas están no sólo como temas, sino como preocupaciones de vivir una Iglesia más corresponsable al servicio siempre de la misión. Tienen que volver a todas las instancias necesarias.

Otro ejemplo, en Chile todas las diócesis hacen asambleas diocesanas, donde convocan a laicos, sacerdotes, religiosas de toda la diócesis. No es algo nuevo, sino que es como una práctica ya adquirida. Ahí también se practica la sinodalidad, esa experiencia de caminar juntos. El desafío es que siempre avancemos en discernimiento compartido y en corresponsabilidad, donde los que guiamos las comunidades seamos capaces de integrar la participación del conjunto del pueblo de Dios.

Uno de los elementos presentes en la Iglesia sinodal es que la Iglesia no solamente escuche, sino que esté dispuesta a aprender, que un obispo no tenga problema en reconocer que aprende con un laico y que un laico quiera aprender con un presbítero o con una religiosa o un obispo. ¿Entrar en esa dinámica, sobre todo por parte de la jerarquía, todavía es difícil?

Es difícil, a todos nos cuesta convertirnos y convertirnos no es sólo convertir actitudes interiores, sino prácticas, maneras de hacer las cosas. Como tantas veces nos ha dicho el Papa Francisco que hay que cambiar el modo de hacer las cosas, no hacer las cosas como siempre las hemos hecho, y en ese sentido, a los obispos, no por mala intención, sino porque estamos acostumbrados a las cosas de una determinada manera, llenos a veces de desafíos y de problemas, en una Iglesia que todavía es demasiado jerárquica. En ese sentido, cuesta hacer el cambio, pero confío en que los vayamos haciendo y para eso es importante la escucha, el compartir la vida con los hermanos, con los demás cristianos, el no tenernos miedos y el superar la desconfianza.

Uno de los grandes problemas de los procesos que hemos vivido en Chile, pero en otros lados también, es que las crisis han suscitado desconfianzas. Yo desconfío de los laicos, los laicos desconfían de los obispos, los laicos de los sacerdotes, los sacerdotes de los laicos, y eso no lleva a ningún lado. En ese sentido, tenemos que recuperar la fraternidad esencial, reconociendo los diferentes carismas y ministerios que tenemos. Cada uno tiene su función en la Iglesia, pero desde la claridad de que compartimos una misma vocación, somos parte del mismo pueblo, estamos llamados a caminar en confianza mutua y corresponsables en la misma misión.

Otro de los temas presentes en las reflexiones en las asambleas en América Latina y el Caribe y parece que en toda la Iglesia, es la presencia de la mujer en espacios de decisión. En ese sentido, la Conferencia Episcopal de Chile puede ser considerada un ejemplo después de nombrar a una laica como secretaria general adjunta. El Papa Francisco dice que, en el Vaticano, en los espacios que son dirigidos por mujeres, las cosas funcionan mejor. ¿Esa presencia femenina ayuda a la Iglesia de Chile a poder caminar mejor?

Sí, claramente. La mujer aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón que nos hacen mucho bien. En 2011, 2012, cuando estaba en la Conferencia de Religiosos, siempre comentaba eso, que a mí me hacía mucho bien, como varón y como sacerdote, trabajar con religiosas en ese contexto, y trabajar los equipos que dirigíamos y guiábamos en la conferencia. Lo mismo en todos los niveles de la Iglesia y también en las curias diocesanas, en la Conferencia Episcopal, van llegando mujeres, religiosas y laicas que nos aportan, que nos ayudan a crear un clima mejor.

En la Conferencia Episcopal de Chile no sólo está la secretaria general adjunta, sino que también hay directoras de departamentos, hay por lo menos tres mujeres más en las áreas o departamentos. Y eso hace que el ambiente sea más cordial, más humano, en el sentido profundo que tiene la palabra, más compartido, más paciente.

Usted hablaba de desconfianza, ¿podemos decir que ese es uno de los grandes impedimentos para que la sinodalidad y la comunión puedan avanzar?

Sí, en todo nivel, en el mismo nivel político, y con mayor razón en el nivel eclesial, cuando hay desconfianzas y nos miramos no como hermanos, no como interesados en el mismo camino, obviamente que cuesta más el diálogo, el encuentro, y llegar a acuerdos y consensos que todos necesitamos. En la Iglesia es lo mismo, tenemos que descubrir que a todos nos interesa la misión, a todos nos interesa el anuncio del Evangelio, y para eso tenemos que ayudarnos unos a otros, y descubrir que el otro tiene tanto interés como yo de que la Iglesia cumpla su misión y de que vivamos el Evangelio y lo anunciemos con los sentimientos de Cristo.

De cara al futuro, ¿cuáles piensa usted que son los desafíos que la Iglesia de Chile tiene que enfrentar para ser realmente una Iglesia sinodal?

En el proceso que hemos vivido en los últimos años ha surgido mucho el tema de las relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia. El que no nos escucháramos, el que algunos hermanos se sintieran heridos y abusados en experiencias eclesiales que tuvieron, el que algunos inclusive no se sintieran bien tratados en las relaciones ordinarias de la vida de la Iglesia, eso obviamente hiere la comunión. Tenemos que caminar hacia relaciones más evangélicas.

La estructura, que ha sido el otro tema, las estructuras también sean más sinodales. Se ha hablado mucho de los consejos pastorales y económicos, que de hecho existen, pero necesitan ser más efectivos, necesitan ser más consultados. Relaciones más evangélicas, estructuras más sinodales. Y lo otro es que hagamos el camino de la formación de los laicos. En todas las consultas que ha habido, en todos los procesos de participación, surge el anhelo de la formación, que no es solamente una formación teórica, sino que es animar la experiencia creyente y una formación que ayuda a caminar hacia la sinodalidad, a concretizar la sinodalidad, que es un camino largo y paciente que tenemos que hacer.

Entrevista a Rafael Luciani

Rafael Luciani: “Todos y todas en igual dignidad bautismal, tenemos el derecho y también el deber de exigir cambios a la Iglesia”

Rafael Luciani

«Sin un modelo institucional nuevo, la sinodalidad pasa a ser un espíritu de pensamiento, de acción, de un modo de ser, pero que no tendrá una concreción real en la vida cotidiana y práctica de la Iglesia»

«Lo que llamamos la Sinodalidad supone una maduración de esa eclesiología, y eso debe traducirse en una revisión de la Teología del Ministerio Ordenado, así como una manera en la cual la Iglesia tiene que dar espacio a que la integración del laicado y de la Vida Religiosa sea parte fundamental de todos los procesos de elaboración y decisiones en la Iglesia»

«Lo que llamamos la Sinodalidad supone una maduración de esa eclesiología, y eso debe traducirse en una revisión de la Teología del Ministerio Ordenado, así como una manera en la cual la Iglesia tiene que dar espacio a que la integración del laicado y de la Vida Religiosa sea parte fundamental de todos los procesos de elaboración y decisiones en la Iglesia»

«Un nuevo modelo institucional tiene que partir de una nueva relación entre quienes elaboran decisiones y quienes toman decisiones»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

La Sinodalidad es “un desafío porque es un modelo que implica crear toda una institucionalidad”, afirma Rafael Luciani. Estamos ante “un desafío que implicará un cambio en las mentalidades” y junto con ello “la construcción de un modelo institucional nuevo”, teniendo como fundamento la eclesiología del pueblo de Dios en la Lumen Gentium, de la que “la Sinodalidad supone una maduración”.

