A Laura LópezYo canto a Laura López Verdadera mujer nueva Y de moldes rompedora. El treinta y tres aniversario Del veinticuatro de abril Fue vilmente asesinada Junto con el pueblo pobre En las faldas del Guazapa Del pais El Salvador Como catequista y pastora De la iglesia popular Cristiana comprometida Y guerrillera valiente Rompedora de otros moldes Que adelantan formas nuevas De la mujer en la Iglesia Compañera “LauraLópez” ¡ Presente ¡ La compañera Felipa Durán era originaria del pueblo de Guazapa. La madre de tres hembras y dos varones quedó viuda durante la guerra, cuando los Cuerpos Represivos asesinaron a su compañero de vida Manuel Hernández. Fue catequista en El Paisnal en estrecha colaboración con el padre Rutilio Grande. Por su compromiso social como Coordinadora Nacional de la Iglesia Popular CONIP fue buscada por el enemigo y adoptó el seudónimo de “Laura López”. Guindeaba por todo el Cerro de Guazapa con las masas perseguidas quienes cariñosamente la llamábamos “Mama Laura”. Fue alegre, chistosa y no se dejó agobiar ni por los bombardeos ni por los problemas diarios.
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![]() Ella será nuestro ejemplo De verdadera mujer Y de moldes rompedora Primicia de Iglesia nueva Donde la mujer tendrá El puesto que corresponde. Que junto con su marido siendo los dos catequistas Deciden comprometerse Para liberar al pueblo con la lucha guerrillera. Daniel S. Barbero
Laura “solía decir : “Si nos matan, que sea por algo, que no nos maten sólo por gusto; y tampoco nos vamos a dejar.” “Laura” aprovechó cualquier espacio para organizar reflexiones bíblicas a la luz de la Teología de Liberación y promovió nuestro trabajo solidario, andando siempre delante con su ejemplo. A sus 38 años de edad, el 23 de abril de 1985 durante un operativo militar de la Fuerza Armada en nuestra zona los soldados de la dictadura la balearon en un cañal de la comunidad Valle Verde del municipio de Suchitoto. Los cobardes remataron a la ejemplar luchadora con un tiro de gracia. “Laura López” sigue viva en el recuerdo de muchos pobladores de nuestra región, donde la comunidad Laura López lleva su nombre. “Que la reseca muerte no me encuentre vacía y sola sin haber hecho lo suficiente.” Victor Heredia |
jesús de nazareth
La Buena Noticia del Dgo. 3º Pascua-A
Reconocer a Jesús
Lc 24, 13-35
Los discípulos de Emaús se alejan de Jerusalén tristes y desanimados porque han matado al maestro querido. En el camino se encuentran con Jesús a quien no reconocen. El les escucha con atención y les explica las Escrituras.
Esto les caldea el corazón y también se les abren los ojos y reconocen a Jesús cuando en la cena les parte el pan, lo bendice y se lo da. Vuelven contentos a Jerusalén para comunicar a la comunidad que el Señor está vivo y lo han reconocido al partir el pan.
Los cristianos hemos de recordar más a Jesús, abriendo más los ojos de nuestra fe y descubriéndolo vivo entre nosotros. ¿Nos reconocen a los cristianos por compartir nuestro pan, nuestro tiempo, nuestra solidaridad y nuestra alegría? ¿Re conocen los demás a Jesús por nuestras palabras y nuestros gestos?
Lectura de la Palabra
Lc 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Jesús les dijo: -¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? Él les preguntó: -¿Qué? Ellos le contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.
Entonces Jesús les dijo: -¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explico lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos lo apremiaron diciendo: -Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él despareció. Ellos comentaron: -¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: -Era verdad. Ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.
COMENTARIO A LA LECTURA:
NO HUIR A EMAÚS
No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.
La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad que parece encontrarse «bajo mínimos». La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano. La sienten con frecuencia triste y aburrida, y de alguna manera intuyen –con el escritor francés Georges Bernanos– que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».
La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron, incluso de manera ruidosa: hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Otros se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer ruido»: sin advertirlo apenas nadie se va apagando en su corazón el afecto y la adhesión de otros tiempos.
Ciertamente sería un error alimentar en estos momentos un optimismo ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.
Hemos de aprender la «lección de Emaús». La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.
Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón». Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la eucaristía, allí está el Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.
Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado. Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: «Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano».
TESTIGOS DE LA PALABRA
Juan de Dios Martín Velasco (1934-2020)
Ha muerto Juan de Dios, hombre de mística, testigo de una iglesia que pudo haber sido distinta
Por Xavier Pikaza
Con él se va y queda la mejor memoria del pensamiento católico español de finales del siglo XX y principios del XXI. Había nacido en Santa Cruz del Valle, Ávila, pero ha sido siempre madrileño, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca (campus de Madrid), Rector del Seminario de Madrid.
Pudo haber sigo el gran Arzobispo de Madrid en los últimos decenios del siglo XX y principios del XXI, tras la jubilación del Cardenal Tarancón (el año 1983), era el preferido de gran parte del clero, hubiera sido el hombre clave de la Iglesia española, pero quedó quedó relegado por razones de política eclesial (en su lugar fueron nombrados primero A. Suquía y luego Rouco).
La iglesia española tomó otro rumbo eclesial, no fue lo que podría haber sido, ni en un plano espiritual, ni intelectual, ni humano… Otros personajes de esa iglesia hispana de finales del XX y principios del XXI pasarán, quedarán olvidados, incluso relegados… Pero J. Marín Velasco seguirá presente y será una referencia para la renovación evangélica, religiosa, pastoral e incluso social de la Iglesia en los próximos decenios. Una parte considerable de lo mejor de la Iglesia de Madrid, todavía hoy, depende de lo que ha sido y ha hecho, con su pensamiento y con su vida el profesor y amigo J. de Dios Martín Velasco
He sido colega y amigo suyo durante 30 años (del 1973 al 2003) en la Universidad Pontificia de Salamanca. El fue por decenios el «alma» del Institudo de Pastoral de Madrid… Yo enseñaba en la sede de Salamanca. Nos vimos con mucha frecuencia, incluso habíamos proyectado un estudio en conjunto sobre Dios, él en perspectiva de fenomenología de la religión, yo desde la Biblia. No pudimos realizarlo.
En su «despedida académica» le hicieron un homenaje con publicación en la Univesidad Pontificia de Salamanca (Nostalgia de Infinito. Hombre y religión en tiempos de ausencia de Dios. Homenaje a Juan Martín Velasco, Verbo Divino, Estella 2005). Le escribí una carta lamentando que no me hubieran invitado, tenía algo que decirle… Me contestó que no lo lamentara, que las relaciones personas, intelectuales y cristianas están por encima de esos «homenajes políticos» de las instituciones.
Por eso quiero dedicarle hoy una palabra de recuerdo académico… que no ha sido escrita como panegírico funerario, sino que forma parte de mi Diccionario de Pensadores Cristianos (Estella 2012). Adiós, Juan. Buen día, buena pascua eterna en manos del Padre
Lo que Romero dijo de Rutilio
Rutilio Grande: una luz en el camino
“Rutilio como hombre hubiera muerto hace un año, pero como cristiano no puede morir. Lo ha iluminado la luz inmortal de Cristo; en su conciencia hay un compromiso que se encontró con él como el ciego de nacimiento, que cada día podía postrarse ante Cristo para decirle: Sí, Señor, creo en ti, te sigo a ti, mi doctrina es cristiana, mi liberación es la del Evangelio, yo no quiero que me confundan mi libewración con otras líneas meramente temporalistas. Quiero ser el cristiano que entregó una esperanza del verdadero progreso de esta sociedad, que no encontrará en la tierra un paraíso, pero que ya quiere reflejar en la tierra ese paraíso hacia el cual camina. Es un Reino de Dios que ya trabaja entre los hombres y que los hombres no quieren aceptar y que es necesario, aunque se muera mártir, predicarlo, aceptarlo”. (Hom. 5.03.1978)
Las homilías de Rutilio
Una voz que grita en el desierto
La predicación de la Palabra de Dios: una palabra oportuna
Creo que ésta es una de las principales cualidades de las homilías de Rutilio Grande. Y es que no se trata simplemente de predicar, sino de hacerlo en el tiempo y lugar oportunos. Hablar cuando hay que hablar. Un sacerdote es expulsado del pais y shí se hace presente Rutilio Grande, en el atrio de la parroquia de Apopa para dirigir una memorable homilía en la que denunció el atropello brutal al que estaba entonces sometido el pueblo. A esto es a lo que llamamos una palabra oportuna, que habla cuando hay que hablar, en los momentos en los que el pueblo espera una palabra de aliento, de denuncia y de orientación.
Rutilio Grande es invitado a predicar en la fiesta patronal del Divino Salvador del Mundo, donde están las autoridades civiles y religiosas del país, el presidente del Gobierno y sus ministros, así como todos los obispos del país; y él aprovecha esta “oportunidad” no para hacer una predicación de lucimiento personal, o una predicación para salir del paso, sino que , sabiendo que se trata de un momento clave en la vida y la historia del país, hace ante las autoridades políticas, militares y religiosas las denuncias que es necesario hacer. Esta homilía le costó el rectorado del Seminario Mayor de San José de la Montaña y una llamada del presidente a casa presidencial. La homilía de Apopa denunciando la expulsión del P. Bernal le costó la vida.
Esta es la lección que nos deja Rutilio: saber ser oportunos –que nada tiene que ver con ser oportunistas. Es decir, arriesgarse a hablar cuando lo más cómodo es callar. Atreverse a decir una palabra en las circunstancias críticas que requieren, precisamente por ser situaciones límite, de la palabra alentadora y orientadora.
CELEBRACION DOMINICAL EN LAS CASAS
3º PASCUA A 20 VIRUS.
Preparar: Biblia, vela, flores, cartel, etc.
Cantos: -Alegre la mañana… -Este es el día en que actuó en Señor… Te conocimos Señor al partir el pan…
Ambientación: (Quien preside o anima la celebración)
Decían que este domingo iba a ser el último en el que no podíamos ir a misa en la iglesia porque seguíamos encerrados en casa. Ojalá que el próximo domingo ya podamos por fin celebrar nuestra misa en la iglesia como hacíamos antes. Ojalá. Hoy todavía vamos a rezar en casa. Lo haremos como buenamente sepamos. /// Cuenta el evangelio de hoy cómo Jesús recuperó a dos cristianos que se habían borrado de la comunidad y que se volvían a su pueblo desanimados. Para recuperarlos Jesús les salió al camino y ellos descubrieron a Jesús resucitado al partir el Pan. Entonces regresaron corriendo otra vez a la comunidad. Pues eso es lo que vamos a meditar nosotros hoy. Bienvenidos a esta oración. Que os sintáis a gusto y que disfrutéis.
Comenzamos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
OREMOS:
Dios padre bueno, te pedimos que tu pueblo esté hoy muy contento al verse renovado por el Espíritu Santo que derramaste sobre nosotros en nuestro bautismo, y que la alegría de la Pascua reanime también nuestra fe con la resurrección de tu hijo Jesús que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén
LECTURA.
Vamos a leer el evangelio de la misa de este domingo. Es un trozo del evangelio de San Lucas. Dice así:
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Jesús les dijo: -¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? Él les preguntó: -¿Qué? Ellos le contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.
Entonces Jesús les dijo: -¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explico lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos lo apremiaron diciendo: -Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él despareció. Ellos comentaron: -¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: -Era verdad. Ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
COMENTARIO A LA LECTURA.
El evangelio de hoy habla de dos cristianos muy desanimados. (Seguro que serían marido y mujer). Estaban tan desanimados que abandonaron la comunidad de los cristianos y se volvían a su pueblo muy tristes. Habían visto cosas muy bonitas al lado de Jesús. Decían que Jesús había sido «un profeta poderoso en obras y palabras». Querían decir que fue un hombre maravilloso, pero que lo habían matado en una cruz y ahí se acabó todo. Sus amigos lo pasaron muy mal. Decían: “nosotros creíamos que iba a ser el futuro liberador de Israel pero ya han transcurrido dos días y no ha pasado nada”. Era verdad que unas mujeres habían venido diciendo que el sepulcro estaba vacío, pero no había otras noticias más sólidas. ¿Qué estaba pasando en aquella comunidad? Pues que eran un grupo pequeño de seguidores de Jesús que estaban llenos de dudas y de miedos. Aguantaban como podían, pero algunos ya estaban pensando en marcharse. Les parecía que lo de Jesús había sido algo muy bonito mientras duró, pero que lo habían matado y ya se había terminado todo. Pero mientras tanto, el amor de Dios no descansa. Dice el evangelio que «Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos”, pero que ellos no lo reconocieron. Entonces Jesús les fue dando una catequesis tan bonita que dicen ellos que “ardía su corazón». Les diría cosas preciosas. Pero luego ya sabéis lo que pasó: que invitaron a Jesús a quedarse con ellos. Es que ya eran muy tarde para seguir caminando y resulta que lo reconocieron al partir el pan. Lo reconocieron. Entonces se dieron cuenta de todo. Parece que Jesús tenía un estilo muy particular para partir el pan. Debió ser un chispazo de luz. Y aunque ya era de noche, regresaron a otra vez a la comunidad de Jerusalén corriendo. Iban contentísimos a contar su secreto. Pero para entonces en la comunidad ya todos sabían que Jesús estaba vivo. Estaba resucitado. Todos lo sabían. Pensad que nosotros ahora somos la comunidad de Jesús. Aquí estamos encerrados en esta casa por la crisis del coronavirus. Pero sabéis que hay mucha gente que ahora mismo también se han borrado de la iglesia. Las iglesias se están quedando vacías, no por el coronavirus sino porque hay mucha gente muy desanimada, como los de Emaús. Pero nosotros no nos vamos. Nosotros también hemos pasado por algunos desánimos, pero no nos hemos borrado de la iglesia. No nos borramos. Que Dios nos ayude a seguir adelante y que siempre sintamos al Señor que nos sale al paso por los caminos de la vida.
(Silencio meditativo)
Oración de los fieles.
Estamos en el tercer domingo de Pascua celebrando la Resurrección del Señor. Todavía estamos haciendo esta oración en casa porque aún tenemos encima el ataque de un virus que nos está haciendo mucho daño. Pues hoy también le pedimos al Señor que nos ayude a salir de esta crisis para que podamos celebrar felices la resurrección y el cariño inmenso del Señor. A cada petición le decimos:
-Jesús resucitado, ayúdanos.
Todos: -Jesús resucitado, ayúdanos.
-Empezamos rezando por todos los que han muerto en esta crisis. Para que Dios los lleve a la vida de Jesús resucitado. Oremos.
-También rezamos por todos los que están enfermos y que lo están pasando muy mal. Que Dios les dé fuerzas para salir de esa enfermedad y que vuelvan otra vez a vivir felices y contentos con sus familias en sus casas. Oremos.