Para alguien que vive la Teología como una vocación, Luciani destaca la necesidad de una Teología que “no puede ser considerada fuera de las comunidades reales y concretas”, reclamando mayor inversión para que “los laicos y las laicas puedan estudiar Teología”. Analizando la Etapa Continental y el trabajo llevado a cabo por la Comisión de Síntesis, de la que forma parte, el teólogo venezolano ve como desafío que “esa Iglesia que escucha, tiene que ser la Iglesia que aprende de ahora en adelante”, algo sólo posible teniendo “parresia y no miedo”, llevando a que “un nuevo modelo institucional tiene que partir de una nueva relación entre quienes elaboran decisiones y quienes toman decisiones”, sabiendo que “todos y todas en igual dignidad bautismal, tenemos el derecho y también el deber de exigir cambios a la Iglesia”.

Se habla mucho de Sinodalidad, pero ¿la Sinodalidad es todavía una utopía en la Iglesia?

Es un desafío porque es un modelo que implica crear toda una institucionalidad y a la vez adaptar lo que existe en la medida en que es posible, y por otra parte dejar estructuras que hoy en día ya no son sinodales. Es un desafío que implicará un cambio en las mentalidades de aquellos que han sido formados en una visión de Iglesia distinta y que supondrá una conversión desde el punto de vista de las mentalidades.

Por otra parte, para la Iglesia como institución, implica la construcción de un modelo institucional nuevo. Sin un modelo institucional nuevo, la sinodalidad pasa a ser un espíritu de pensamiento, de acción, de un modo de ser, pero que no tendrá una concreción real en la vida cotidiana y práctica de la Iglesia.

Para llevar a cabo esa Sinodalidad también tiene que cambiar la mentalidad y asumir finalmente la Teología del Pueblo de Dios, que el Vaticano II tiene como fundamento. ¿Cómo pasar de esa teología digamos deductiva, a una teología que brota del pueblo de Dios?

El primer cambio es reconocer la eclesiología del pueblo de Dios en la Lumen Gentium como el eje fundamental de toda la vida eclesial. Cuando se pensó y se escribió la Lumen Gentium, el capítulo II sobre el pueblo de Dios, pasó a ser normativo. Es decir, desde ahí se ha de pensar la totalidad de la Iglesia.

Hoy en día, lo que llamamos la Sinodalidad supone una maduración de esa eclesiología, y eso debe traducirse en una revisión de la Teología del Ministerio Ordenado, así como una manera en la cual la Iglesia tiene que dar espacio a que la integración del laicado y de la Vida Religiosa sea parte fundamental de todos los procesos de elaboración y decisiones en la Iglesia. Si se recupera esta eclesiología como lo central, se podrá dar el segundo paso, que es la renovación de la Teología y la Pastoral. Pero sin esta conciencia de la Eclesiología del Pueblo de Dios como lo central y como el estado actual de la recepción del Concilio, será siempre un trabajo más difícil y con un mayor tiempo para hacerlo.

¿Cómo puede ayudar en esa reflexión teológica alguien que es la laico, que es pueblo de Dios, para entender que la Teología no es algo sólo propio de ministros ordenados y sí una reflexión a la que son llamados todos los bautizados?

Yo vivo la Teología como una vocación, no como una profesión, y eso en mi vida ha sido una experiencia no sólo de crecimiento personal, sino de descubrir que sólo puedo vivir la Iglesia desde las comunidades y con personas haciendo entre todos esa vida. Para nosotros en América Latina no hay Teología sin pastoral, no hay Teología que no aterrice en una comunidad y parta de ahí. Hay ahí toda una conversión para la Teología, donde la Teología no puede ser considerada fuera de las comunidades reales y concretas, y tienen que ser estas comunidades la fuente de nuestro pensamiento y nuestro quehacer teológico. Por eso que la Teología es una vocación y no simplemente una profesión.

¿Sientes que, siendo laico, tu voz, tu reflexión, es respetada al mismo nivel que la reflexión de los teólogos que son ministros ordenados?

He vivido un proceso en el que cuando empecé a estudiar Teología como laico, tuve el apoyo de la institución donde trabajaba. En esa época era muy distinta la relación del laicado, laicas y laicos, con obispos o con presbíteros. Hoy en día sí ha ido cambiando y lo he vivido así. En el caso de América Latina se vive una relación más horizontal en el diálogo entre teólogos, teólogas, y obispos o presbíteros que también son teólogos. En otros continentes esa relación es más difícil y ahí, un teólogo o una teóloga laico encuentra mucho más difícil la relación de diálogo, de discernimiento en conjunto o de integración.

Un límite en América Latina sigue siendo que la Iglesia invierte poco en un laicado que se forme en Teología, y no hay espacios de trabajo suficientes para que los laicos y las laicas puedan estudiar Teología y luego desarrollarse en instituciones que les permita vivir, porque es el gran problema, cómo vivir en una vida que gira en torno a la Teología como servicio.

Para alguien que forma parta del Equipo de Síntesis de la Etapa Continental del Sínodo en América Latina y el Caribe, ¿está resultando difícil consensuar lo reflexionado en las cuatro asambleas regionales?

En el caso de América Latina es un proceso totalmente novedoso que no se ha hecho en los otros continentes, porque no partimos de una sola asamblea donde se hacía todo, la celebración, la consulta, el discernimiento, y luego la redacción del Documento, sino que en América Latina se parte de las consultas a las cuatro regiones. Desde ahí se van construyendo síntesis en cada una de estas regiones, que llegan a lo que estamos haciendo en este momento que es la reunión, podemos hablar de una quinta asamblea dedicada ya a la redacción de la síntesis.

lo que llamamos la Sinodalidad supone una maduración de esa eclesiología, y eso debe traducirse en una revisión de la Teología del Ministerio Ordenado, así como una manera en la cual la Iglesia tiene que dar espacio a que la integración del laicado y de la Vida Religiosa sea parte fundamental de todos los procesos de elaboración y decisiones en la Iglesia. Lo que hemos vivido acá es lo que se ha dicho en la fase primera diocesana, que ahora se vuelve a encontrar acá en esta fase continental. Y las peticiones de las personas son muy concretas, y creo que hay un reconocimiento real de que la Iglesia tiene que cambiar. El desafío será ahora que esa Iglesia que escucha, tiene que ser la Iglesia que aprende de ahora en adelante. Si no se hace caso, la escucha queda en un mero sentir y de un deseo de un cambio que no vendrá. Pero si la Iglesia pasa de una Iglesia que escucha a una Iglesia que aprende, comenzaremos a ver cambios poco a poco.