-También pedimos por todos los que hacen funcionar el mundo: los sanitarios, los que atienden las residencias de ancianos, los militares que desinfectaban las ciudades, los de las funerarias que llevaban los cadáveres, los que producen los alimentos y todos los que trabajan duro por los demás. Oremos.
-También pedimos por nuestro pueblo y por nuestra parroquia, para que en este tiempo de crisis vivamos con intensidad el amor a Dios y el amor a nuestros hermanos. Oremos.
-Por todos los pobres del mundo, por los refugiados, por los emigrantes y por todos los que sufren, para que Jesús resucitado nos ayude a hacer otro mundo más justo y más humano. Oremos.
-Y si queréis hacer alguna petición más podéis hacerla…. Oremos:
Jesús resucitado: concédenos tu Espíritu que nos dé fuerzas para poder vivir siempre como hijos de Dios. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
PADRE NUESTRO.
Estamos terminando esta oración en casa. Puede ser que sea la última de esta crisis por el coronavirus. Quizás.
Y la vamos a terminar, como siempre: recordando que Dios es nuestro padre que nos quiere entrañablemente porque somos sus hijos. Pues con el cariño de los hijos rezamos la oración que Jesús nos enseñó:
Padre Nuestro.
Y terminamos pidiéndole que …..
Dios nuestro Padre que por la resurrección de Jesús nos ha hecho hijos suyos, que hoy nos llene de sus bendiciones. Amén.
-Y ya que por el bautismo nos ha llamado a vivir en una comunidad de hermanos que es la iglesia, que por su bondad nos conceda también vivir siempre felices a su lado. Amén
-Y así como hoy nos sentimos contentos y felices de poder celebrar la resurrección de Jesús, que hoy también sintamos en nosotros la fuerza de su Espíritu para vencer la epidemia que nos ataca. Amén.
Y que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
Podemos ir en paz porque hemos terminado nuestra oración de hoy.
Jueves Santo

El lavatorio de los pies
JUAN 13, 1-15
1 Antes de la fiesta de Pascua, consciente Jesús de que había llegado su hora, la de pasar del mundo este al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el fin.
2 Mientras cenaban (el enemigo había ya inducido a Judas de Simón Iscariote a entregarlo), 3 consciente de que el Padre lo había puesto todo en sus manos y que de Dios procedía y con Dios se marchaba, 4 se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. 5 Echó luego agua en el barreño y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con el paño que llevaba ceñido.
6 Al acercarse a Simón Pedro, éste le dijo:
– Señor, ¿tú a mí lavarme los pies?
7 Jesús le replicó:
– Lo que yo estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás dentro de algún tiempo.
8 Le dijo Pedro:
– No me lavarás los pies jamás.
Le repuso Jesús:
– Si no dejas que te lave, no tienes nada que ver conmigo.
9 Simón Pedro le dijo:
– Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
10 Jesús le contestó:
– El que ya se ha bañado no necesita que le laven más que los pies. Está enteramente limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.
11 (Es que sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios»).
12 Cuando les lavó los pies, tomó su manto y se recostó de nuevo a la mesa. Entonces les dijo:
– ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. 15 Es decir, os dejo un ejemplo para que igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros.
LA TERNURA NO SE PIENSA
Con estas meditaciones y reflexiones quisiéramos dar continuidad a una experiencia que la mayoría estamos practicando, que es ahondar en la oración afectiva, no como método, sino como experiencia vital que emerge de un seguimiento que deja atrás etapas principiantes que preceden a la madurez en una relación donde ya hay complicidad.
El discípulo será estos días en nuestra Pascua: Jesús. La discípula: tú, yo, y algunos personajes del NT que nos acompañarán.
El tema de fondo e ingrediente fundamental de estos días de profundización es: descubrir la ternura en la pasión, muerte y resurrección, como hilo conductor de cada gesto, mirada, palabra, silencio, entrega.
Si algún elemento da belleza y sentido a la vida, ése es, la ternura como la expresión más serena y firme del amor. Gracias a la ternura las relaciones afectivas crean raíces de vínculo.
La doctora Kübler-Ross, afirma que los recuerdos que nos acompañan en los últimos instantes de la vida no tienen que ver con el éxito o poder, sino con encuentros profundos con un ser amado. Y quedan grabados en la memoria gracias a la luz de la ternura.
Paradójicamente la ternura no es blanda, sino fuerte y audaz. Implica seguridad en uno mismo y expresa la calidad de una relación. Desde lo que hoy conocemos como inteligencia emocional, la ternura forma parte de ese bloque maravilloso que llamamos el cerebro del corazón. Así como nos dicen que la inteligencia está distribuida por todo el cuerpo, podemos deducir que la ternura es una exquisitez fruto de la empatía.
Desde ahí, tratemos de entrar en el mundo del discípulo y la discípula, durante estos cuatro días cargados hasta el borde de intensidad y ternura. De violencia respondida con no-violencia. De odio respondido con silencio. Y de actitudes de todo tipo provenientes de corazones egoístas que no pillan los pasos que da el discípulo del Abba.
No se comprende el Jueves Santo, esa cena con sus palabras y gestos, si no se ha recorrido, con Jesús, el trayecto anterior. El día a día, en el que nos vemos expuestos a tantas situaciones que debemos discernir, y decidir si las discernimos con el barómetro del Evangelio o con el propio.
Ella, una discípula, lo discierne así: te invitamos a leer el texto de Juan 12, 1-8.
(Por favor, toma tu Biblia en tus manos, y siente el amor y la vida de miles de años de historia de salvación, ahí, en estas páginas, para que las sintamos, comprendamos, acariciemos; son vida de nuestra vida, en ellas está también nuestra historia.)
Dicen algunos exégetas que este gesto de María, hermana de Lázaro según narrado en el Evangelio de Juan, inspiró a Jesús a realizar el gesto que hoy celebramos y que Juan nos relata en el capítulo 13.
María, apasionadamente agradecida, sobrecogida por la calidad de amor que ha experimentado, en un gesto expresa lo que muchas personas deseamos vivir y que el mismo Jesús, según Juan, realizará en su última cena:
María, en un solo gesto vive y reproduce lo que el corazón del evangelio nos indica:
* Amor apasionado: la ternura y cariño de la mujer son indescriptibles. No hay indicio de inhibición y sí hay una absoluta muestra de respeto infinito.
* Servicio entrañable como derroche de todo su perfume, de todo su amor, de su agradecimiento. Derroche de entrega gratuita sin medida. Gesto reprochado por los que no saben amar y con su rigidez legalista juzgan y condenan. La generosidad de esta mujer es libertad absoluta para amar hasta el extremo, en un vaciamiento de sí a través del perfume derramado.
* “Shema”: “escucha Israel: amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza…”Y María, “escucha” el latido alterado del corazón del amigo, alterado por la inminente traición que se percibe, que intuye…y ante ese dolor, ella muestra su fidelidad respondiendo con su gesto femenino, sensual, liberador. María obedece escuchando al Amor y realizando lo que su corazón y conciencia le sugieren.
Juan 13,1-32
Jesús se encuentra con aquellas personas más íntimas, a las que ha ido confiando todo lo que iba experimentando de su relación con el “Abba”, y de un estilo de vida capaz de transformarnos en hijos de Dios, y a las estructuras sociales en hogar para todos, y a los bienes del Planeta en casa común, compartida, respetada…
Jesús ya no tiene palabras para ellos: se ha vaciado totalmente y se da cuenta de que ellos están lejos de donde él se encuentra porque ha sido fiel, como los profetas, a una vida de “shema”.
Y en un último esfuerzo acude a un gesto que divide la historia en un antes y un después: el Señor prestando el servicio de sirviente-esclavo:
*mírale a tus pies, los lava con mimo, te lo dice todo con su beso, te deja sentir el amor de Dios que estremece y conmueve: amor de ágape, amor abierto; el gesto es para cada uno, pero a cada uno con toda la pasión del amor de Dios: personal, cercano, íntimo, gratuito.
¿Necesita Jesús en ese gesto, sentir él el calor de tu presencia a través de tu piel, ya que tantas veces, como los discípulos, estamos con la atención y el corazón en otra parte y el amigo languidece solo, sin nuestra presencia y cariño?
* El derroche de su amor, no se muestra, en este texto, con perfume, como en el caso de María, sino con la tremenda expresión “sangre y carne” comidas, compartidas, entregadas. Jesús llega a la pobreza máxima de comprender que sólo puede entregar ya su propio cuerpo, metáfora de su SER.
* ¿Por qué tanta radicalidad? Porque ha “escuchado” de nuevo el rugir del león, del ego, del miedo parapetado en el poder, el dinero, el deseo de los primeros puestos… “ha escuchado y percibido los miedos infantiles de aquellos que tienen que continuar la obra que el Abba ahora les encomienda a ellos, y se da cuenta de que “no llegan”, ante lo cual se enternece y conmueve aún más y pronuncia “tomad y comed todos, este es mi cuerpo, esta es mi sangre, entregada por todos. Haced esto cada vez que deseéis mi presencia, mi Amor”
Te invito a hacer Silencio “escuchando” tu latido al unísono del suyo. Sin prisa, dejando que en esa intimidad añorada, el Señor se te manifieste.
Y, de este silencio, emerge, gratuita, la ternura. Jesús no les lava los pies porque considere que los discípulos estén “sucios” por dentro o por fuera. Es otro el talante y significado del gesto.
El gesto lleva una carga enorme de sentimiento, de necesidad de abrazar y besar los pies de los que han andado con él en tantas situaciones y lugares. Abrazar y besar ante el presagio de un fuerte sufrimiento o ante la certeza de que se marcha y la vulnerabilidad de los y las discípulas le llena de ternura materna- paterna y fraterna- sororal.
Y repite el gesto por antonomasia de partir el pan, como estilo de vida: partir, compartir, dar de lo que no te sobra, de tu pan…partir tu salud, tu mente y corazón para que otros tengan luz, paz, alimento…
Y el otro gesto. Echarse a los pies de las personas a las que sirve. Él recibió este gesto de parte de María de Betania, y de otros que a lo largo del camino le han querido pedir o agradecer algo vital. Y revive cómo se sintió al ver a una persona a sus pies y al sentir su tacto delicado y profundamente ungidor. Desea contagiar esa ternura a estas personas atemorizadas y acobardadas ante la hecatombe que se avecina y que todos presienten.
El discípulo se convierte en Maestro a los pies de sus discípulos y se tergiversa la pirámide. El Maestro les levanta de su mediocridad abajándose más allá de los límites. Algo así como “basta de asuntillos de quien manda más, de quien es más importante…” es hora de que sintáis el estremecimiento del Amor a vuestros pies, la ternura de Dios abrazando vuestra humanidad. Lo cual es imprescindible para una madurez afectiva sana.
La ternura no se piensa, es una experiencia que brota, como un perfume que permea todo. Es un hecho pero no para filosofar o discutir, es la manera de comunicarse Dios con una humanidad que se ha hecho el centro de todo. Es el David frente al Goliat del ego.
La ternura es como la primavera que madre naturaleza pone delante de nuestros ojos estos días: espléndida, engalanada de flor y perfume. Derramando lo mejor de sí: lo que trabajó en lo escondido durante el largo invierno.
Jesús es esa primavera, siempre, en la vida de cada persona. Recientemente me encuentro con personas que van descubriendo la fuerza que da la experiencia de una oración madura, fiel, constante y fecunda.
Magdalena Bennasar, SFCC
La Buena Noticia del Dgo. 5º Cuaresma-A
La vida verdadera
Jn 11, 3-7.17.20-27.33b-45
Dejadlo irse hacia la Vida de la vida
En el Evangelio de hoy Jesús se revela como la vida del mundo, después de haberse manifestado hace dos domingos como la fuente de agua viva que colma nuestra sed, y el domingo pasado como la luz que ilumina y orienta nuestra vida.
Jesús manda quitar la losa del sepulcro y las vendas que le atan. El quiere sacarnos de nuestros sepulcros y de las vendas y ataduras que tenemos. También nos recomienda quitar las vendas y ataduras de tantos «Lázaros» que encontramos en nuestro camino.
Lectura de la Palabra
Juan 11,1-45
Yo soy la resurrección y la vida
En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
[Los discípulos le replican: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?» Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.» Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará.» Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.» Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: «Vamos también nosotros y muramos con él.»]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama.» Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.»]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,] sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Donde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Comentarios a la Palabra
«Anhelamos una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras»
El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?».
Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo, y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres», está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.
La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?
Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.
Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.
Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman como «una sociedad de incertidumbre». Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, tal vez nunca se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?
Como los seres humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras, que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto, vivirá… ¿Crees esto?».
A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Solo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Solo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.
Testigos de la Palabra
San Romero de América, pastor y mártir nuestro: ¡nadie hará callar tu última homilía! (P. Casaldáliga)
«Yo quisiera hacer un llamamiento, de
manera especial, a los hombres del
ejército… Hermanos, son de nuestro mismo
pueblo. Matan a sus mismos hermanos
campesinos. Y ante una orden de matar que
dé un hombre, debe prevalecer la ley de
Dios que dice: «No matar». Ningún soldado
está obligado a obedecer una orden contra
la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie
tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que
recuperen su conciencia, y que obedezcan
antes a su conciencia que a la orden del
pecado. La Iglesia no puede quedarse
callada ante tanta abominación. En
nombre de Dios, pues, y en nombre de este
sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta
el cielo cada día más tumultuosos, les
suplico, les ruego, les ordeno en nombre de
Dios: Cese la represión
Lo que Romero dijo de Rutilio
La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos
“Los que mataron al P. Rutilio pensaban que así podían truncar toda su predicación cristiana; lo que no se esperaban es que la muerte de un sacerdote suscita tempestades; suscita primaveras, como la que ha vivido El Salvador cristiano desde que le mataron. Lo que no sabían es ellos ponían en el surco una semilla que reventaría en grandes cosechas, como decía Cristo: “El grano de trigo muere no para quedarse sepultado”. No han triufado sobre él.La cosecha de la persecución ha sido muy abundante. Esta es la vida de este cristiano que por el bautismo emprendió unas perspectivas tan amplias que no las podemos abarcar desde la tierra” (Hom 5.03.1978)
Las homilías de Rutilio
Una voz que grita en el desierto
- Biblia y concientización en Aguilares
Aguilares es uno de esos lugares donde se inició lo que Mons. Romero llamó “un movimiento atrevido de un evangelio más comprometido” (19 de junio de 1977). Allí Rutilio Grande, en equipo con otros sacerdotes, estudiantes, campesinos y campesinas, puso en marcha una pastoral liberadora. Lo central de esta pastoral es que hace de estos campesinos y campesinas personas adultas, críticas, capaces de dirigir su propio destino a tavés de la organización.
En Aguilares miles de campesinos y campesinas botaron la venda de la sumisión y de la ignorancia a la que habían sido sometidos, y se despertó en ellos todo el ingenio, inteligencia y capacidades que estaban allí escondidas y oprimidas.
Rutilio no hizo otra cosa que liberar esas mentes y despertar la conciencia. A partir de ahí, el pueblo comenzó a caminar, a organizarse, a exigir por sí mismo, a plantear sus derechos y también sus sueños, a luchar por su vida y dignidad.
Los campesinos y campesinas antes, o quizá al tiempo, que se tomaban las tierras, se tomaron las conciencias, sus propias conciencias, que antes estaban ocupadas por pensamientos extraños, ajenos. Expulsaron esos pensamientos y comenzaron a pensar con sus propias palabras y a partir de su propia realidad.
En esos momentos se estaba produciendo una verdadera revolución silenciosa, que más tarde daría paso a una revolución social sin precedentes: la organización de campesinos y campesinas adquirió tanta fuerza en cantidad y calidad como nunca en la historia de nuestro país.
La Buena Noticia del Dgo. 4º Cuaresma-A
La luz nueva
Jn 9, 1.6-9.13-17.3438
Ciegos que ven con una luz nueva
Hoy es el domingo de la luz, el domingo de la alegría porque Cristo es nuestra luz. Jesús cura a un ciego de nacimiento; y ese encuentro del ciego con Jesús va a cambiar su vida, va a ver también con los ojos de la fe.
A veces vivimos ciegos, sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando a una fe más plena. Solo la experiencia personal del encuentro con Jesús nos abre los ojos y el corazón
Lectura de la Palabra
Juan 9,1-41
Fue, se lavó, y volvió con vista
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado.» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.»
[Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?» Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.» Le preguntaron: «¿Dónde está él?» Contestó: «No sé.»]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.» Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.»
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.» Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.» Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»]
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús les dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, señor.» Y se postró ante él.
[Jesús añadió: «Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»]
Comentarios a la Palabra
CAMINOS HACIA LA FE
El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente la «curación del ciego de nacimiento», pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».
No conocemos su nombre. Solo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del Templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo, pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «Un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que solo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. Él les habla de su experiencia: «Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús, y él les dice lo que siente: «Que es un profeta». Lo que ha recibido de él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, solo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del hombre?», ¿crees en el Hombre nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Solo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.
Por José Antonio Pagola
Testigos de la Palabra
El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, figura clave de la Teología de la Liberación
Voz moral de la revolución sandinista y crítico del Gobierno de Daniel Ortega, ha muerto a los 95 años en Managua
El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal ha fallecido el pasado uno de marzo en Managua a causa de daños renales y cardiacos, informaron fuentes cercanas al literato, uno de los principales exponentes de la poesía latinoamericana. Cardenal era uno de los más destacados representantes de la llamada teología de la liberación. Su compromiso político lo hizo apoyar la lucha armada contra la dictadura de Somoza, una dinastía que gobernó Nicaragua por más de 40 años, y más recientemente plantar cara al Gobierno del presidente Daniel Ortega, cuyos desmanes y arbitrariedades denunciaba allá donde viajaba a presentar su poesía. Su compromiso con los más pobres y contra las injusticias lo convirtieron en la voz moral de la revolución sandinista, un proyecto con el que se comprometió a fondo y le valió la reprimenda del Papa Juan Pablo II, para quien un sacerdote no podía inmiscuirse en los asuntos políticos. “¡Nicaragua sin Guardia Nacional, veo el nuevo día! Una tierra sin terror. Sin tiranía dinástica”, había escrito en uno de sus poemas más celebrados, Canto Nacional.
Nació en Granada (Nicaragua), el 20 de enero de 1925. Heredero de una sólida tradición poética –con poetas prominentes como Rubén Darío–, Cardenal estudió literatura en Managua y México y cursó otros estudios en Estados Unidos y Europa. En 1965 fue ordenado sacerdote y más tarde se asentaría en el Archipiélago de Solentiname, localizado en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comunidad de pescadores y artistas primitivistas que se hizo mundialmente famosa. Fue ahí donde escribió su célebre El Evangelio de Solentiname. El archipiélago es un sitio de peregrinación de los fieles lectores y seguidores del poeta. Cardenal pasaba sus vacaciones en esas islas, donde leía las obras completas de Darío, escribía o dirigía la misa de Semana Santa en la pequeña iglesia de la localidad. Allí será despedido.
La Buena Noticia del Dgo. 29º-C
Orar y luchar por la justicia
Lc 18, 1-8
LA HORA DE LA PALABRA
Orar siempre sin desanimarse
La oración ocupa un lugar esencial en la vida de Jesús. Le brota espontáneamente de esa relación profunda que vive con el Padre. Su confianza en el Padre se mantiene firme en los momentos más difíciles de su vida.
Nosotros necesitamos también invocar a Dios como Jesús, de manera incesante y sin desanimarnos. Sin una profunda relación con Dios, ¿cómo podremos vivir con alegría la novedad radical del Evangelio, que es “contracultural” en nuestro mundo actual?
Dios no es sordo ante los gritos de los más abandonados. Orar es pedir justicia, pero es también implicarse de lleno en el compromiso por la justicia.
LECTURA DE LA PALABRA
Lucas 18, 1-8
Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario.»
Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.»»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
COMENTARIO:
En la Iglesia el centro de las preocupaciones no son los últimos, sino la vida moral
La parábola de Jesús refleja una situación bastante habitual en la Galilea de su tiempo. Un juez corrupto desprecia arrogante a una pobre viuda que pide justicia. El caso de la mujer parece desesperado, pues no tiene a ningún varón que la defienda. Ella, sin embargo, lejos de resignarse, sigue gritando sus derechos. Solo al final, molesto por tanta insistencia, el juez termina por escucharla.
Lucas presenta el relato como una exhortación a orar sin «desanimarnos», pero la parábola encierra un mensaje previo, muy querido por Jesús. Este juez es la «antimetáfora» de Dios, cuya justicia consiste precisamente en escuchar a los pobres más vulnerables.
«Dios no tiene los ojos vendados»
El símbolo de la justicia en el mundo grecorromano era una mujer que, con los ojos vendados, imparte un veredicto supuestamente «imparcial». Según Jesús, Dios no es este tipo de juez imparcial. No tiene los ojos vendados. Conoce muy bien las injusticias que se cometen con los débiles y su misericordia hace que se incline a favor de ellos.
Esta «parcialidad» de la justicia de Dios hacia los débiles es un escándalo para nuestros oídos burgueses, pero conviene recordarla, pues en la sociedad moderna funciona otra «parcialidad» de signo contrario: la justicia favorece más al poderoso que al débil. ¿Cómo no va a estar Dios de parte de los que no pueden defenderse?
«Es falso que seamos libres e iguales»
Nos creemos progresistas defendiendo teóricamente que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», pero todos sabemos que es falso. Para disfrutar de derechos reales y efectivos es más importante nacer en un país poderoso y rico que ser persona en un país pobre.
Las democracias modernas se preocupan de los pobres, pero el centro de su atención no es el indefenso, sino el ciudadano en general. En la Iglesia se hacen esfuerzos por aliviar la suerte de los indigentes, pero el centro de nuestras preocupaciones no es el sufrimiento de los últimos, sino la vida moral y religiosa de los cristianos. Es bueno que Jesús nos recuerde que son los seres más desvalidos quienes ocupan el corazón de Dios.
Nunca viene su nombre en los periódicos. Nadie les cede el paso en lugar alguno. No tienen títulos ni cuentas corrientes envidiables, pero son grandes. No poseen muchas riquezas, pero tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad, capacidad de acogida, ternura y compasión hacia el necesitado
LA BUENA NOTICIA DEL DGO. 28º-C
EL LEPROSO AGRADECIDO
Lc 17, 11-19
LA HORA DE LA PALABRA
Los excluídos de la sociedad
Jesús cura a diez leprosos enviándoles al templo para que les den el certificado de curación. Y es que los enfermos de lepra a la vez de estar impuros por la enfermedad también están excluidos de la sociedad.
Uno de los leprosos es samaritano y al verse curado, se vuelve dando gloria a Dios y se postra agradecido delante de Jesús, que le levanta y le dice “tu fe te ha curado”
Quiénes son hoy los excluidos y marginados de la sociedad?
¿Cómo hacer para integrar, acoger y luchar contra cualquier forma de exclusión y marginación en nuestra sociedad?
LECTURA DE LA PALABRA
Lucas 17, 11-19
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
COMENTARIO
ENCUENTRO, SANACIÓN Y AGRADECIMIENTO
Lucas (17,11-19)
El evangelio de hoy narra un milagro de Jesús, una curación. Los milagros de Jesús son expresión de su acción liberadora, de sus relaciones sanadoras e incluyentes frente a un orden social y religioso más preocupado por el cumplimiento de las leyes que por aliviar el sufrimiento de las personas. En este caso el de diez leprosos. Pero el tema central de este texto no es propiamente el milagro sino el agradecimiento.
Jesús obra el milagro como es habitual en él, desde la absoluta gratuidad, sin pretender ningún tipo de protagonismo o compensación, porque lo que está en el centro de su acción liberadora es el sufrimiento del otro y no su ego ni su necesidad de reconocimiento. El milagro busca la restitución y la inclusión de los leprosos en la comunidad y por ello Jesús les envía a los sacerdotes, para que una vez confirmado que han quedado sanados de la enfermedad sean reintegrados y acogidos en la comunidad de la que forman parte.
Pero el tema central del relato es el desigual modo con que el grupo de leprosos procesa interiormente el encuentro con Jesús y su sanación. Sólo uno de ellos, el samaritano, vivirá aquel encuentro y su sanación como algo absolutamente inédito, desde una experiencia profunda de agradecimiento que le desborda y le hace volver a Jesús, consciente que una experiencia radicalmente nueva ha surgido en su vida y nada podrá ya volver a ser igual. La mediación de los sacerdotes ya no le es necesaria. A partir de lo que el mismo ha experimentado se ha convertido en testigo de la irrupción de un nuevo orden inaugurado por Jesús, el del amor y la compasión frente a la ley y los ritos vacíos.
De esa experiencia brota el agradecimiento como un don incontenible: convertirse en amor como respuesta al amor recibido. Los gritos iniciales de auxilio se convierten por parte del leproso samaritano en gritos de alegría. No es casual, que sea precisamente un samaritano, un “maldito”, el único del grupo que reaccione de esta manera y capte el misterio de novedad radical acontecido en Jesús, pues el evangelio está siempre atravesado por esa constante: los últimos serán los primeros y los pobres son los preferidos de Dios.
La gratuidad y el agradecimiento son signos de que el reino esta ya entre nosotros y nosotras. Ambos nacen de la lógica del don, no de la retribución, la suficiencia o los merecimientos. También de la humildad radical que supone experimentarnos vulnerables y necesitados.
Jesús toma la palabra al final del relato y sus preguntas van dirigidas también a nosotras y nosotros hoy. ¿Dónde nos encontramos con Él?, ¿De qué nos sana? ¿Qué novedad radical introduce en nuestra vida? ¿Qué puede más en nosotros la lógica del don y el agradecimiento o la suficiencia? ¿Quiénes son para nosotros y nosotras nuestros maestros para vivir en clave de agradecimiento en nuestra vida cotidiana?
Por Pepa Torres
TESTIGOS DE LA PALABRA
Padre Guadalupe Carney,Revolucionario y mártir del pueblo hondureño.
Guadalupe Carney nació en 1924, Chicago, Estados Unidos. Su nombre original es James Francis Carney, la familia trabajadora de clase media, y desde el principio se dio cuenta de la vida burguesa en la que vivía. Sirvió como soldado en Francia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial;
Su fe era profundamente importante para él. Sin embargo, se sorprendió de lo poco que la religión parece importar a muchos cristianos, tanto en sus años de ejército y más tarde en la universidad En 1948, ingresó en la Compañía de Jesús, para contestar la llamada, convirtiéndose más tarde, un misionero jesuita en Honduras. Estaba convencido de que el sistema capitalista era intrínsecamente malo, promoviendo una actitud egoísta, individualista y competitiva en las personas. Pero también rechazó los sistemas marxistas de Rusia y China, que pareció perder el valor de la persona humana en la comunidad estatal. Se fue en busca de otro modo, una forma de socialismo, donde la gente compartir lo que tienen, como los primeros cristianos que se describen en los Hechos de los Apóstoles.
Llegó a Honduras en 1962, ya como sacerdote jesuita, animada por el ideal del Concilio Vaticano II, el servicio radial para los pobres, y al vivir con las comunidades rurales y los pobres, y participar en sus luchas, se volvió como él mismo dijo en sus memorias, “un gringo burguesa en un luchador revolucionario”. Guadalupe dijo fueron campesinos pobres de Honduras que realmente le enseñaron el Evangelio, la Buena Nueva que Jesús trajo, y que la burguesía no puede realmente entender lo que significa “para dar buenas nuevas a los pobres.”
La historia de su vida tiene el derecho a ser reconocido como una historia de un revolucionario, porque el Padre Guadalupe creía firmemente como cristiano, tenía que ser un revolucionario, y vivir la radicalidad del Evangelio, para tener una vida cristiana plena. El Evangelio es revolucionario. Guadalupe vio y entendió los problemas de los pobres. Vio cómo las compañías fruteras estadounidenses habían tomado
las mejores tierras y plantaciones. Ellos y algunos hondureños ricos controlan alrededor del 95% de la riqueza del país. Mientras que el resto de la población vivía en la pobreza extrema.
Los intentos de organizar sindicatos menudo conducido a las muertes y desapariciones de sus líderes. En un video raro, dice, “cómo los agricultores son tratados es totalmente inaceptable por Dios y esto se debe cambiar.”
La iglesia no puede permanecer en silencio mientras sus niños pobres estaban siendo explotados ya menudo martirizados por tratar de luchar por sus derechos básicos. Finalmente Padre. Guadalupe eligió vivir solo en su pequeña misión de la iglesia, que divide por completo la vida y la pobreza de su pueblo. Por su identificación con la gente que él enseñó los caminos de la teología de la liberación :. “Cristo vino a liberar a las personas y establecer un reino de justicia y paz” y esta enseñanza se ha convertido en una parte importante de la lucha del pueblo para hacer de esto una realidad .
Él escribió sobre su vida y sus ideales mientras vivía en Nicaragua. Finalmente, regresó a Honduras para ser capellán de las fuerzas revolucionarias. En 1983, el “Padre Guadalupe”, se convirtió en capellán de una comuna revolucionaria armada, y poco después fue capturado por el ejército, que afirmó que “el P. Carney había desaparecido “.
El gobierno de Honduras construyó cerca de seis historias diferentes. Después de probar todos modos ocultar la verdad con una nota oficial que sostenía que había muerto de hambre el 19 de agosto 1985 llega un testigo para refutar estas afirmaciones, el Señor Cabelleros, un refugiado de Honduras y ex miembro de la escuadrones de la muerte hondureños. Confirmó la participación de la CIA y dijo que había escuchado de otros que Padre Guadalupe había sido asesinado y lanzado desde un avión en la selva.