¿Cómo conseguir esa conversión en una Iglesia acostumbrada a enseñar y que ahora tiene que aprender?

Tener parresia y no miedo cuando se habla, cuando se hacen propuestas, pero también saber que como fieles, todos y todas en igual dignidad bautismal, tenemos el derecho y también el deber de exigir cambios a la Iglesia, porque la Iglesia no es algo fuera de nuestra vida como fieles en la Iglesia. Si esa conciencia se va generando entonces vamos haciendo un camino de transformación, pero si yo siento que sólo el obispo debe hacer los cambios, o sólo el presbítero en la parroquia es el que tiene que hacer los cambios, y no tengo esa capacidad de ser también una persona que mueva la institución, con profecía, con parresia, entonces ciertamente los cambios no se van a dar.

¿Y cómo concretar eso en un nuevo modelo institucional eclesial?

Un nuevo modelo institucional tiene que partir de una nueva relación entre quienes elaboran decisiones y quienes toman decisiones. Una propuesta, que la hemos vivido de alguna manera en este proceso de síntesis, es que quienes toman las decisiones hacen el proceso con quienes elaboran, pero como un fiel más. Es decir, el obispo es un fiel más en el pueblo de Dios. Si el pueblo de Dios, que somos todos y todas, trabajamos en conjunto en la misma mesa, mirándonos cara a cara, la elaboración de decisiones irá luego a las personas que toman las decisiones, pero habiendo participado del proceso. Ese es el gran desafío como modelo institucional.

Lo otro sería como traducir esto en las comunidades, una propuesta que se ha dado ya en algunas diócesis. En la Diócesis de La Guaira, en Venezuela, encontramos una red de consejos pastorales que parten de una descentralización de la parroquia, donde se van dando liderazgos en zonas pastorales, con consejos pastorales que van elaborando decisiones y que se conectan con el consejo de la parroquia.

Y el consejo de parroquia se convierte en un ente organizador de esa escucha y de ese discernimiento de las pequeñas comunidades. Y eso a su vez está conectado con el consejo pastoral diocesano, y toda esta cadena de consejos y comunidades va haciendo con que la elaboración de decisiones sea hecha con los presbíteros, el obispo, con los laicos, las laicas, con las religiosas y los religiosos. Si eso se logra hacer en cualquier ámbito eclesial, veremos frutos, pero si seguimos tomando decisiones no considerando pueblo de Dios, como uno más, entonces ciertamente será más difícil.

Entrevista a Daniela Cannavina sobre la vida religiosa en la Iglesia sinodal

Daniela Cannavina: Sinodalidad, “del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes”

Daniela Cannavina

«Cuando la Vida Religiosa se reunió por vocación en el último día, es increíble como ahí comienza siempre el diálogo a gestar hacia dónde tenemos que caminar hoy, cuáles son esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa»

«Lo que compete a la Vida Religiosa es un cambio que compete a la estructura. Pensarnos sinodalmente es pensarnos también evaluando nuestros modelos de estructuras, revisitando los consejos evangélicos»

«La conversación espiritual nos lleva a unir esos sentipensares, pensamientos e ideas realmente de renovación y de cambio, pero hay que encontrar espacios»

«Hay muchas mujeres en lugares decisionales, y eso es bueno, pero no es suficiente y tiene que tener esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo»

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

La Etapa Continental del Sínodo 2021-2024 ha hecho percibir “el sentido de un cuerpo, de discernimiento conjunto, de esa escucha discerniente”, que lleva a pasar “del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes”, afirma la Hna. Daniela Cannavina, participante de dos asambleas regionales.

Un proceso sinodal del que ha participado la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe, buscando “esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa, paralelamente a como se habla de otro modo de ser Iglesia”, según la secretaria general de la CLAR, que ve la necesidad de un cambio en la estructura, ayudando así a “aprender a construir con otros”, y junto con eso a “unir el discurso con la práctica”

Una Vida Religiosa que ve en la conversación espiritual una ayuda y una práctica para las dinámicas internas de la vida comunitaria, suspendiendo los juicios y “tratar de hacer una comprensión apreciativa de lo que yo escucho en el otro, que puede movilizar también mis propios intereses”. Todo eso en un proceso sinodal llamado a impulsar que la mujer tenga “esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo”.

Se está clausurando la Etapa Continental del Sínodo, una novedad en la historia de los sínodos, ¿cómo se ha vivido eso en América Latina y el Caribe?

En América Latina y el Caribe se vivió como un proceso, un proceso realmente sinodal, marcado por grandes etapas, creo que esta fase última, la continental, nos hizo percibir, por le presencia en ella de las diversas realidades y pueblos, el sentido de cuerpo, de discernimiento conjunto, de esa escucha discerniente como estamos hablando ahora, que hace un salto cualitativo, del mero escuchar a poder consensuar líneas y horizontes.

Por la escucha que una ha tenido de las personas que participaron ha sido una etapa muy rica, y que dejó mucha impresión buena, especialmente en lo que respecta a la conversación espiritual como tal, que es lo que estamos evaluando ahora.

Una participación destacada de la Vida Religiosa. ¿Qué es lo que supone para la Vida Religiosa esta sinodalidad, y sobre todo para la Vida Religiosa femenina, este poder dialogar, exponer posturas dentro de una Iglesia tradicionalmente patriarcal?

La CLAR ha hecho un proceso, no quiero decir paralelo, pero ha estado también reuniendo a sus 22 conferencias para escuchar el aporte directo de la Vida Religiosa. Sabemos que la CLAR es sinodal desde los inicios, no podemos pensar las mujeres por un lado, varones por otro. Pero no obstante, ha sido una experiencia realmente muy rica porque hemos logrado poner sobre la mesa inquietudes y la necesidad de que algo tiene que hacer clic en la Vida Religiosa, especialmente buscar los procesos de renovación, de cambio, y aquellos que puedan favorecer de algún modo un cambio de una estructura que nos está impidiendo ser una Vida Religiosa más acorde a los tiempos.

Eso lo hemos elevado, a la luz del horizonte inspirador de la CLAR, a la Secretaría del Sínodo como un aporte de la Vida Religiosa del continente. En las diversas asambleas hubo participación, pero con un porcentaje limitado porque había que tener en cuenta el total de los asambleístas, pero cuando la Vida Religiosa se reunió por vocación en el último día, es increíble como ahí comienza siempre el diálogo a gestar hacia dónde tenemos que caminar hoy, cuáles son esas nuevas ventanas que hay que abrir que nos direccionan hacia otro modo de ser Vida Religiosa, paralelamente a como se habla de otro modo de ser Iglesia.

Ciertamente que eso es a veces bastante dificultoso en los contextos comunitarios, dialogar ese aspecto, porque no todos estamos en la misma dinámica, alineados en el mismo pensamiento, que no debería serlo, por cierto, pero la Vida Religiosa está buscando, y lo hace a través de algunos miembros e integrantes que sienten que este es el tiempo y tenemos que ayudarnos a dar una nueva luz.