La vida de Guadalupe es un testimonio elocuente del sacerdocio y la llamada al discipulado cristiano. Carney recuerda a todos los bautizados, donde nuestro compromiso debe ser enfocado, “el compromiso con las causas del pueblo por la liberación de la explotación y la injusticia , siempre en busca de la paz “.
COMENTARIO DE X. PIKAZA:
Fe samaritana, no religión de sacerdotes (Lc 17, 11-19)
Con la parábola del buen samaritano (Lc 10), que acoge y cura al herido del camino (en contra de sacerdotes y levitas), pone Lc 17 esta parábola del samaritano agradecido (creyente) que va donde Jesús, en contra de los nueve «servidores de una ley opresora, que vuelven a la religión de los sacerdotes.
Ésta es quizá la parábola más escandalosa de los evangelios (cf. también Mc 1, 39-45): Jesús cura a diez leprosos y les dice (en forma provocadora) que se sometan a la ley de los sacerdotes, como si todo siguiera igual en el mundo. Nueve curados «de ley» no entienden a Jesús, cumplen externamente su mandato y se refugian en la ley de los sacerdotes. Sólo uno, que es samaritano, le entiende y no va, pues eltiempo de dominio y ley de los sacerdotes ha pasado.
Este samaritado que Vuelve a dar gracias a Jesús, para caminar con él. Ha encontrado la fe, ha encontrado el amor. no necesita sacerdotes.
Este samaritano hemos de ser todos nosotros. Jesús no ha venido para liberarnos de un tipo de religión de sacerdotes antiguos, pues sólo la fe (la gratuidad amorosa) puede salvarnos. Éste es, a mi juicio,el evangelio más hondo y necesario para este siglo XXI, como puede verse en la Historia de Jesús.
Por X. Pikaza

Jesús cura a diez leprosos, y, en un primer momento, les «manda» que vayan donde los sacerdotes. Nueve curados (judíos religiosos), observantes de ley, se someten a la norma de y siguen siendo en el fondo unos “leprosos” curados en lo externo, sometidos a tipo de ley que les manipula y esclaviza
Sólo un samaritano, que que no tiene religión de ley, ni está obligado a cumplir mandamientos de sacerdotes, se descubre curado y vuelve para dar gracias a Jesús, para caminar con él. Éste es el único curado de verdad, iniciando con Jesús una vida de agradecimiento sanador por encima de todas las religiones particulares de los sacerdotes, como he puesto de relieve en Historia de Jesús..
Texto. Lucas 17, 11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Jesús, al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes. Y, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
OBSERVACIONES PRELIMINARES
Este milagro de los diez leprosos es una parábola de la vida humana, como la parábola de Mt 25, 1-13, don la diez muchachas que van de bodas; cinco son prudentes, llevan aceite en sus alcuzas); cinco son necias, que no llevan llevar aceite.
Aquí (Lc 17) hay diez leprosos, todo el universo. La humanidad está representada por una “pandilla” de enfermos de covid, condenados a la muerte. Van juntos, gritando y sufriendo . Son judíos y gentiles, “cristianos” observantes de ley o gentes de la vida. Ante la lepra universal no pueden hacerse distinciones. Bajo el riesgo de esa pandemia tamos todos, sin que se pueda decir que unos son culpables (han buscado la lepra a pulso) y otros inocentes (sufren sin causa). Todos sin excepción están (estamos) condenados .
Pero la historia sigue, en forma parabólica. Viene Jesús y nos dice “curaos todos”, vivir sin lepra… Pero añade algo sorprendente: “id y presentaos a los sacerdotes”, es decir, a laz autoridades establecidas, que puede ser levitas del templo de Jerusalén o funcionarios de las diversas leyes y sistemas de este mundo.
Esta propuesta de Jesús, leída bien, desde el evangelio resulta escandalosa. En un primer plano Jesús parece que quiere llevarnos atrás, a los tiempos de la letra, viviendo cada uno según su ley (según la religión o ley de los sacerdotes de sus pueblosp ueblo).
Pero leyendo el texto en profundidad, descubrimos que Jesús nos cura para que, superando la pura ley de los sacerdotes de ley, descubramos la gratuidad, para caminar con él en gesto de agradecimiento salvador, por encima de todos los sacerdotes legales del mundo, conforme a la letra-letra de este evangelio
En un prmer momento, Jesús deja a cada uno ante sus sacerdotes, para que vuelvan si quiere al mundo antiguo, a la religión de la ley.
Pero, en el sentido más profundo, Jesús nos cura para que pocamos volver a él sin sacerdotes, para darle gracias, para vivir en gratuidad, por encima de un tipo de ley de sacerdotes. Para esos que vuelven a los sacerdotes del sistema quedándose allli, el milagro de Jesús ha servido para nada. Sólo el samaritano, un hombre que no tiene sacerdotes de ley, qeda de verdad curado.
Esta esa una parábola para el siglo XXI. La superación de un tipo de ley de sacerdotes de ley podrá abrirnos un camino de fe salvadora. Sólo abandonando un tipo de ley religiosa de sacerdotes podremos creer de verdad en Jesucristo y curarnos del todo, según este evangelio
Los que escuchan a Jesús de un modo externo (los nueve del grupo legal), que vuelven a sus “sacerdotes antiguos” (escuchando aJesús sólo de un modo externo) siguen dominados para una ley religiosa que les esclaviza, siguen siendo en el fondo leprosos. De esa manera, lo que Jesús ha hecho con ellos termina siendo en vano: La religión de ley (de sacerdotes antiguos) les sigue destruyendo. No han quedado curados, no han dado el “salto” a la gratuidad, a superar la religión de ley, para vivir en gracia y agradecimiento con Jesús.
Por eso he dicho que es mejor no tener religión que tener una religión de ley. El que no tiene religión aparece aquí, conforme al lenguaje judío, como un samaritano…No tiene ley que le esclaviza, no tiene religión, pero tiene un corazón… y siente que Jesús le ha curado y va a darle gracia… es decir, va a mostrarse como hombre de fe (no de religión o ley establecida). Los nueve restantes parece curados, pero no lo están. Siguen viviendo bajo una ley religiosa, no tienen ve verdadera, no tienen libertad, no tienen agradecimiento.
Sólo el samaritano que deja todo a un lado y vuelve donde Jesús para darle gracias y para iniciar con él un camino de fe ha sido salvado.
DESARROLLO MÁS PROFUNDO.
Primer acercamiento. Este relato de la curación inicial de 10 leprosos y final de uno sólo, a quien Jesús dice “tú fe te ha salvado”, tiene una historia compleja que puede condensarse como sigue:
Jesús estuvo en compañía de leprosos (como estará Francisco de Asís), y así le recuerda la tradición, ofreciéndoles presencia, abriendo para ellos un camino solidario de salud y salvación.
El relato clave de la curación de un leproso es el de Mc 1, 40-45 (que Lucas ha recogido en su evangelio: Lc 5, 12-16). Es un relato fuerte: La iniciativa parte del leproso; Jesús le cura y le dice que se presenta para certificar su curación, pero él se niega, no quiere someterse más a los sacerdotes (que controlan y someten, no curan)… y se pone a pregonar lo que ha hecho Jesús.
Lucas (que recoge como he dicho el relato de Marco, en Lc 5, 12-16) ha sentido la necesidad de reelaborarlo, de un modo también poderoso, en el pasaje de este domingo.
Reelaboración: Lc 17, 11-19 Lucas sitúa el relato en el camino de ascenso a Jerusalén, en el límite entre Galilea y Samaría, lugar clave de disputas religiosas.
Los leprosos que salen al encuentro y le invocan de lejos (para no contaminarle), pidiendo a Jesús que les cure, son diez. Significativamente, la lepra no distingue entre judíos y gentiles, galileos y samaritanos. Todos son hermanos en la miseria.
Jesús les manda “a los sacerdotes”. No dice “al sacerdote”, para no presuponer que hay uno sólo (el judío). Cada puede ir a su sacerdote de turno, Jerusalén o a Samaría, a Tiro o a Damasco. Jesús les manda “al sistema sagrado”, como queriendo que se integran de nuevo en el orden oficial.
Pero uno vuelve… Se ve “limpio” (katharos) y no quiere acudir ya al sacerdote de turno, para que firme su ficha “¡curado!”; no quiere someterse nuevo a la ley del sistema que crea leprosos para decir después que puede (a veces) curarlos… Desobedece en un sentido a Jesús, pero en otro más alto le obedece.
Éste es samaritano… un hombre que no tiene religión de ley, de forma que puede vivir en gratuidad, volviendo a Jesús para seguir con él, en fe, en gratuidad, en amor, por encima de los mandamientos. A este le dice Jesús ¡Tú fe te ha salvado! (hê pistis sou sesôken se).
Ésta es la fe del samaritano que confía en Jesús, por encima del sistema de ley, la fe de un hombre que confía en el amor y el agradecimiento por encima de las leyes religiosas. Los otros nueve pueden haber quedado externamente limpios, pero no se han salvado… Siguen apegados a las leyes del poder del mundo, no creen en la gracia del Dios de Jesús, no creen en el poder de la fe sanadora que Jesús he la transmitido.
MILAGROS DE JESÚS, UN ACTO DE FE
Desde ese fondo puedo condensar algunos rasgos de la fe y las curaciones de Jesús, tal como han sido reasumidas y entendidas por la tradición cristiana…
Estos diez leprosos son todo el mundo, la humanidad excluida y sucia que Jesús quiere curar, con fe, es decir, con honda humanidad. Allí donde otros piensan que la vida de los hombres sigue condenada a la lepra (¡lepra de esos diez, lepra del Vaticano, como dice el Papa Francisco…!), Jesús cree que es posible no sólo la curación, sino incluso la salvación.
Varios son los elementos que actúan en las curaciones de Jesús, que aparecen de un modo de un modo ejemplar en este caso de los diez leprosos:
a) Jesús actúa como mediador de fe, y así penetra en el dolor de los enfermos que le dicen ¡ten misericordia de nosotros! Penetra en el lugar de su dolor, en la raíz de su misma enfermedad o su locura, como un amigo que ama, como psicólogo que discierne, como un creyente que irradia fe.
b) Jesús pone a los enfermos ante el poder de Dios que definimos con todo el evangelio como «reino», es decir, como principio de nueva humanidad, en agradecimiento… Pero, en un primer momento, no les dice: ¡Creed en el Reino, sed curados!, sino que les pide que vayan a los sacerdotes, a los gurus del sistema religioso, para que encuentren allí la curación.
c) El primer milagro, la curación (limpieza externa) sucede antes de que los leprosos hayan llegado a la “oficina” de los sacerdotes. Jesús les ha dicho que vayan, cada uno a su iglesia… y ellos empiezan a creer, y por eso, en el mismo camino, se descubren curados (limpios).
d) Sólo aquí puede empezar el milagro verdadero, la fe más honda, el amor en gratuidad: Te descubres curado ¿qué haces? Hasta ahora los diez enfermos eran iguales, judíos, griegos o samaritanos, paganos o cristianos… Ahora empieza la diferencia.
e) Nueve de los diez “se olvidan de Jesús”; les basta la limpieza externa y siguen, van donde su sacerdotes, para recibir el sello de limpieza, para integrarse de nuevo en el sistema de las seguridad y las imposiciones, cada uno con su “dios” particular
f) Sólo uno se olvida del sistema religioso… Jesús le ha dicho que vaya… y ha creído. Pero ahora que se descubre sano y capaz no necesita ya de sacerdotes, ni sistemas… Quiere a Jesús y vuelve, para darles gracias… Aquí empieza el auténtico milagro.
Fee completa, la fe del samaritano
Los otros nueve… han tenido un comienzo de fe, pero no lo han cultivado… Han vuelto a recaer en el sistema de los sacerdotes y gurús de turno. La fe de Jesús no les ha transformado por dentro.
Este samaritano en cambio ha cambiado… No le basta la limpieza externa del sistema, quiere la salvación total, que sólo Jesús puede ofrecerle. Éste es el único que tiene fe completa. El único que se ha salvado de verdad….
Jesús actúa en este relato como hombre de fe. Por eso no resuelve los problemas de los hombres ofreciéndoles un tipo de ayuda desde fuera. No les lleva a la evasión o al olvido de la tierra sino todo lo contrario: desde el centro de la enfermedad les manda a los sacerdotes, a “lidiar” con el sistema. Así actúa como promotor de vida en medio de la muerte, como signo de esperanza en medio de una sociedad que parece condenada a la desesperanza.
Resumen
Jesús comienza “confiando” en los sacerdotes de Jerusalén, de Babilonia o Roma… Por eso dice a cada uno de los diez leprosos que vaya al lugar donde se mantiene y cultiva su religión, dentro del propio sistema de creencias…
Pero en el camino que lleva al lugar de los sacerdotes acontece el primer cambio, el paso de la salud externa, de la limpieza de la carne leprosa, a la curación total, que es la vida en gratuidad, por encima de todas las leyes y mandamiento… Este es el milagro que se descubre y despliega en el camino
Hay una primera fe de los diez… que creen en lo que Jesús les dice y se ponen en marcha hacia la casa de los sacerdotes. Esa fe termina poniéndonos en manos del sistema, para perpetuar al fin sus normas y rutinas, con enfermos y sanos, con opresores y oprimidos.
Pero hay también una segunda fe, que la propia de este samaritano, pariente sin duda de la parábola de “buen” samaritano de Lc 10, 25-37… Éste es un hombre que no se ajusta al sistema, que manda al “diablo” a sus propios sacerdotes (aunque Jesús le haya dicho que se presente ante ellos)… y que viene a dar gracias a Jesús, para iniciar así el camino de la salvación completa.
Éste es el milagro de la libertad. La fe en Jesús (de Jesús) libera al samaritano, de manera que le capacita para superar el nivel de los sacerdotes, haciéndose dueño de sí mismo, en gratuidad.
Milagro, una fe que se hace amor
Nos gustaría saber cómo sigue la historia de este samaritano al que Jesús he ha dicho que “su fe le ha salvado”, que vaya en paz… Nos gustaría saber cómo ha ido, cómo le ha ido, que ha hecho, con la nueva libertad del amor. En esa línea me atrevo a ofrecer unas consideraciones generales:
a) El milagro es un gesto de amor, más allá de la pura curación externa. Este samaritano ha descubierto que hay algo mayor que esa salud externa (que la limpieza de la piel). Hay una salud interior, hecha de gratuidad, de agradecimiento. Por eso vuelve donde Jesús.
b) En esa línea, el milagro es una invitación a la libertad: Jesús quiere que los curados, liberados de la enfermedad, los que superan el abismo de su locura o de la lepra, puedan hacerse responsables de su vida, en libertad creadora. En fórmula paradójica, podríamos decir que Jesús cura a los hombres para hacerles capaces de asumir en libertad su propia muerte como gesto de entrega por los otros. Este samaritano curado tiene que iniciar ahora una nueva travesía de libertad, por encima de los ritos anteriores (a los que vuelven los judíos, que no han entendido a Jesús, a pesar de cumplir externamente la palabra de Jesús (ir donde los sacerdotes)
EXCURSO I. JESÚS, CREYENTE Y SANADOR
Jesús ha curado a muchos enfermos, viniendo a presentarse como profeta poderoso en obras y palabras», pero luego es «impotente» en el Calvario. Por eso le acusan los contrarios diciendo que es un mago fracasado. Al obrar de esta manera desconocen su mensaje más profundo, el sentido de su fidelidad en el amor.
El auténtico milagro consiste en aprender a amar, pudiendo compartir su vida en ge y en agradecimiento hasta la muerte (por encima de la muerte).
Jesús ama dando su propia vida; su milagro es la fe, la gratuidad abierta en amor a todos los que quieran acompañarsle en gratuidad. .
Significativamente, a Jesús le han condenado a muerte porque ha hecho milagros en favor de la libertad de los más pobres del pueblo, superando un tipo de ley del sistema. Le condenan porque sus milagros desestabilizan el orden social que había forjado Israel. Jesús no cura a unos pocos. . . , poniendo sus curaciones al servicio del sistema, como sucede en Epidauro o en los sitios donde actúan los exorcistas judíos. Jesús cura ofreciendo a los curados y a todos los pobres de la tierra un ideal nuevo de vida liberada, de forma que el sistema de la le reacciona matándola.
De esta forma, los milagros de Jesús se convierten en principio de ruptura dentro de aquella sociedad establecida en la que había sitio para cojos, mancos, ciegos y posesos. . . pero dentro un sistema sacral que justifica el orden existente. Pues bien, Jesús ha roto ese sistema. Ha curado a los enfermos y a los locos para abrir su corazón y su existencia hacia una forma de existencia liberada, de plena gratuidad. Por eso le persiguen como peligroso, por eso le acusan de «poseso» y le acaban condenando como a un hombre que destruye el orden de la ley israelita.
Las curaciones de Jesús, siendo gesto de amor a los pequeños son, al mismo tiempo, una expresión de libertad plena en el amor Jesús quiere liberar a los pobres y enfermos, haciéndoles capaces de vivir en gratuidad, en apertura al reino, haciéndoles capaces de gozar y de morir por ese reino. Por eso, cuando le entregan a la muerte y le clavan en cruz, Jesús sigue fiel a su ideal de reino y se mantiene (sufre) en la cruz precisamente por amor al reino. Ha confiado en Dios y esa confianza ha sido base de todos sus milagros; en Dios sigue confiando desde el mismo abismo de la muerte, abrindo así un camino de gratuidad generosa para todos los hombres y mujeres del mundo.
Por eso he dicho que es mejor no tener religión que tener una religión de ley. El que no tiene religión aparece aquí, conforme al lenguaje judío, como un samaritano…No tiene ley que le esclaviza, no tiene religión, pero puede tener corazón… Siente que Jesús le ha curado y va a darle gracia… es decir, va a mostrarse como hombre de fe (no de religión o ley establecida). Los nueve restantes parece curados, pero no lo están. Siguen viviendo bajo una ley religiosa, no tienen ve verdadera, no tienen libertad, no tienen agradecimiento.
La Buena Noticia del Domingo 22º-C
SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
Lc 14, 1.7-14
LA HORA DE LA PALABRA
Vivir de una forma desinteresada
El camino de la gratuidad es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando solo en el bien del otro. Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo o colaborar en pequeños servicios gratuitos. ¿Es posible vivir de una manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio?
COMENTARIO A LA LECTURA
«Procede como Jesús, con humildad; hazte como Jesús, pequeño»
«Cuando vino a sentarse a la mesa de la humanidad, no vino para ser servido sino para servir, no vino para ser primero sino último: Como último nació; como siervo vivió; como siervo y último murió»
«Mírate en Jesús: en él verás la humildad con que has de proceder, de él aprenderás la pequeñez que nunca has de abandonar, la pobreza que has de imitar, la caridad que todo lo hermosea»
«Deja que la fe haga memoria, y empezarás a entrar en el misterio de la palabra que has escuchado: hazte pequeño,
Hemos escuchado la palabra del Señor: “Procede con humildad”; “hazte pequeño”; “no te sientes en el puesto principal”; “ve a sentarte en el último puesto”.
La hemos escuchado, pero si queremos hazte último, procede con humildad…»
entenderla, hemos de fijarnos en quien nos la dice.
Fíjate en Jesús: “Con ser de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios… se despojó de su rango… tomó la condición de esclavo… se rebajó incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.
Cuando vino a sentarse a la mesa de la humanidad, no vino para ser servido sino para servir, no vino para ser primero sino último: Como último nació; como siervo vivió; como siervo y último murió.
Mírate en Jesús: en él verás la humildad con que has de proceder, de él aprenderás la pequeñez que nunca has de abandonar, la pobreza que has de imitar, la caridad que todo lo hermosea.
Deja que la fe haga memoria de aquel niño que, naciendo pobre, a todos nos enriqueció con su pobreza.
Deja que la fe haga memoria de aquel hombre que, no teniendo donde reclinar la cabeza, a todos nos permitió entrar en el descanso de Dios.
Deja que la fe haga memoria de aquel que, siendo el Maestro y el Señor, como si fuera un esclavo lavó los pies de sus discípulos.
Deja que la fe haga memoria del Hijo de Dios levantado en la cruz y muerto para ser la vida de todos.
Deja que la fe haga memoria, y empezarás a entrar en el misterio de la palabra que has escuchado: hazte pequeño, hazte último, procede con humildad…
También la eucaristía que celebramos nos ayuda a comprender: en ella hacemos memoria de la vida entregada de Jesús, de su amor hasta el extremo, de su abajamiento hasta nosotros, para ser nuestra pureza –para lavarnos los pies-, para ser nuestro pan en el camino, y si lo queremos decir todo de una vez, para ser nuestro.
Dijimos: ‘Fíjate en Jesús’, ‘mírate en Jesús’. Pero en este día hemos de hacer algo más: nos fijamos, miramos, y comulgamos.
Y eso significa que nos hacemos últimos con el último, pequeños con el más pequeño, siervos con el que es siervo de Dios y siervo de todos.
Ahora ya puedo releer la palabra de este domingo y esto es lo que entiendo: Procede como Jesús, con humildad; hazte como Jesús, pequeño; que se me encuentre con Jesús a los pies de todos.
Que se me encuentre humilde, pequeño, siervo, en una palabra, que se me encuentre pobre como Jesús.
Entonces será de Jesús y nuestro el cántico del Salmista: “Los justos –los pobres- se alegran en la presencia de Dios. Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios prepara casa a los desvalidos”.
Dios prepara casa para Jesús y para ti.
Que no dejemos de aprender a Jesús.
Por Santiago Agrelo
LA FELICIDAD
Lucas 14, 7-14
«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»
La felicidad es el fin último del ser humano, y todos nuestros actos, sean conscientes o inconscientes, están orientados a ella. Quizá sea ésta la razón por la que Jesús alterna su profundo mensaje teológico con consejos prácticos de mera sabiduría de la vida, como ocurre en el texto de hoy y como ocurre en otros muchos textos. Entre ellos cabe destacar los recogidos en los capítulos quinto y sexto de Mateo, donde se muestran los criterios de Jesús en materia de felicidad: «Cuánto más felices seríais si…»
Vamos pues a detenernos a hablar de la felicidad, y la primera consideración es que cuando preguntamos a dos personas si se consideran felices, nos van a contestar a cosas diferentes, porque hay mil concepciones distintas de la misma y cada uno de nosotros tenemos la nuestra. Algunos, abriendo mucho el concepto, la definen como cualquier situación de “satisfacción y contento”, mientras que otros lo restringen y la definen como un estado de “plenitud y armonía del alma”.
Si entendemos la felicidad como simple situación de satisfacción, podemos buscarla fuera de nosotros o dentro de nosotros. Fuera de nosotros existen infinidad de cosas capaces de provocarnos sensaciones gratas, y dentro de nosotros podemos generarla al sentirnos importantes, virtuosos, listos o eficaces… No es difícil encontrarla.
Pero concebida como plenitud, es algo que sentimos circunstancialmente; algo que no somos capaces de abarcar ni comprender y mucho menos aprehender, lo que nos mueve a pensar que se trata de una realidad ontológica que nos supera; un eslabón que nos une a algo muy superior en ciertos momentos de nuestra vida. No sabemos cuándo se va a presentar o dónde buscarla, y aún en el momento en que nos sentimos felices, no sabemos en qué consiste ni cuánto va a durar. Sin duda, sobre nuestro cerebro estarán actuando un aluvión de estímulos, pero ésa no puede ser la causa de la felicidad, sino la consecuencia; la respuesta somática a un estado del ánimo superior provocado por causas que se nos escapan.
Muchos de nosotros aspiramos solo a pasar por la vida con un alto grado de bienestar, pero hay personas que piensan que la vida es un don demasiado valioso para gastarlo en pequeños o grandes egoísmos. Buscan la felicidad en el compromiso con el bien común o la causa de los más desfavorecidos, y condicionan su felicidad a la felicidad de todos. Son personas que se sienten portadoras de una misión y que contribuyen de forma determinante al progreso de la humanidad.
Esta actitud ante la vida es capaz de generar en nosotros la auténtica felicidad, la que definíamos como “plenitud del alma” (del ánimo), y la experiencia nos dice que solo se alcanza a través del ejercicio de nuestra humanidad; es decir, de nuestra capacidad de sentir, de amar, de compadecer, de ayudar, de servir… Por Miguel Ángel Munárriz Casajús
TESTIGOS DE LA PALABRA
Hoy 28 de agosto celebramos el 31º aniversario del asesinato del P. Jean Marie Vincent, religioso monfortiano. Desde muy joven había mostrado siempre su compromiso por la justicia social, motivado por el ejemplo de los PP Antoine Adrien y Ernest Verdieu, conocidos por su ideal antiduvalierista. Con 49 años, mientras conducía su vehículo, el P. Jean Marie fue ametrallado por un grupo de hombres armados. Como muchos hombres y mujeres de iglesia comprometidos en las luchas del pueblo haitiano, el P. Jean Marie trabajaba en la construcción de una verdadera justicia en Haití.
El denunciaba frecuentemente la pobreza extrema la injusticia social y los asesinatos de los pobres. El siempre se manifestó de forma no-violenta acompañando a las comunidades pobres, sobre todo campesinos, en las luchas diarias por un verdadero cambio social más justo en el país más pobre de América Latina. En los tres años del gobierno golpista de Raoul Cédras más de cien sacerdotes, religiosos y religiosas son encarcelados o forzados a abandonar el país.
ORAR DESDE LA PALABRA
GRACIAS, SEÑOR, POR TU PALABRA QUE NOS SALVA
Señor, viniste pequeño y nos dijiste que en la pequeñez residía la grandeza… Nosotros preferimos la exaltación a la humildad Los primeros puestos a los últimos, El aplauso a la crítica El reconocimiento al silencio… Ayúdame, Señor a descender de las cumbres A sentirme a gusto siendo humano, amigo, compañero… a sentirme pleno y realizado, siendo hermano y testigo, siendo transparente y limpio como un cristal que refleja lo mejor de la vida, de tu vida, mi Dios.
Gracias, Señor, un día más, por tu Palabra que nos salva
José Luis Cortés “El ciclo C”
Comentario de X.Pikaza:
Invita a los cojos mancos y ciegos… De una ley cerrada en sí misma (Prov 25) al ministerio universal del reino (Lc 14)
Prov 25. Un banquete jerárquico
El libro de Proverbios (Prov) del siglo V-III a.C. interpreta la vida social (y sacral) como banquete jerárquico de rey y de nobles, presidiendo sobre una totalidad rigurosamente graduada (de grados), desde los más grandes a los más pequeños, por orden (sacramento principal ) de honores, poderes y comidas.
Esa estructura social y sacral (religiosa) no responde a la inspiración primaria de Israel, fundado en el Éxodo de pobres y esclavos y en la comunión profética de todos los hombres. Pero esa estructuración se fue imponiendo en todo el oriente, a partir del siglo V-IV a.C., partiendo de modelos persas y griegos, no judíos. Así lo muestra de un modo ejemplar este pequeño «recordatorio», dirigido a un judío de clase media:
La infamia (el gran pecado) consiste en romper el orden social, queriendo ocupar el lugar de los más ricos, pues el que es jerarquía Dios ha asignado cada persona (familia o pueblo) un lugar en la gran mesa del banquete (para la reflexión que sigue retomo ideas del comentario clásico de F. Delitzsch,Sprüche 1876; proverbios, Clie 2023; las palabras hebreas son indicación erudita, no hace falta entenderlas).
El verbo התהדּר significa comportarse como הדוּר o נהדּר (vid. Prov 20,29), desempeñando el papel de alguien muy distinguido, rompiendo así el orden social de «dios» que exige que cada uno ocupa su lugar en el conjunto sagrado.
La razón dada en Prov 25,7 armoniza con la regla de la sabiduría, un tema sido retomado (y superado) por Lc 14,10. Mejor es que uno te diga sube aquí, עֲֽלֵ֫ה הֵ֥נָּה, προσανάβηθι ἀνώτερον (sube más arriba, como en Lucas 14, 10) y no que seas humillado. Tienes que ver por tí mismo y ocupar el lugar que te corresponde en la mesa (en el banquete, en la sociedad), más arriga o más abajo, con poder o sin poderes, con comida abundante o sin comida. Pasar hambre en un mundo de ricos forma parte del orden de Dios.
Tus ojos han de verlo y tú aceptarlo: Este lugar le pertenece a él (al rico, poderoso), según su rango, y no a mí. Por eso, la humillación que recibas cuando él venga y te expulse tú tengas que descender de ese lugar será mayor. Esa humillación será justa, porque los ojos que tenías para ver a las personas de más honor y calcular tu lugar estaban ciegos.
25, 8. No entres apresuradamente en contienda por un puesto superior… pues al fin tendrás que abajarte y ocupar el lugar que te corresponde por orden social y nacimiento. Este proverbio nos sitúa ante un tema de orden social y religioso: Dios es jerarquía, y obedecer a Dios implica aceptar el lugar que élte ha asignado en el conjunto, como rey o como esclavo. Por eso, no debes transgredir los límites de la moderación, no te eleves por encima de ti mismo, de aquello que tú eres, ne te laisse pas emporter.
Piensa en lo que pasaría si actúaras rompiendo el orden de conjunto. Al final serás arrojado duera de ese lugar que no es tuyo. Este proverbio es, por tanto, una reflexión sobre aquello que podría pasar en el caso de que el hombre al que se refiere el proverbio quisiera mantener su actitud desafiante ante aquel que tiene más nobleza que él.