¿Y cuáles son esas nuevas ventanas que tiene que abrir la Vida Religiosa y la Iglesia en América Latina?

Lo que compete a la Vida Religiosa es un cambio que compete a la estructura. Pensarnos sinodalmente es pensarnos también evaluando nuestros modelos de estructuras, revisitando los consejos evangélicos. Hay un estilo de obediencia que a veces es lo que causa más como una cierta, no sé si la palabra es represión, pero que no habilita lo mejor del otro, y la Vida Religiosa necesita espacios donde poder dar lo mejor de sí, donde aprender a construir con otros, donde poner palabra, cosa que a veces las iniciativas son direccionadas de los equipos de gobierno, entonces no encuentran cauces donde poder sumar y poner palabra.

Cosa que este proceso de la conversación espiritual que estamos viviendo como experiencia, realmente muy importante, y por lo que he escuchado, muchas religiosas dicen esto que bueno aplicarlo en nuestros propios contextos, comunidades de referencia, porque va haciendo ese traspaso circular de lo que yo pueda expresar libremente a un compartir con otros hasta llegar a una resolución más de cuerpo. Todos estamos buscando nuevos horizontes, sabemos que tenemos que renovarnos, que tenemos que responder de otro modo a la realidad actual.

Donde estamos encontrando la mayor debilidad es en como dar respuesta a los cómo.  Entonces, desde la CLAR estamos tratando a través de diversas propuestas formativas y de las comisiones que tenemos llegar a verificar de qué modo podemos dar respuestas a esas preguntas cruciales que nos están habitando a todos. Y también cómo unir el discurso con la práctica, porque cuando la Vida Religiosa se reúne, hay un discurso de deseo de novedad y de cambio, pero cuando hay que balarlo a la práctica es donde encontramos que volvemos a repetir más de lo mismo y que no hacemos un avance cualitativo.

En una sociedad cada vez más individualista, las relaciones comunitarias, y eso es algo propio de la Vida Religiosa, son cada más complicadas. Habla de llevar a la Vida Religiosa esa conversación espiritual, ¿Podría mejorar la vida del día a día de las comunidades religiosas esa conversación espiritual y aprender a respetar y entender que siendo diferentes se puede caminar juntos, se puede caminar sinodalmente?

Sí, la verdad es que me estoy convenciendo, porque la conversación espiritual no es una práctica muy abrazada por la Vida Religiosa, al margen de quienes tienen la espiritualidad ignaciana como base, y sinceramente, por lo que uno va escuchando, como que nos ayudaría muchísimo a destrabar las problemáticas comunitarias, que es donde más de hace agua en la Vida Religiosa, por cierto, y habilita la palabra. Hay mucha gente que está sumida en un silencio, que no sabe cómo expresarse, que se siente cohibida, que no tiene un lugar donde expresar sus propios sentimientos.

La conversación espiritual nos lleva a unir esos sentipensares, pensamientos e ideas realmente de renovación y de cambio, pero hay que encontrar espacios. Y creo que sería muy propicio, como un método que abrace la Vida Consagrada para poder hacer ese ejercicio espiralado, donde yo me pueda expresar, pueda confrontarme con el otro y podamos llegar juntos a algo que se pueda ver como un futuro posible.

Habla de la espiritualidad Ignacia, algo que tiene prácticamente cinco siglos. ¿Podríamos decir que el primer Papa jesuita ha conseguido que esa espiritualidad ignaciana y los modos más propios de la Vida Religiosa, sean asimilados por toda la Iglesia?

Cada uno da de lo que tiene. Francisco ofrece ese método, pero todas las espiritualidades tenemos un modo de aplicar un discernimiento, de reunirnos, de dialogar. Lo que hace este método justamente es como suspender los juicios, como que uno pueda expresarse de lleno libremente, y eso es lo que se necesita hoy. Es aplicable, es mejorable, quizás sea también integrado a otros estilos, sea pulido en el tiempo, pero es como una columna vertebral que va dando luz a un modelo de discernimiento necesario para este tiempo. 

¿Escuchar sin condenar podemos decir que es el punto clave de esa conversación espiritual?

Es parte de la conversación espiritual, pero suspender los juicios es muy importante, porque estamos muy acostumbrados a entablar un diálogo, a entrar en discusiones, y a veces, en vez de provocar disensos terminamos realmente sumando más conflictos y hasta dividiéndonos en diversas posturas. Aquí el hecho de suspender los juicios y tratar de hacer una comprensión apreciativa de lo que yo escucho en el otro, que puede movilizar también mis propios intereses, mi modo de abordar cierto tema, parece que es muy importante.

Uno de los temas que más está apareciendo en las asambleas en América Latina y el Caribe es que las mujeres tengan voz y vez, que puedan participar abiertamente de los procesos de decisión. ¿Este Sínodo va a conseguir dar ese paso?

Es lo que esperamos, porque ya en el Sínodo para la Amazonía se instaló el tema, el Papa al final del Sínodo nos miró a todas las mujeres sentadas juntas y nos dijo les recojo el guante, voy a comenzar a abrir un nuevo grupo para analizar el tema de los ministerios, el diaconado femenino, pero los tiempos van siendo bastante lentos, por cierto, y como es un tema bien recurrente, está en todas las asambleas, en todos los encuentros, en todos los documentos, inclusive en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, realmente es un clamor expreso y ya se necesitan ciertas respuestas.

Hay muchas mujeres en lugares decisionales, y eso es bueno, pero no es suficiente y tiene que tener esa voz en espacio de gobernanza también, pero siempre trabajando en comunión, nunca solitarias, ni como francotiradoras, sino como parte de un cuerpo.

Sinodalidad desde la Amazonía:  

                                       Un deseo siempre incompleto de seguir tejiendo vida

Presentación libro Mauricio López

 

“Una bitácora sobre cómo vivir la sinodalidad a partir de la territorialidad amazónica”

“Mauricio prefiere los caminos rurales, los de tierra, los que parecen sangrar al ritmo de las pisadas, que le gustan los caminos estrechos trillados, los que están cubiertos por árboles frondosos, los que conducen a casa de los amigos, los caminos trillados y los inéditos”

Alguien que “decidió caminar en sentido contrario, es decir no ajustarse, no acomodarse, no aceptar las cosas porque así estaban hechas o porque así eran, sino discernir en cada momento hacia donde realmente le movía el Espíritu y hacia dónde tenía que poner lo mejor de sí mismo para buscar el mejor servicio al Reino”

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

 Como “una suma de reflexiones encarnadas que buscan hacer algún sentido (algunos las consideran dignas de llamarse un libro), han nacido en medio de movimientos internos incontenibles, con la constante sensación de un fuego incesante que quema por dentro, y a la luz de la fragilidad de una búsqueda permanente”, define Mauricio López su libro “Discernir la voz de Dios en este Kairós eclesial: Claves desde la territorialidad amazónica”, presentado este 17 de marzo en la sede del Celam en Bogotá.