25,9-10. Debate tu causa con tu prójimo mismo…. Éste es un doble proverbio muy importante para conocer el modo de relaciones personales y de honores de la sociedad israelita de ese tiempo, dominada por el espíritu de los grandes imperios, persas o helenistas. Frente a un mundo moderno donde importa más el dinero de cada persona y grupo, aquí es más importante el sistema de honores (sin negar evidentemente la importancia del dinero).
Estos versos nos sitúan ante una disputa de honores escenificada, conforme a los versos anteriores en un banquete, en el que cada uno debe ocupar su lugar dentro de una jerarquía de dignidades muy bien establecidas, más cerca o más lejos del rey y de los primeros puestos. Cada uno ha de ocupar su lugar, bien establecido por tradición y honor de familia, no sea que llegando uno que es “más honrada” te hagan descender de su puesto. La mesa del banquete es, según eso, la imagen más perfecta de la “gradación social del conjunto”.
Cada uno ha de mantener su lugar en el conjunto, y ha de hacerlo el silencio, con reverencia, sin protestar. Pues bien, en este momento, tras haberse colocado cada uno en su lugar en la mesa, puede surgir una discusión entre los comensales, una discusión sobre el lugar que debe ocupar cada uno. En este contexto resulta fundamental la conversación de unos con otros, una conversaicón razonada de forma sacral: Que nadie critique a nadie, que nadie quiera romper el orden del conjunto.
El problema no es por tanto la comida en sí (lo que tiene o come cada uno en la gran mesa del mundo). El problema no es lo que se come sin más, sino aquello de que se habla en la comida; cada uno triene que aceptar su lugar (de neglo o blanco, de noble o esclavo…), sin protestar, sin elevarse contra otros. De esa forma, estos proverbios nos sitúan ante un tipo de “lucha o pelea” posible, en el caso de que la persona a la que se dirige el poeta se dejara llevar por el ardor de la lucha y se enfrentara realmente con aquel que tiene dignidad mayor que la suya, por temas vinculados por el lugar que uno y el otro pueden o deben ocupar en un banquete real (es decir, en el conjunto de la vida social).
Estos proverbios nos sitúan, según eso, ante un tema de “construcción del grupo social, poniendo de relieve la enorme importancia que el honor y el rango de las personas tiene en aquella sociedad estamental en la que se están fijando con cierta precisión los lugares que cada uno ocupa en el conjunto social. Estos proverbios muestran el lugar de cada uno en el conjunto, ineicando así que los más «nobles» tienen un estatuto sagrado, de manera que no pueden ser criticados ni condenados por los de abajo.
La disputa de la que aquí se trata es una disputa centrada sobre todo en el honor social de las personas. En ese contexto resulta básico el hecho de que cada uno se mantenga en su lugar y no quiera ocupar lugares que no le corresponden. Así el «noble» (el jerarca) puede actuar conforme a su jerarquía, dominando sobre los demás, sin ser criticado o juzgado por ello.
Esa es una sociedad de honores y secretos. Por eso, los posibles «pecados» o atropellos de los nombles (enplano personal, social, sexual o religioso) no pueden ser condenados en público. Por eso es absolutamente fundamental que no se expongan y ventilen en público los secretos de cada uno, especialmente de los jerarcas sociales o religiosos
Entendidas así, estas palabras nos llevan al centro de una lucha básica por el honor de las familias y de las personas, dentro de un equilibrio social entre desiguales. Se trata, ante todo, del “arte de convivir”, en un equilibrio de personas que se relacionan entre sí con mucho cuidado para no herirse unas a otras, ni levantar susceptibilidades, ni crear enemistades o enfrentamientos mutuos. La vida se define básicamente por la “apariencia”, por la figura social y personal de todos, por el honor público, procurando que cada uno pueda confiar en los otros, sin revelar secretos, sin romper la intimidad de cada uno… un mundo, en fin, en el que los más nombles no pueden ser juzgados o condenados por aquellos que pertenecen al grupo de los menos importantes.
Sin duda el trabajo y la riqueza de cada uno es importante, lo mismo que los medios de vida de cada persona y de cada familia, pero lo más importante son las relaciones personales, de manera que se va creando una sociedad de clanes y/o grupos familiares con cierta independencia.
Por arriba quedan los nobles (jerarcas sociales o religiosos) a los que nadie puede juzgar… Por abajo quedan los pobres, pobre, los que no tienen derechos.., los que están a merced de los de arriga, dentro de una estructura social en la que esos pobres-pobres son como si no existieran. Ésta es una sociedad donde se da cada vez más importancia “al honor” dentro de un conjunto que actúa como “juez” de la vida de cada familia y de cada individuo. Un conjunto donde todos parece que se observan y vigilan unos a otros, guardando externamente los secretos de cada uno, en contra de las habladurías y los chismes que pueden propagarse.
Por eso, 25, 10 insiste en el “secreto básico frente al honor de los grandes. A veces da la impresión de que más que el mal en sí importa la “propagación” (el conocimiento del mal), los rumores que se extienden sobre personas y familias.
Todos los demás pecados o defectos pueden perdonarse mejor. El pecado que nunca se perdona es el de romper la estructura jerárquica del conjunto social.
LC 14, 1-7-14. GRAN INVERSIÓN. LA IGLESIA DE JESÚS
Jesús critica en este pasaje el orden o estructura jerárquica socio-religiosa de Prov 25 y lo hace rechazando y superando una visión de fondo que no era judía de fondo, sino más bien de fondo pagano. Jesús retoma así el verdadero judaísmo profético, el mesianismo universa, la buena nueva del Dios de los pobres:
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
- Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal,no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: «Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
- Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba.» Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
- Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos,ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
El tema es claro y puede dividirse en tres partes:
- El tema de fondo es el mismo de Prov 25:La organización del «banquete» del mundo, el orden social nuevo, expresado en forma de antijerarquía.
- No buscar los primeros puestos…El hombre de Prov 25 quería el primer puesto… junto al rey.En contra de eso, Jesus pide a los hombres que busquen los últimos puestos,pues el Rey-Dios empieza por los últimos. La vida cristiana no puede ser una lucha por los primeros puestos económico-sociales, religiosos etc., sino un gesto de servicio a todos, desde los últimos puestos.
- No invites a los grandes, infita a los pobres, cojos, mancos ciegos… No busques los primeros puestos, abre tus puestos, tu espacio en la mesa del mundo a los pobres e impedidos.
Ésta es, como he dicho, una parábola constituyente, un programa de vida para todos, y de un modo especial para nosotros, los más ricos de un occidente rico, que cierra su mesa de vida, de honor y comida a los pobres.
Ciertamente, realizamos algunos gestos buenos, pero en conjunto nos cerramos… Tenemos comida, nos sobra…, y así ostentosamente mostramos nuestro gran derroche, pero cerramos las puertas y los puertos, ponemos ejércitos y vallas, para que nadie venga… Que nos vean comen, pero que no vengas, cerramos la muerte.
Este es un evangelio sorprendente, en un mundo de muros que crecen
¿Qué podemos dar y no damos los occidentales ricos? ¿Qué podemos dar como iglesia, como creyentes, como humanos. Aquí en occidente somos ostentosos, tenemos y guardamos; somos ricos, decimos, porque lo hemos trabajado y no podemos malgastarlos con vagos y maleantes pobres que vienen del hambre o de la guerra (por su culpa…).
¿Qué puedan darnos ellos, los hambrientos de comida, quizá ricos de humanidad, pues nosotros la hemos perdido o corremos el riesgo de perderla. Pero, en un sentido más profundo, quizá somos nosotros los más pobres… Tenemos y no damos y así lo perdemos (nos perdemos). Ignoramos que ellos pueden darnos otras cosas quizá más importantes,…?
¿Qué puede hacer la Iglesia? Este es una palabra de política y economía, pero es ante todo una palabra de evangelio, es decir, de Dios, de la persona. En este campo se juega al futuro de las vida los hombres, no sólo de aquellos a quienes no invitamos a nuestro banquete, sino nuestro futuro de ricos de dinero y pobres de humanidad.
Comentario reflexivo
Este pasaje de Lc 14 retoma el motivo central del libro de los Proverbios, ylo hacer desde la raíz profética de Israel Para sorpresa de muchos, habla poco de Dios en sí y muchos de primeros y últimos, de ricos y pobres, de comidas (¡e incluso de vestidos!). ´
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales de los fariseos. para comer (=comer pan), y ellos le estaban espiando.
Posiblemente hay un recuerdo histórico: Jesús se dejaba invitar, compartía muchas cosas con los fariseos, que aparecen de esa forma, básicamente, como amigos, aunque el texto diciendo que ellos (autoi) le estaban espiando. Se trata, por tanto, de una amistad discutida, como todo el texto muestra. El fariseo y los espías empiezan pareciendo extraños a la Iglesia. Pero después, sin darnos casi cuenta, descubrimos que nosotros somos ellos. Entre fariseos (entre nosotros) andaba Jesús. Claro ya queda que Jesús no era un “purista”, ni un radical en sentido negativo. Es capaz de comer con gente con la que no está totalmente de acuerdo.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal…
Hay una ironía de base: El convite del fariseo (quizá un fariseo de iglesia cristiana que debía ser espacio y tiempo de fraternidad, para romper distancias, para hablar todos con todos) se vuelve convite que marca las jerarquías sociales. Ciertamente, es importante la comida, pero más importante es aquí la comunión de vida, de honor, de conversación, de acogida.
El texto nos sitúa ante una carrera de honores: los puestos en la mesa del mundo marcan las diversas clases sociales, dentro del continuo alimenticio, donde el Rey León ocupa el primer puesto y luego van bajando en la escala los diversos animales… En esta mesa se disputan los puestos a codazos. Es la vida. La mesa del mal convite.
Han venido a espiar a Jesús (para ver si cura en sábado, para ver cómo come…). Pues bien, también Jesús espía o (si queréis) se pone a mirar y advierte lo que pasa. Está en un buen observatorio. Ve la pirámide de los puestos sociales y da un consejo: “Cuando te conviden a una boda…”. La respuesta de Jesús… puede entenderse en sentido evangélico (de verdadera humildad).
El que se enaltece será humillado… El banquete de la gratuidad
Ésta es una sentencia sabia de toda la tradición israelita y también de otros pueblos. Jesús la ha podido asumir, evidentemente, pero invirtiendo su sentido, situándonos ante la exigencia y tarea de un banquete de gratuidad.
Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
Ésta es la enseñanza propia de Jesús. Ante ella quiero pararme un momento, marcando algunos de sus rasgos. Jesús está hablando al fariseo rico, que descansa el día del sábado y que tiene medios para “invitar”. Le pide que rompa el círculo del “buen talión” (invito a los que me invitan, creando así un mundo de buenas relaciones…), para invitar a los de fuera, a los que no cuentan, a los que no pueden responder… De esa forme abre un camino de gratuidad…Invita a los pobres y enfermos: es decir a los que no son limpios según los cánones de la pureza farisea, a los que no tienen traje de fiesta.
Cuando des una comida… Cuando invites. El texto es de gran riqueza, habla de comida (ariston), cena (deipnon), banquete (dojên….), como para indicar diversos tipos de invitaciones, no sólo a la comida como tal, sino a la comida como tiempo largo de conversación y de diálogo, de acogida en la casa y de solidaridad familiar… Antes ha hablado de bodas (¡cuando te inviten a unas bodas…!), porque ellas solían ser en aquel contexto la ocasión fundamental para los banquetes. Ahora amplia el abanico de comidas y habla de todo tipos de reuniones sociales en torno a un tipo de comida.
Ciertamente, el texto trata de comidas… pero más que de puras comidas materiales trata de relaciones sociales… En aquel tiempo, para mucha gente pobre, un banquete era un sueño, el sueño de la vida…¡Una vez comí!. Para muchos de nosotros, de la franja rica del mundo, la comida material no importa tanto. Pero el tema de fondo sigue siendo esencial. Jesús está tratando de mostrar lo que es una nueva familia, que se va creando en torno a un nuevo tipo de banquete, el banquete de la vida compartida.
Invita a los pobres, lisiados, cojos, ciego… Éstos son los que no pueden, por desgracia (falta de fortuna), por injusticia o por enfermedad… (o quizá por vagancia). No pueden, no tienen. Invítales al banquete de la vida: abre tu casa para ellos: ten tiempo para ellos, el tiempo del sábado, pero de tal forma que toda la semana se vuelva así sábado, tiempo y espacio de acogida.
¿Qué tienes para invitarles? El Papa Benedicto XV, en su libro sobre Jesús de Nazaret, dice de manera impresionante que el mundo occidental solo puede dar (sólo ha dado muchas veces, y mal) una comida externa. En esa línea se sitúa la parábola de Jesús: trata del “pan” (¡Jesús fue a comer pan a casa del fariseo!), pero habla también de todo lo que está vinculado con las relaciones humanas. Habla de apertura y acogida, de cultura, y de afecto y conversación… Habla no sólo de “ser”, sino de “tener”, pero de un tener para invitar, para acoger, para acompañar…
La Iglesia. ¿Invitar sólo a comer….? Éste es el tema: si nosotros, hoy, podemos invitar, si nuestra invitación es gozosa y atrayente… El tema puede referirse a nuestras eucaristías: la Iglesia invita… ¿invita a los pobres? ¿sabe ofrecer de verdad? ¿cómo lo ofrece? Gran parte de la humanidad pasa hoy de largo ante lo que ofrecemos, quizá porque no ofrecemos de corazón, quizá no ofrezcamos lo que dice y quiere Jesús.
Porque no podrán pagarte… o te pagaran de otra manera, porque los más pobres son los que más dan…Se trata de superar el sistema de cambio e intercambio, de hacer un mundo donde la vida sea gratuidad… Se trata de dar por generosidad: de abrir la casa y lo que tiene, con su comida y conversación… con toda la humanidad.
Te lo devolverán en la resurrección de los justos, pero no sólo al final de los tiempos, sino aquí en este mundo… De modo sorprendente, este pasaje presenta que estos cojos-mancos-ciegos como justos, a los que vienen del hambre y de la guerra, de otras tierras y costumbre…… Aquí, la resurrección de los justos está indicando el camino del Reino, la nueva forma de vida que puede ir surgiendo en el camino de Jesús… y, evidentemente, la resurrección final.
cuestiones abiertas: No cerrar la puerta, sino invitar
Este pasaje, tan sencillo, nos sitúa ante los temas básicos de la vida humana, temas que no tienen respuesta fácil. Por eso los planteo como interrogantes abiertos:
- ¿Qué puede ofrecer el llamado mundo rico… a los pobres de la tierra? ¿Qué pueden ofrecer el llamado mundo pobre, los pobres de pan, de tierra y casa? ¿Nos pueden ofrecer una riqueza, un temple de vida, una esperanza? ¿Cómo podemos ser iglesia de amor mutuo…?