Una bitácora sobre cómo vivir la sinodalidad a partir de la territorialidad amazónica

Una obra dividida en tres partes, una primera sobre Discernimiento de la vida y sentir en con la Iglesia, donde muestra que su cambio de vida “a partir de la experiencia vivida en este sínodo de la Amazonía en los casi 10 años de caminar con la iglesia, comunidades y pueblos diversos en este territorio”; una segunda donde analiza la Territorialidad como expresión de la unidad en la diversidad del Reino de Cristo, viendo el territorio como “un espacio de interacción simbólica y material, eje de relaciones de interconocimiento e interreconocimiento”; y una tercera que muestra que “la sinodalidad no es un concepto desencarnado”, y sí “el itinerario de las personas y comunidades concretas, el caminar juntos, sinodalmente, es una experiencia que se teje paulatinamente”.

Una obra que en palabras de Mons. Miguel Cabrejos “atesora las vivencias y experiencias de Mauricio compartidas con tantos hermanos y hermanas en un camino eclesial”, viéndolo como “una bitácora sobre cómo vivir la sinodalidad a partir de la territorialidad amazónica”. El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), destacó la gran capacidad de trabajo de Mauricio, insistiendo en que el libro “expresa elementos que ayudan a profundizar en el camino de renovación y reestructuración del Celam y en el espíritu sinodal en que se ha conducido”, una obra que “nos adentra en el corazón de la Amazonía por las aguas sinodales”, un territorio que “ha planteado a la Iglesia universal nuevos caminos”, recogiendo el clamor de la Tierra y de los pobres. Allí Mauricio ha estado “con la camiseta puesta”, remando, estando presente en el nacimiento de la REPAM, de la CEAMA y en el Sínodo para la Amazonía. Una obra que es un aporte que incita a seguir avanzando para propiciar la conversión integral a la que todos estamos llamados y el Santo Padre es su más grande animador, insistió Mons. Cabrejos.

Discernir la voz de Dios en este kairós eclesial

La presentación del libro fue realizada en actitud orante por la hermana Liliana Franco, que dijo que “caminar es una actitud del corazón, es una disposición, una forma de existir” afirmando que Mauricio “ha hecho de su existencia una travesía con otros, inspirado, animado y sostenido por la persona y el proyecto de Jesús”, que en el libro nos invita a “discernir esa voz de Dios en este Kairós eclesial”, ofreciendo claves sinodales desde la territorialidad amazónica.

La presidenta de la CLAR destacó que “Mauricio prefiere los caminos rurales, los de tierra, los que parecen sangrar al ritmo de las pisadas, que le gustan los caminos estrechos trillados, los que están cubiertos por árboles frondosos, los que conducen a casa de los amigos, los caminos trillados y los inéditos”, entre otros muchos caminos que fue relatando. Eso en alguien formado en la escuela del discernimiento, que “revela el modo cómo Dios trabaja en su propia historia y en la de aquellos que desde su experiencia de ser y sentirse hermano haciendo camino”. En un libro marcado por el discernir, el territorio y la sinodalidad.

Alguien que decidió caminar en sentido contrario

Mauricio el inconforme, como le definía la hermana Dolores Palencia, como alguien que “decidió caminar en sentido contrario, es decir no ajustarse, no acomodarse, no aceptar las cosas porque así estaban hechas o porque así eran, sino discernir en cada momento hacia donde realmente le movía el Espíritu y hacia dónde tenía que poner lo mejor de sí mismo para buscar el mejor servicio al Reino”, lo que le llevó a hacer diferentes opciones, “con una claridad muy grande de donde querías ir poniendo tu pie”.

Desde ahí recordaba las palabras del libro, en las que se siente unida a Mauricio, que dicen: “que podamos vivir con esa indignación esperanzada, amando la fragilidad, y encendiendo la luz en la oscuridad, por la causa de la vida y de la justicia para todos y todas”. Unas periferias existenciales que han ido tomando rostros, momentos, opciones, renuncias, en la vida de Mauricio, destacó la religiosa, que resaltó como ese contacto con la Amazonía le transformó, pues “la cercanía con los pobres nos hace otras personas”, lo que le ha llevado a “una profundidad muy grande en donde realmente has puesto todo sobre la mesa continuamente en una confianza abandonada”. Desde ahí recordó una frase de Mauricio: “No sé a dónde vamos, pero lo importante es hacer el camino”.

Regresar a las personas que nos han tocado

El autor del libro ve este momento como una gracia, un regalo, “un reflejo de un deseo siempre incompleto de seguir caminando, de seguir tejiendo vida, de ser herederos y herederas de tantas personas, mujeres y hombres que desde la Iglesia se han entregado hasta las últimas consecuencias”, insistiendo en sabernos tejedores limitados y pequeños. Un libro con el que ha querido “regresar a tantas personas que nos han tocado, marcado, transformado, para seguir haciendo caminos”.

Desde la espiritualidad ignaciana, que marca la vida de Mauricio López, donde “se nos invita a buscar y hallar la voluntad de Dios en todo, a pesar de las fragilidades para intentar amar y servir”, dijo descubrir el sentido de la vida, recordando a muchas personas que han marcado su vida, los que están y los que ya no están, entre ellos, por su papel en la Amazonía, el cardenal Claudio Hummes, de quien recordaba cómo buscaba que “los hermanos y hermanas de la territorialidad amazónica no sean sólo un concepto vago, sino que la Iglesia habrá fracasado en su misión hasta que ellos sean sujetos de su propia historia”.

Un libro que “era una necesidad incontenible de tratar de hacer sentido lo que no lograba acomodar en el corazón y que era un intento permanente de poder poner en el corazón de la vida, en el corazón de los hermanos y hermanas y que nunca pretendió llamarse un libro”. Desde ahí pedía que “el desborde del Espíritu nos acompañe, nos sostenga y que seamos siempre también como fieles herederos, herederas, para seguir tejiendo sinodalidad a pesar de las fragilidades y en la esperanza de un Reino que se teje día a día, cada día”.

 

Balance de los 10 años de Francisco

Cardenal Ramazzini: “Tenemos que hacer un frente común delante de sectores que quieren seguir encerrados en sus capillismos”

Cardenal Alvaro Ramazzini
Cardenal Alvaro Ramazzini

«No es por casualidad que él hable de la misericordia, que hable de la compasión, lo encarna, lo vive, tiene muy claro que, en ciertos momentos de la historia, la Iglesia hemos perdido ese sentido de compasión»

«Que el Papa trata de usar un lenguaje que lo haga accesible y cercano a las mayorías, eso es evidente, y eso es bueno»

«Va a ser eso que desde el Vaticano II se dijo y que acabo de repetir, casa abierta para todos y todas. Lo habíamos olvidado y habíamos vuelto de nuevo a nuestros capillismos y a nuestros encerramientos»

«La responsabilidad va a ser ahora que los que estamos convencidos de lo que es el pontificado del Papa Francisco, no se tire a la basura»

PorLuis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

El pontificado del Papa Francisco, que está cumpliendo 10 años, es visto por el Cardenal Álvaro Ramazzini como una gran novedad, destacando su talante y su insistencia en la misericordia, algo que el Santo Padre encarna y vive.