- ¿Qué puede ofrecer la Iglesia? Este evangelio está dirigido a todos, pero de un modo especial a los «ministros» de la Iglesia, que está llammada a ofercer el banquete de Jesús a los pobres,cojos, mancos…¿cómo lo hace? Como lo hacermos…
- Un tema esencial es separar los ministerios y tareas de la iglesia del orden jerárquico de Prov 25y de toda la estructura de poder sacral, impuesta desde Dionisio A, en el siglo V. Se trata de ser «ministros», servidores del banquete a los pobres, no jerarcas sobre ellos, en una línea que ha culminado,por ejemplo en el De Ordine de Ramírez.El tema clave ha sido y sigue estructura de poder de poder, más centrada en Prov 5 (de Dionisio a Ramírez, por poner un ejemplo) que en la novedad del evangelio, plasmada en Lc 14. El tema es el banquete, que podemos invitar al amor y a la vida, a la comunión de mesa y de humanidad a todos los hombres y los pueblos.
- El tema clave es ordenar, impulsar el banquete…. Tener pan y vida de banquete, ofrecerlo, compartirlo en amor, en fiesta de pan y de vino,de comunión afectiva y de vida. Este es el tema central, que seamos corona de vida.
La Buena Noticia del Domingo 21º-C
LA PUERTA ESTRECHA
Lc 13, 22-30
LA HORA DE LA PALABRA
Esforzaos en entrar por la puerta estrecha
Jesús dice que Dios quiere la salvación de todos, no solo de Israel, el pueblo elegido. Pero también dice que hay que conjugar la salvación universal de Dios con la exigencia de la respuesta personal.
Dios nos quiere salvar pero con la condición de que demos una respuesta clara de fe y de vida cristiana, siguiendo a Jesús, aprendiendo a vivir como él, viviendo los valores del evangelio: el amor y el servicio a los hermanos.
Si el camino de Jesús no fue fácil, así será también el camino de sus seguidores. ¿Estaremos dispuestos a seguir a Jesús por la puerta estrecha?
TESTIGOS DE LA PALABRA
Mons. Leónidas Proaño, obispo de Ecuador, fue uno de los más destacados representantes Latinoamericanos del ala progresista de la iglesia . Tuvo una vida entregada sin reservas a la liberación de los oprimidos y se convirtió en el Profeta de Amerindia. Se le considera el Padre de la Iglesia Latinoamericana y el Padre de la Teología de la Liberación en América Latina . Recibió varios doctorados y numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales; tuvo el premio Nobel de la Paz en el año 1986. En abril de 1974 llego a Riobamba el visitador Jorge Casanova SDB con resguardo policial para fiscalizar al obispo ecuatoriano; y en 1976, junto con otros 17 obispos y sacerdotes , fue apresado por la dictadura militar de aquel entonces , acusado de subversivo. Mons. Proaño murió pobre , sin donde reclinar su cabeza, en Riobamba, Ecuador, el 31 de agosto de 1988.
ORAR DESDE LA PALABRA
Señor, ábreme tu puerta
Necesito, Señor, vivir en tu presencia para que la soledad no me atrape. Necesito de tu palabra que estimula y anima, porque si no vivo contigo buscaré las puertas espaciosas que me han conducido a la infelicidad y al desencanto. Sé, Señor, que aún estoy a tiempo, de elegir la puerta que conduce a tu casa, de abrir la puerta que lleva a la auténtica felicidad, de empujar la puerta que me lleva a la eternidad , de contemplar entreabriendo la puerta de mi vida, al Dios que me ama desde siempre y que desde siempre me está esperando. Señor, ayúdame a hacer posible tu Reino entre nosotros. Ese Reino que construyo con mis palabras, con mis gestos y con mis obras. Y, por favor, mi Dios, no me cierres las puertas de tu casa, las puertas de tu Reino
.Isidro Lozano o.c.
COMENTARIO AL EVANGELIO
Sólo el Amor nos realiza
Por Rufo González
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,22-30)
Jesús “pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén”. Hoy leemos una reflexión de Jesús, elaborada por Lucas, sobre el peligro de “no salvarse”. Se inicia con la pregunta de “un” desconocido: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Era preocupación general en la época de Jesús. Así aparece en algunas parábolas, como el banquete de bodas (Mt 22, 1-14: “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”) o las diez vírgenes (Mt 25,1-13: “os digo que no os conozco”).
“Muchos intentarán entrar y no podrán”. Jesús se cree enviado a la casa de Israel (Mt 15,24). El final del privilegio será su muerte: “cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta”, no contará ser miembro de su pueblo ni haber tenido relación con el mismo Jesús, ni haberle escuchado. Quien no acepte personal y libremente el Reino, recibirá esta respuesta de Jesús: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. También Mateo habla de la “puerta estrecha”: “la que lleva a la vida”, “hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,1-23). “Muchos” recibirán la misma respuesta que leemos hoy: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.
Por la respuesta de Jesús vemos que “salvarse” es “entrar en el Reino de Dios”, que vive y enseña Jesús: reino de justicia, de bien, de verdad, de vida, de paz… Quien no ha entrado en ese modo de vida “justa”, no puede compartir la mesa del reino de Dios, no se salva, no se realiza. “Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad” es cita casi literal del Salmo 6,9. Es la oración de un enfermo, escuchado y curado por Dios. Quienes obran mal no pueden estar cerca de él: no pueden castigarle, porque Dios ha escuchado su llanto, le ha salvado de la enfermedad. Quienes obran mal ni salvan ni se salvan del mal.
Salvar, en negativo, es librar del mal. En positivo: realizar capacidades de vida buena. Salvar la vida, por tanto, es liberarse de males y realizarse en bienes. Jesús salva dando su Espíritu de Amor. Espíritu perdonador (salva del odio, de la mala conciencia, de la frustración…) y cuidador de toda vida con sus limitaciones y potencialidades. Espíritu que dinamiza para hacer el bien y fortalece ante las acometidas del mal. Espíritu da esperanza en el amor constante de Dios, “manifestado en Cristo Jesús y del que nada ni nadiepodrá separarnos” (Rm 8,39).
La salvación, que Dios quiere y ofrece, debe ser aceptada con conocimiento y libertad. Jesús no contesta a la pregunta de si serán pocos o muchos los que se salven. Él invita a entrar por “la puerta estrecha”, la puerta de su vida, la puerta de la libertad guiada por el Amor. Este Amor es la “puerta estrecha”. Es Jesús mismo: “la luz verdadera, que alumbra a toda persona” (Jn 1,9), “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). La persona es libre, creadora de su propia historia, realizadora de su propio ser. Sin libertad no hay realización humana. Jesús, lleno del Espíritu divino, vive en libertad guiada por el Amor. Ofrece su vida y entrega su Espíritu a todos los que quieran oírle y seguir su camino. Al recibir su bautismo de “Espíritu santo y fuego”, nos sentimos hijos de Dios, hermanos de Jesús, seguidores de su camino.
Oración: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13, 22-30)
Jesús de Nazaret, “camino, verdad y vida”:
te contemplamos hoy iluminando nuestra vida;
invitando a “entrar por la puerta estrecha”,
la puerta del Amor que tú vives.
Te sientes “Hijo de Dios” y vives en su Amor:
a todos nos aceptas e invitas a realizarnos;
como el Padre, con quien se aleja de su Amor,
le buscas, esperas, celebras su vuelta;
compadeces cualquier retroceso o estancamiento;
Para ti, Jesús, salvarse es vivir el Reino de Dios:
reino del ser humano, de su ajustamiento personal y social;
reino que implica tu Amor, “gloria del Hijo único del Padre” (Jn 1,14);
reino donde se elige un corazón generoso, como el tuyo;
reino cuya norma principal es el Amor gratuito;
reino en que vive la verdad y limpieza de corazón;
reino donde todos podemos desarrollar nuestros talentos;
reino donde se entrega el corazón, incluso a quien no se lo merece…
Tú, tu vida, es la puerta para realizarnos:
tu libertad ama sin medida y nos reconoce hijos de Dios;
tu amor se encara con la injusticia y la marginación:
tiene predilección por enfermos y disminuidos,
come y acoge a pecadores y excomulgados…,
hermana y sienta a la mesa compartida;
tu fe en la voluntad salvadora de Dios te lleva:
a “enseñar” en caminos, aldeas y ciudades;
a sentarte a la mesa de la igualdad y del amor;
a encarnarte entre los más pobres y caminar con ellos;
a hacer que “los cojos anden, los ciegos vean…,
y los pobres sean evangelizados” (Lc 7,22).
Tu espiritualidad no es la de los sacerdotes del templo:
que ofrecen dones y holocaustos para aplacar la ira divina;
que rezan desagravios por tantos que no adoran a Dios;
que procesionan y peregrinan a santuarios privilegiados;
que piden que no haya terremotos, ni sequías, volcanes o tornados…,
sino lluvias, cosechas, triunfos de nuestros ejércitos…
Sólo el Amor, Jesús, nos realiza:
nos compromete a la fraternidad universal;
nos invita a mirar la vida como Tú;
nos intima a respetar y promover los derechos humanos;
nos acerca y solidariza con los que sufren;
es la señal elemental de tu espiritualidad:
“todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios;
quien no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor” (1Jn 4, 7-8).
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”:
puerta de la libertad y del amor;
puerta de la solidaridad fraterna;
puerta del compromiso para ser persona de verdad;
puerta tuya, Jesús “camino, verdad y vida”.
Preces de los Fieles (Domingo 21º TO C 21.08.2022)
La “puerta estrecha” es amar como Jesús: curar, alimentar, dar sentido, cuidar la vida, procurar la paz… Esta es la salvación de Jesús. Para ello nos entrega su fe y su esperanza en el amor del Padre. Pidamos realizarnos, diciendo: “queremos vivir tu amor”.
Por la Iglesia:
– que no desprecie ni excluya a nadie de su amor;
– que respete todos los caminos humanizadores de salvación.
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Por las intenciones del Papa (Agosto 2022):
– que pequeños y medianos empresarios encuentren medios necesarios;
– que continúen su actividad al servicio de las comunidades en que viven.
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Por las víctimas de la violencia:
– que cese toda clase de violencia, sobre todo las guerras;
– que las víctimas sean atendidas, respetadas, curadas…
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Por nuestra sociedad y sus dirigentes:
– que estén abiertos a lo bueno y humanizador;
– que acojan a los perseguidos y maltratados.
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Por nuestra comunidad cristiana:
– que seamos una comunidad sana, dialogante, comprometida;
– que nos “reunamos, unamos, escuchemos, discutamos, recemos, decidamos”.
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Por esta celebración:
– que nos llene del Espíritu humilde y atento a la vida;
– que nos mueva a entrar por la puerta del amor y libertad de Jesús.
Roguemos al Señor: “queremos vivir tu amor”.
Queremos, Jesús de todos, centrar nuestra vida en la bondad y honradez. Queremos realizarnos librando del mal y haciendo el bien. Como tú, que “pasaste haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (He 10,38). Y vives por los siglos de los siglos.
COMENTARIO AL EVANGELIO:
¿Serán pocos los salvados? En Cristo serán salvados todos (1 Cor 15)
Un hombre preguntó a Jesús, de camino hacia Jerusalén: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» Jesús respondió: Entrad por la puerta estrecha (Lc 13, 22-23.
Esa es la respuesta de Jesús, mientras va de camino. Pero, de forma consecuente, culminado el camino de pascua, Pablo puede responder y responde: Todos serán vivificados, pues Dios nos examinará (recogerá) en su amor.
| X.Pikaza
Eso no significa que todo da lo mismo, pues si al fin de la vida Dios nos salva en amor, de forma que, hagamos lo que hagamos, al fin nos salvaremos.
Eso significa todo lo contrario: a partir de aquí todo es diferente, pues allí donde actualmente no hay amor tienes que empezar a poner amor, para así hacerte digno del amor que esperas.
1 Cor 15. Todos serán vivificados todos, todos se salvarán en Cristo. Elproblema no es ya aquí para Pablo (como en 1 Tes 4) el retraso de la «parusía de Cristo» (no acaba de venir, sino la universalidad de la salvación.
Pasados tres o cuatro años desde que Pablo nos elunció el mensaje de Jesús(en torno a 53-54 d.C.), algunos cristianos de la comunidad de Corinto empezaron a negar la resurrección y salvación de los creyentes, porque se alargaba la espera (¡Cristo no llega!) o porque resultaba innecesaria (¡Dios está ya en nosotros y no necesitamos más resurrecciones o salvación!). En ese contexto (cf. 1 Cor 15, 12-21) reformula Pablo el tema:
Porque así como en Adán mueren todos, así también serán vivificados todos en Cristo, pero cada uno en su orden: la primicia, Cristo; luego los que son de Cristo, en su parusía; después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya destruido todo principado, y todo poderío y potestad… Cuando le someta todo (al Padre), entonces también él,el Hijo, se someterá al que le ha sometido todo, para que Dios sea Todo en todos (1 Cor 15, 22-24. 28).
Pablo dice que en Adán (como Adán, como seres humanos) mueren todos(rectificando quizá la idea de 1 Tes 4,13-18) no sólo (ni sobre todo) por un influjo externo de poderes satánicos (de ángeles malos, como en los libros apocalípiticos: 1 Hen y Jub), sino porque todos formamos parte de una humanidad que en un plano biológico termina en la muerte.
Todos morirán como ha muerto Cristo (cf. Rom 5), pero no para quedar en la muerte, sino para ser transformados y resucitar. En ese contexto, anuncia Pablo de manera sorprendente una resurrección universal ypositiva, sin distinguir entre justos (para la bendición y vida) y pecadores (para la maldición y muerte), a diferencia de lo que decía Dan 12, 1-3 y de lo que dirá aparentemente Mt 25, 31-45, en una perspectiva dualista.
1 Cor 15 no habla pues de una “doble resurrección” (de vida y de muerte), retomando así un esquema de pacto (en la línea de Dt 30, 15-20), sino que anuncia para todos un mismo destino de muerte (en Adán), que puede y debe convertirse en promesa universal de vida, pues en Cristo resucitarán (dsôopoiêthêsontai)todos, siendo así vivificados, por don de gracia en Cristo (1 Cor 15, 20-21). Como resultado de la obra de Cristo (en oposición a la muerte de Adán), esta vivificación/resurrección constituye un elemento luminoso de la experiencia más honda del evangelio, sobre el juicio dual (vida‒muerte, bendición‒maldición). Éstos son los elementos elementos básicos de esa «historia de resurrección o salvación»:
Primero Cristo, como primicia. Pablo sabe que todos mueren en Adán, y así lo proclama, rectificando quizá, , la afirmación de 1 Tes 4,13-18, donde suponía que algunos no morirán. Todos moriremos, y la muerte no es obra de poderes perversos (invasores satánicos o Vigilantes violadores, como en 2 Henoc y Jub), sino como consecuencia de la misma condiciòn humana. En sentido estricto, la verdadera teología paulina se define y despliega como superación esa muerte, como revelación del Dios, que vivifica a todos en Cristo[1].