Desde el día en que recibió el capelo cardenalicio, le hizo ver al Papa que estaba totalmente a su servicio, aunque su lealtad no le impida aconsejar al Papa, de quien destaca que escucha, cuando ve que tiene que hacerlo.

Con relación al Magisterio del actual pontífice, el cardenal guatemalteco destaca que su contenido es “muy concreto, muy existencial”, y su estilo directo y lenguaje accesible y cercano a las mayorías. Un Papa que promueve una Iglesia de puertas abiertas, el encuentro, el diálogo, dejando de lado capillismos y encerramientos, algo que está siendo impulsado con el Sínodo. Un pontificado que requiere del esfuerzo de todos para que los pasos dados no se echen a perder.El Papa Francisco ha completado 10 años de pontificado, un tiempo en el que podríamos decir que la cara de la Iglesia ha cambiado, sobre todo fuera de los muros eclesiales. ¿Cómo percibe el pontificado del Papa Francisco?

Una gran novedad. Comencemos con su talante personal, él trata, y lo logra, que las personas, estoy pensando por ejemplo en las audiencias o en las visitas que ha hecho, que las personas lo sientan cercano, sean católicos o no católicos, su talante es un talante de amabilidad, de sonrisa, de acogida, y eso es muy importante en las relaciones humanas. No se ve ya al Papa como esa figura hierática, aunque esto se ha ido avanzando, con Benedicto XVI también y con Juan Pablo II. La característica del Papa Francisco es esa sonrisa que tiene siempre, con la que la gente lo siente cercano.

En segundo lugar, también el tema, y no es por casualidad que él hable de la misericordia, que hable de la compasión, lo encarna, lo vive, tiene muy claro que, en ciertos momentos de la historia, la Iglesia hemos perdido ese sentido de compasión. Por eso me llamaba la atención el que haya propuesto la parábola del Buen Samaritano como una base para una de sus encíclicas. Es eso lo que él vive y es eso lo que quiere vivir y para mí es maravilloso, porque realmente está encarnando la figura de un Buen Pastor.

La tradición dice que los cardenales están llamados a dar la sangre por el Papa. Usted fue nombrado cardenal por el Papa Francisco, y sabiendo que dentro del colegio cardenalicio hay discrepancias en torno a su figura, como cardenal, ¿Qué es lo que representa esa misión, ese servicio que usted presta a la Iglesia?

Como le dije al Papa cuando él me dio el capelo cardenalicio, yo estoy totalmente a su servicio, usted haga de mí lo que usted cree que yo puedo hacer. Y creo que esa es una actitud fundamental, que como cardenal soy consciente que la debo de asumir y la quiero asumir. Ahora bien, esto no significa que delante tal vez de alguna situación, yo no pueda ejercer mi libertad de aconsejar al Papa.

Un par de veces ya lo hice, en alguna situación que a mí me parecía que no estaba siendo claramente definida, sobre todo estoy pensando ahora en aquel documento que publicó la Congregación de la Doctrina de la Fe, en este momento no me recuerdo sobre qué era, pero me pareciera que iba en una línea que no era la línea de lo que el Papa ha dicho y ha hecho. Y entonces, yo le escribí una carta al Santo Padre, diciéndole Santo Padre mire, la Congregación de la Doctrina de la Fe está manifestando esto, y él me respondió la carta.

El sentido de lealtad para mí es fundamental, no sólo en mi vida personal, sino sobre todo ahora de obispo y de cardenal. Cuando yo dije las palabras que uno dice cuando recibe el capelo cardenalicio, son las que orientan mi vida. En ese sentido no me siento obligado, porque tomé una decisión libre cuando el Papa me nombró cardenal, yo hubiera podido decirle no, sin embargo, entendí el sentido de esto en mi vida personal, en mi vida espiritual, en mi ejercicio como obispo, acepté, pero acepté con ese sentido de que la fidelidad y la obediencia no quiere decir un sometimiento ciego, sino que da la posibilidad de una relación cercana y que uno le puede decir a aquel a quien le prometió obediencia y fidelidad, mire, yo veo las cosas de este modo. He encontrado en el Papa una actitud de gran apertura en este sentido, el Papa escucha, y si hay que dar una explicación, la da.Un elemento importante en el pontificado del Papa Francisco es su magisterio. El Papa Francisco es alguien que escribe de una forma que la mayoría de la gente lo entiende, podemos decir que ha dejado para atrás el lenguaje eclesiástico. ¿Qué destacaría del magisterio del Papa Francisco en estos 10 años?

Los contenidos desde que escribió la primera encíclica, que ya la puso en combinación con Benedicto XVI, es un contenido que sigue teniendo mucha actualidad a pesar del tiempo, es muy concreto, muy existencial, y realmente deja abiertas las puertas para una discusión amplia de los temas que él trata. Por otro lado, su estilo es un estilo directo, no tan fácil de entender para las grandes mayorías, porque es difícil que se llegue a extremo, dado también el nivel de educación formal tan bajo que tenemos por ejemplo en la diócesis donde estoy, o en Guatemala donde yo sirvo. Que el Papa trata de usar un lenguaje que lo haga accesible y cercano a las mayorías, eso es evidente, y eso es bueno.

Usted ha participado del Seminario Fratelli tutti. El Papa Francisco es alguien que promueve el diálogo entre las religiones, entre modos de pensamiento, entre la sociedad y la Iglesia. ¿Cómo ha vivido ese Seminario donde había gente de otras religiones, gente del mundo político, de los sindicatos, de las universidades, de la Teología, qué significan ese tipo de experiencias?

Significa lo que siempre se ha dicho, pero que tal vez no se ha cumplido, y es que la Iglesia es una casa de puertas abiertas para todos y para todas, y que ahora que tenemos este Papa que lo está haciendo, por los encuentros que él ha hecho, uno dice así debe de ser. Tal vez en algunos tiempos perdimos esta perspectiva y aun todo lo que el Vaticano II, por ejemplo si hablamos del tema de relaciones con religiones no cristianas o con los hermanos cristianos no católicos, el Vaticano II ahí está, pero que lo hayamos vivido de una manera experiencial, existencial, como lo estamos viviendo ahora, a través de las actitudes del Papa Francisco es una gran diferencia.

No solo toma en cuenta lo escrito, sino que se lleva a cabo lo escrito. En ese sentido, aunque a muchos les ha escandalizado, así debe de ser, porque repito, la Iglesia es una casa de puertas abiertas.Usted habla del Vaticano II, donde la eclesiología del pueblo de Dios es algo fundamental, algo que podemos decir que se está aplicando en el actual Sínodo, donde se establece una dinámica realmente nueva, sobre todo en el proceso de escucha, en la forma como se está llevando a cabo la Etapa Continental, a través de la conversación espiritual y discernimiento comunitario. ¿Qué puede significar para la Iglesia el actual Sínodo, no tanto en el contenido como en el modo de ser Iglesia que propone el Papa?

Va a ser eso que desde el Vaticano II se dijo y que acabo de repetir, casa abierta para todos y todas. Lo habíamos olvidado y habíamos vuelto de nuevo a nuestros capillismos y a nuestros encerramientos. Ahora eso tiene esa perspectiva, San Juan XXIII dijo vamos a abrir las ventanas de la Iglesia. El Papa Francisco lo está haciendo, y toda esta fuerza que él está dando a la realización del Sínodo, explicó lo que era Sínodo, es una muestra muy concreta y clara de lo que él realmente quiere, una Iglesia de puertas abiertas.

De cara al futuro, sin saber el tiempo que va a durar este pontificado, ¿Qué podemos esperar después de estos 10 años, del actual proceso sinodal, con relación al pontificado de Francisco?

Ahí tenemos la responsabilidad de los que quedemos todavía, si hablamos en esta perspectiva, de que todo esto no se eche a perder. Y ese sí debe ser un esfuerzo de los obispos, de los laicos, de la Iglesia. Tenemos que hacer un frente común delante de estos sectores que no quieren que la puerta se abra, que quieren seguir encerrados en sus capillismos, de una aparente ortodoxia, porque si fuera una verdadera ortodoxia, ni siquiera tendrían que discutir las decisiones que el Papa toma. Habría que buscar más de parte de ellos la posibilidad de un diálogo abierto con el Papa para platicar de eso. Pero, en fin, yo creo que la responsabilidad va a ser ahora que los que estamos convencidos de lo que es el pontificado del Papa Francisco, no se tire a la basura

Seminario Fratelli tutti:

Caminos para una mesa de diálogo social por la paz

Se vive una desintegración de la comunidad política, que se ha resquebrajado, desintegrado, llevando a una ausencia de proyectos y horizontes

Una crisis en la que influye decisivamente el patriarcado, primer sistema político, inicial, arcaico, que hoy se concreta en el adueñamiento

El uso de la agricultura para producir lo que le interesa al mercado, a pesar del hambre que sufre la población local de muchos países

Son reflexiones que abrieron un debate entre los presentes que fueron aportando diferentes cuestiones que a lo largo del seminario y en el futuro deben enriquecer la reflexión que conduzca a ese diálogo social por la paz

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

Salir al mundo con el mensaje de Francisco, desde múltiples perspectivas, políticas, sociales, económicas, teológicas, inclusive religiosas. Desde ahí, el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) y la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) han organizado de 13 a 15 de marzo, coincidiendo con el 10º aniversario del actual Pontificado, el Seminario Fratelli tutti, que tiene lugar en la sede del Celam en Bogotá.

Alternativa a los desafíos de la crisis ecológica

Lo que se busca es caminar hacia una mesa diálogo social por la paz, prevista para noviembre de 2023, que tenga como posible concepto el Cuidado de la Casa Común como alternativa a los desafíos que presenta la crisis ecológica socio-ambiental en América Latina y el Caribe. Hacer eso desde diferentes matices, a partir de algo que el Papa Francisco conoce, que quiere ser un momento de discernimiento para, desde la última encíclica de Francisco, encontrar los temas centrales que pueden favorecer un dialogo social que lleve a una paz fundamentada en la justicia.

El Seminario, coordinado por Sergio Torres, Anibal Torres y Emilce Cuda, cuenta con la participación de una treintena de pensadores y pensadoras de diferentes ámbitos y países, que a lo largo de tres días, teniendo como punto de partida la Fratelli tutti se desarrolla en una dinámica de debate en busca de nuevas perspectivas, que parte de una exposición inicial desde diferentes puntos de vista, algo que es iluminado desde las Redes Eclesiales presentes en el continente: REPAM, REMAM, REGCHAG y CEAMA.

Análisis de la crisis desde diferentes perspectivas

Una reflexión que hablando de las sombras que aparecen en el primer capítulo de Fratelli tutti ha partido del análisis de la crisis desde diferentes perspectivas. En relación a la crisis sociopolítica, hoy en América Latina no está marcada por proyectos políticos, algo que en los años 60, 70 acabó en fórmulas autoritarias, en palabras de Manuel Antonio Garratón,. Se vive una desintegración de la comunidad política, que se ha resquebrajado, desintegrado, llevando a una ausencia de proyectos y horizontes. Algo que responde a razones estructurales, que lleva a reflexionar sobre diferentes temas como la sociedad globalizada digital, la igualdad, las sociedades desintegradas, entre otras temáticas.

Un continente que vive una incertidumbre sobre la capacidad de crecimiento sostenible, lo que se complica todavía más ante la inequidad social y desprestigio de las instituciones, señalaba Guillermo Castro en relación con la crisis ambiental. Eso ante un momento histórico que comparó con el paso de la Edad Media a la Moderna. De hecho, llamó a entender lo ambiental en su relación con lo natural y con lo social, haciendo ver que la actual crisis de la naturaleza ha llevado a un punto de agotamiento que puede conducir a una posible anomia y barbarie. Ante ello llamó a generar procesos de convergencia que pueden dar lugar a consensos que lleven a propuestas que se conviertan en políticas, refiriéndose a las pistas que Francisco da en Evangelii Gaudium al respecto.

Los pobres tienen derecho a hacer economía

Una crisis económica que Humberto Ortiz abordó en 4 niveles: global, macro, meso-económico y micro. Partiendo del análisis del actual modelo neoliberal que privilegia la economía del mercado y las privatizaciones, con graves consecuencias que lleva a una economía injusta que genera mayor empobrecimiento, pero también relevantes experiencias de solidaridad. Algo que provoca injusticia tributaria, hasta el punto de que los pobres terminan financiando el presupuesto público. Del mismo modo, en el nivel meso-económico, destacó la poca relevancia de los gobiernos, la corrupción, y ante el poco respaldo a las economías populares, enfatizó la importancia de la economía informal y popular, pues los pobres tienen derecho a hacer economía.

En relación con la crisis social, Rita Segato hizo ver el fin de la razón humanitaria, que ha producido un mundo adueñado, denunciando que hay dueños de la vida y de la muerte. Una crisis en la que influye decisivamente el patriarcado, primer sistema político, inicial, arcaico, que hoy se concreta en el adueñamiento. Junto con ello, la implantación de una política de acumulación de fuerzas, con alianzas a cualquier precio, con una política menos ideológica. Y un elemento de extrema gravedad: la riqueza no declarada es del mismo tamaño que la declarada. También el surgimiento de movimientos identitarios que promueven el antagonismo, y finalmente la incapacidad de la Iglesia y de la política de ver la centralidad de las mujeres.

Con relación a la crisis de seguridad, que Roberto Román relaciona la seguridad alimentaria, y cibernética, defendió que la necesidad de que los Estados defiendan la casa común, algo que debería ser asumido por las fuerzas armadas, sobre las que es necesario repensar su rol, en función del cuidado y defensa del territorio común.