Después de Cristo resucitan y se salvan los que son de Cristo, en su parusía, los que forman parte de su comunidad o cuerpo mesiánico. De alguna forma (como destacarán Efesios y Colosenses), los creyentes se encuentran integrados ya en la pascua de Jesús, aunque sólo resucitarán del todo en su parusía. Más que anunciador del juicio, mensajero del fin (como Henoc u otros videntes), Jesús es fuente de vida. Según eso, la prueba definitiva de la existencia de Dios es la resurrección de aquellos que confían en Cristo[2].
Finalmente llegará el «telos» o plenitud, entendida como victoria apocalíptica, con la destrucción de los poderes perversos (Principados, Poderíos y Potestades, que desembocan y se centran en la muerte) y como culminación teológica o reintegración (el mismo Cristo, como Hijo, vuelve al Padre).
Jesús anunció y preparó el Reino de Dios, y ahora se cumple su anuncio, pues él mismo destruye con su victoria a los perversos (Principados, Poderíos, Potestades), de forma que tras destruirlos entrega su Reino de vida al Dios y Padre, de manera que la cristología (la función mesiánica de Jesús) se expresa en forma de teología (para que Dios sea todo en todos)[3].
Segñun eso, Dios será panta en pasin (todo en todos), pues no existen dos espíritus opuestos (bien y mal) como en Qumrán, ni dos finales de la historia (salvación y condena, como en Dan 12, 1-3 y Mt 25, 31-46), ni siquiera un Infinito (=Dios) separado de la historia de los hombres, sino que en realidad sólo habrá un Espíritu bueno, que es el Dios Universal, que ha creado las cosas desde sí mismo, para que todo sea y viva en él por Cristo, de manera que los poderes opuestos, que han querido destruir su obra, desaparecerán (como si no hubieran sido).
En esta línea queda superada la dualidad anterior (bien y mal, vida y muerte, salvación y condena) a través de un monoteísmo y mesianismoliberador/salvador, que no se impone con violencia sobre nadie, ni excluye a ninguno, porque es abarcador y vivificador en gratuidad para todos.
En ese Dios que es todo en todos (sin espacio para el mal, pues en el fondo, en él, todo es bueno) caben los antes excluidos, de forma que Cristo Dios sea principio universal de vida, superando toda dualidad de condena (alejamiento de Dios).
Ésta es la afirmación central: que Dios sea Todo en todos…, no sólo en algunos, en los buenos contra malos, en los judíos frente a los gentiles, en los cristianos frente a paganos… Ciertamente, en un plano, los hombres se pueden destruir y se destruyen unos a los otros, acabando en la muerte (como sabe Gen 2‒3), pero, en otro plano más alto, el Dios Yahvé (¡soy el que soy! Ex 3, 14) hace que todos sean (=vivan), pues es todo (ta Panta) en todos (en pasin).
Aquí no tenemos un que panteísmo sino un un “pan-en-cristismo”, fundado en la muerte y resurrección de Cristo, que puede salvar y salva en Dios a todos, superando una “moralidad dualista” y de juicio entendido como venganza o impotencia. Desde este fondo debería precisarse mejor la diferencia entre una teología judía rabínica y la teología “mesiánica”, que deriva del mensaje y vida de Jesús, formulado por Pablo. Éste es, a mi juicio, un trabajo teológico que está por hacer, en una línea en la que pueden orientarnos las reflexiones de F. Rosenzweig, La estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997.
Este Dios de Cristo no destruye ni condena a los hombres, hijos de Adán, sino sólo a los “poder adversos” de tipo in-humano (anti-humano, impersonal), principados, poderíos, potestades (arkhên, exousian, dynamin…), pues no está compuesto de personas (hombres y mujeres en concreto…).
Esos poderes adversos que serán destruídos no son los hombres como tales, sino las potencias de mal, que han tendido a dominar el mundo. Pablo no habla pues de la maldad concreta de unos hombres históricos, a los que amenaza con la destrucción o con un tipo de infierno, sino de la maldad de unos poderes in-humanos que han dominado en la historia desde Adán, de manera que podemos llamarles, por carencia de mejor palabra seres‒que‒no‒son, no existentes, pues sólo viven de destruir la vida ajena, parásitos de Dios. En ese contexto, la destrucción de esos poderes (que son anti‒poderes) se interpreta como revelación plena de Dios, todo en todos, conforme al principio originario de la creación.
La obra de Cristo (su resurrección) se vuelve así reconstrucción cósmica (recreación), de manera que Dios pueda ser aquello que es: Todo-en-Todos (ta panta en pasin). Un tipo de teología moralista posterior, dominada por una lectura parcial de Mt 25, 31-46, ha tenido dificultad en admitir la existencia y revelación de un Dios que, en (por) Cristo es y será todo en todos (principio de salvación, sobre toda condena), y ha preferido hablar de “dos finales”, uno de premio, otro de castigo. Muchos cristianos y teólogoshan visto esa salvación universal como un riesgo:
‒ Aquì no hay riesto de panteísmo, como han dicho algunos cristianos que no aceptan de verdad el principio de encarnación (cf. Jn 1, 14), según el cual Dios se hace “carne” (historia) para asumir y transformar todas las cosas, pensando que ello implicaría un panteísmo. Otros se atreven a decir que, hablando así, Pablo se ha vuelto pagano, ha perdido la visión del “Dios moral”, cayendo en manos de un Dios Totalidad, donde se inscriben y existen (se divinizan) todas las cosas, en línea más pagana que bíblica… (sin tener en cuenta al mal, ni el castigo infinito que los malos han de suvrirIPero debemos recordar que este Dios todo-en-todos no está al principio, sino al final de la gran redención mesiánica, que implica un cambio en la misma visión de Dios… un Dios creador, que es vida universal, ofrecida a todos..
‒ ¿Un esquema de apocatástasis/anakephalaiosis?En esa línea de Dios Todo-en-Todos ha avanzado Ef 1, 10 cuando afirma que Dios, ha querido “recapitular” (anakephalaiosai) todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la tierra. Ésta es la teología de fondo de las cartas de la cautividad (Colosenses, Efesios: En el Cristo pascual (crucificado/resucitado) pueden integrarse los seres personales del cielo y de la tierra, en línea de salvación (no por la fuerza, sino libremente, conforme al mensaje del Evangelio).
Conforme a esta visión, todas las personas se salvam. Cristo ha muerto para salvar a todos, ha superado el “muro” divisor de judíos y gentiles, de justos e injustos, integrando en su poder y ser divino a todos los humanos, seres personales (¡destruyendo sólo los poderes diabólicos, no humanos, en el fondo inexistentes!), pues en verdad sólo hay Dios y aquellos a quienes él ha creado-salvado. Eso significa que todos los hombres se salvan en Cristo. Sólo se condenan (serán destruídas para siempre) las instituciones delmal, los poderes demoníacos, impersonales, antipersonales.
En esa línea algunos teólogos, desde Orígenes a K. Barth (del siglo II al XX d.C.) han tendido a postular una recapitulación salvadora de toda la historia, de forma que Dios, al final, logrará “convertir” y llevar a su cielo (Todo-en-Todos) no sólo a todos los hombres, es decir, a todas las personas, sino a los mismos demonios.
Un tipo de iglesia “moralista” y miedosa se ha sentido inquieta ante esa apocatástasis, condenando en un Sínodo de Constantinopla (aceptado después por ortodoxos y católicos) al mismo Orígenes, el año 543 (cf. DH 403-411; Denz 213-228). Sobre los «poderes del mal», cf. E. Peterson, El libro de los ángeles, en Tratados teológicos, Rialp, Madrid 1970 y H. Schlier, Besinnung auf das NT, Herder, Freiburg i. B. 1964, 146-165; W. Wink, Naming the Powers: The Language of Power in the New Testament, Fortress, Philadelphia 1984.
El tema ha sido replanteado por K. Barth en su obra teológica, a partir de Die Auferstehung der Toten, Kaiser, München 1924. Algunos judíos como E. Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 2002, han criticado esta visión, pues implicaría un panteísmo larvado en el que Dios pierde su infinitud (trascendencia) y el hombre su libertad (siendo parte de un todo).
Ese riesgo existe, sin duda, pero el Dios Todo-en-Todos de Pablo no actúa en forma cosmológica o idealista, como principio de unificación impositiva, sino que es fuente de comunicación y comunión personal. Este Dios Todo no es dictador, sino amigo y redentor de todos, es decir, de cada uno. Según eso, la teodicea apocalíptica cristiana no implica negación o disolución, imposición o confusión, sino reconciliación.
Creer significa esperar la resurrección, que es victoria de Dios sobre la muerte y salvación de los antes sometidos a los poderes diabólicos (Principados, Poderíos…), no para integrarlos en un Todo entendido como sistema cerrado, sino para abrirles a la vida amorosa, gratuita y creadora del amor de Dios en Cristo.
Este anuncio del Dios Todo-en-Todos integra en su gloria a los mismos que, desde nuestra perspectiva, parecen y son malos, pues Jesús se ha entregado en gesto de amor, en manos de Dios y de esa forma ha superado la violencia y ruptura de un sistema de ley donde triunfan los fuertes y/o buenos, excluyendo a los pobres y/o malos.
Dios no ha de acudir a ninguna imposición sacrificial para reconquistar su poder amenazado, sino que es por Cristo, en sí mismo, todo en todos. No hay, por tanto, dos normas: una de ternura y gratuidad para los buenos, otra de violencia y condena para los perversos, pues el Apocalipsis de Dios y su Reino en Jesús es perdón y acogida universal[6].
NOTAS
[1] Cf. G. Fee, Primera a los Corintios, Eerdmans,Buenos Aires 1994; I. Foulkes, Problemas pastorales en Corinto, DEI, San José 1999. Los judíos saben que las primicias (primogénitos, primeros frutos) han de ser dedicadas a Dios, pues santifican y consagran el resto de la cosecha. La resurrección de Cristo, realizada ya, es punto de partida y comienzo (fundamento) de la resurrección (vivificación) de todos, en sentido radical, no moralista. Eso significa, conforme al sentido normal de las frases, construidas en pasivo divino, que Dios les vivificará, ofreciéndoles su plenitud por gracia.
[2] Dios mismo es según eso (poder de) Resurrección, Vida que triunfa de la muerte. En esa línea, las cartas de la cautividad (Ef y Col) afirman que los cristianos se encuentran integrados ya en la pascua del Cristo.
[3] Este Cristo no tiene que condenar o encerrar en el infierno a unos hombres concretos (pecadores), sino a los poderes del mal (Principados-Poderíos-Potestades), para que todo culmine en el Padre.
LA BUENA NOTICIA DEL DGO. 20º-C
LA COSA ESTÁ QUE ARDE
LA HORA DE LA PALABRA
He venido a prender fuego en el mundo
Lc 12, 49-53
•49He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! 50 Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido!
51 ¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división. 52 Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres. 53 El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
COMENTARIO:
Resulta extraño escuchar en boca de Jesús dichos que invitan, no al inmovilismo y conservadurismo, sino a la transformación profunda y radical de la sociedad, cuando estamos acostumbrados a identificar el cristianismo como una religión que debe preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.
Jesús es consciente de la lucha que lleva consigo la realización del Reino de Dios en esta tierra. El habla paradógicamente de conflictos y luchas, de división y de fuego que ya está ardiendo.
Tal vez hoy sería bueno preguntarnos: ¿Me siento devorado por el fuego de Jesús? ¿A qué sectores de nuestra vida tendríamos que llevar el mensaje de Jesús?
TESTIGOS DE LA PALABRA
En Nigeria, la violencia no cesa. La noche del 1 de agosto de 2019 unos hombres armados, presumiblemente pastores musulmanes de la etnia Fulani, dispararon y asesinaron al sacerdote Paul Offu. Se trata del decimotercer cura que es asesinado en lo que va de año en todo el mundo y el segundo en el país africano.
«Después del terrorismo extremista de Boko Haram», aliado del Estado Islámico, «ahora el mayor temor en Nigeria es el avance de los pastores Fulani, que huyen de la desertificación. Pero para tomar las tierras de los agricultores usan la violencia, dejando muertos y heridos a su paso», explica el misionero salesiano Roberto Castiglione.
«Los Fulani son musulmanes y los agricultores son mayoritariamente cristianos, por lo cual se teme que un conflicto originado por razones económicas y climáticas se transforme en un desencuentro religioso y tribal», alerta Castiglione.
ORAR DESDE LA PALABRA
¿Y QUÉ QUIERO, SINO QUE ARDA?
Que arda un mundo donde las naciones civilizadas
fabrican y venden armas a las naciones no civilizadas…
Donde mientras unos niños van a la escuela,
otros van a la guerra, a la desnutrición y a la agonía…
Donde mueren hombres, mujeres y niños, sin haber sabido lo que era vivir…
Donde la gente trabaja en precario doce horas al día para ganar un poco de dinero que les permita seguir trabajando…
Que arda con el fuego purificador de una conciencia universal de hermandad…
una espiritualidad profunda y encarnada…
Que arda con el respeto incuestionable de cada persona:
inmigrante, anciano, enfermo, homoseXual, loco, mendigo, poeta…
Que arda y arda sin merma y sin desánimo, de generación en generación…
José Luis Cortés “El ciclo C”
Comentario a las lecturas
Por J.A. Pagola
Por los caminos de Galilea Jesús se esforzaba por contagiar el «fuego» que ardía en su corazón. En la tradición cristiana han quedado huellas diversas de su deseo. Lucas lo recoge así: «He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». Un evangelio apócrifo más tardío recuerda otro dicho que puede provenir de Jesús: «El que está cerca de mí está cerca del fuego. El que está lejos de mí está lejos del reino».
Jesús desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo apague nadie, que se extienda por toda la Tierra y que el mundo entero se abrase. Quien se aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón despierto va descubriendo que el «fuego» que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueve y le hace vivir buscando el reino de Dios y su justicia hasta la muerte.La pasión por Dios y por los pobres viene de Jesús, y solo se enciende en sus seguidores al contacto de su Evangelio y de su espíritu renovador. Va más allá de lo convencional. Poco tiene que ver con la rutina del buen orden y la frialdad de lo normativo. Sin este fuego, la vida cristiana termina extinguiéndose.
El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados cómodamente en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren? ¿Para qué se necesitan en el mundo cristianos incapaces de atraer, dar luz u ofrecer calor?
Las palabras de Jesús nos invitan a dejarnos encender por su Espíritu sin perdernos en cuestiones secundarias o marginales. Quien no se ha dejado quemar por Jesús no conoce todavía el poder transformador que quiso introducir él en la Tierra. Puede practicar correctamente la religión cristiana, pero no ha descubierto todavía lo más apasionante del Evangelio.