Aportes desde las redes eclesiales

A partir de estos análisis se han relatado temas que no pueden ser olvidados, desde las redes eclesiales y de los representantes de otras religiones. El sistema bancario y sus injusticias para con los pobres, los precios de los combustibles, el narcotráfico y su intrusión en los partidos políticos, el uso de la agricultura para producir lo que le interesa al mercado, a pesar del hambre que sufre la población local de muchos países, decisiones de organismos internacionales que quedan en el papel, la migración extrema, como relataba el Cardenal Ramazzini desde la REMAM.

Los monocultivos y su relación la deforestación y la falta de agua, inclusive para tomar, como sucede en la región del Acuífero Guaraní y Gran Chacho, como decía Miguel Cruz desde la REGCHAG. Algo que demanda una reflexión sobre el abandono de los conocimientos ancestrales, las consecuencias del cambio climático, la migración y sus causas, una necesaria escucha horizontal para así generar consensos. Junto con ello la necesidad de un diálogo ecuménico interreligioso y una mayor presencia eclesial en el territorio y una reflexión ante una naturaleza herida que lleve a cuidarla desde una perspectiva horizontal.

Aportes desde las religiones

Desde las diferentes religiones, Ariel Stofenmacher, en la perspectiva del judaísmo, partió de la idea de que la Tierra es de Dios, abordando la necesidad de educación en valores, superando la educación para adquirir habilidades, recuperar la idea del jubileo bíblico, la eliminación de los ejércitos en América Latina, el cuidado de los niños y las niñas o la Banca ética. Desde ahí, teniendo en cuenta que la mayoría de los decisores en su mayoría responden a una de las grandes religiones, se preguntó ¿qué se nos perdió en el camino?

Desde la religión musulmana, se puso de manifiesto que la paz en el Islam se define como protección y tranquilidad, mostrando la preocupación por la brecha cada vez mayor en el campo político, religioso, de la falsa información que genera odio y de como cada vez es más difícil llenar las distancias cada vez mayores a pesar de la caridad que se fomenta desde círculos religiosos.

Una reflexión que también llegó desde las iglesias evangélicas, en nombre de la cuales Ariel Castaño llamó reflexionar sobre la ausencia del diálogo, el que la palabra haya perdido el poder o que la gente no cree en los acuerdos. Junto con ello la degradación del ambiente por un ser humano que no entiende su papel de administrador. También la necesidad de una cultura de verdad en un mundo donde lo sagrado huele mal, es visto como anacrónico.

Son reflexiones que abrieron un debate entre los presentes que fueron aportando diferentes cuestiones que a lo largo del seminario y en el futuro deben enriquecer la reflexión que conduzca a ese diálogo social por la paz que lleve a asumir el necesario cuidado.

Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur:

“Nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”

Mujeres en la Asamblea Sinodal del Cono Sur

“Tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana»

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda

“Reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”

“Queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”

“Pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”

Por Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica

En una Iglesia donde el protagonismo femenino va creciendo, la Asamblea Sinodal del Cono Sur, que tiene lugar en Brasilia de 6 a 10 de marzo de 2023, ha reconocido esa importancia y ha agradecido por esa presencia de tantos rostros femeninos en la Iglesia de América Latina y el Caribe, una presencia que va ayudando, en un caminar sinodal, a encontrar por medio del discernimiento los caminos que hagan realidad aquello que Dios quiere para el momento histórico actual.

Importancia de los femenino

Una historia de lucha en una sociedad que no siempre ha reconocido la importancia de lo femenino, como se puso de manifiesto en el acto matutino en el que las mujeres conmemoraron su día, recordando los tantos clamores todavía presentes en la vida de tantas y tantas que todavía hoy sufren las consecuencias de la falta de respeto por su vida y por su dignidad.

En el Día de la Mujer es importante recordar que “todo tiene una historia y es muy importante hacer memoria”, afirmaba Emilce Cuda. La secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina señala que en este día, “tenemos que saber que las que hemos conseguido lugares de reconocimiento se lo debemos a una larga lucha de las mujeres por lograr una equidad en la dignidad humana, una lucha que empieza con las mujeres trabajadoras y de la que hoy nosotras no somos el trofeo, sino que tenemos una gran deuda”. La teóloga argentina ve el servicio que desempeña en la Curia Vaticana como “un lugar que me desafía a incluir muchas mujeres dentro de la Iglesia, una conquista que este proceso sinodal está acompañando”.

Las mujeres cuerdas que aseguran la Tienda

Las mujeres en la Iglesia son las cuerdas que aseguran la Tienda, y lo hacen ayudadas por diversos instrumentos, como mostró la oración inicial del tercer día de la Asamblea Sinodal.

Por la Biblia, la Palabra como fuente inagotable de gracia desde la que Dios le ha hablado a la humanidad en el Antiguo Testamento y en la buena noticia del Nuevo Testamento. Por María, modelo de mujer abierta a la gracia y la que dijo el Sí más grande de la historia. Por la Eucaristía, ofrenda de amor total de Cristo por nosotros que se entrega y nos compromete a ser pan para los demás. Por las herramientas usadas en el mundo del trabajo, transformador y significante de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por la tierra, lugar de pertenencia que nos recuerda las tradiciones de nuestros pueblos y culturas.

En el Día de la Mujer, Alessandra Miranda, de la 6ª Semana Social Brasileña, llamaba a participar del Sínodo “con especial atención al papel de las mujeres en la Iglesia”. Para eso hizo ver la necesidad de dos movimientos: “reconocer las mujeres y su protagonismo en los espacios de poder de la Iglesia y traer nuevas mujeres para que sean incluidas en todos los procesos de decisión de la comunidad eclesial”, insistiendo en la importancia de las mujeres en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia.

La mujer columna vertebral en la Iglesia

Reconociendo el importante número de mujeres en esta Asamblea Sinodal del Cono Sur, unas 70, la Hna. Nelly Leone Correa, capellana de la Pastoral Carcelaria y Vicaria Pastoral de la Diócesis de San Felipe (Chile), mostró su alegría por poder reflexionar sobre el rol de la mujer en la Iglesia junto con obispos, clérigos, la Vida Religiosa y laical, diciendo que “la mujer es la columna vertebral de todas las Iglesias del Cono Sur, de América y del Mundo”. Sin embargo, ella recalcó que “nos falta dar un paso más, cómo ser más protagonistas en la toma de decisiones de la Iglesia”, algo que piden las mujeres y quieren enviar a través de quienes participen del Sínodo en el mes de octubre, diciendo que “queremos propuestas claras, respuestas claras a nuestras solicitudes”.

Una participación en la Asamblea Sinodal del Cono Sur que Mercedes Ísola ve como una alegría y responsabilidad grande, pues “se siente un clima fuerte de una presencia palpable del Espíritu Santo”. Desde ahí insistió igualmente en como las comunidades de discernimiento han estado “pensando juntos el rol de la mujer en la Iglesia, la corresponsabilidad que tenemos, la participación que tenemos como bautizados, como construimos la Iglesia cada uno desde su rol específico”. La laica argentina destacó que “es un llamado a ser corresponsables, a ser partícipes y a ser parte de la Iglesia», algo que ve como un compromiso a llevar a las comunidades para así construir una Iglesia más sinodal.